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Una mirada al panorama geopolítico emergente en la Siria post-Assad

Por Reza Parchizadeh

Fuente: www.israelnationalnews.com/news

La rápida caída de Bashar al-Assad el 8 de diciembre de 2024 marcó el dramático final de más de cinco décadas de gobierno autoritario del clan Assad en Siria. Sin embargo, el futuro de la nación devastada por la guerra todavía está envuelto en incertidumbre. Después de soportar más de una década de devastadora guerra civil, Siria se ha convertido ahora en un campo de batalla para potencias rivales que buscan moldear su destino para servir a sus propios intereses.

Actualmente, Türkiye, Israel y Estados Unidos son los actores más destacados en el cambiante panorama geopolítico de Siria.
 
Turquía
  
Sin lugar a dudas, Türkiye es el mayor beneficiario de la dinámica cambiante de Siria. Considera la caída de Assad como una oportunidad de oro para expandir su influencia tanto en la nación como en la región en general.
 

Al apoyar el establecimiento de fuerzas islamistas alineadas con Ankara en Damasco, Türkiye busca crear un estado cliente que sirva a sus intereses regionales. Esta estrategia también aborda la preocupación más inmediata de Türkiye: acabar con las aspiraciones separatistas de la minoría kurda de Siria en el noreste. Ankara ve el separatismo kurdo en Siria como una amenaza directa a su propia integridad territorial, y percibe a las Unidades de Defensa del Pueblo (YPG) como una extensión del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), al que Türkiye ha designado durante mucho tiempo como organización terrorista. Al frenar la independencia kurda en Siria, Türkiye busca impedir esa eventualidad en su país.
 

Una Siria dependiente también se alinea con el objetivo más amplio de Türkiye de reafirmar su influencia sobre territorios que alguna vez fueron parte del Imperio Otomano. En su apogeo, el imperio de los turcos gobernó vastas extensiones de Medio Oriente, incluidos los actuales Siria, Irak, Jordania, Líbano, Israel, Palestina e Irán occidental. En una muestra de revanchismo neo-otomano, el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, ha expresado abiertamente su deseo de que los territorios sirios del extinto imperio se reintegren bajo la influencia turca. El realineamiento de Damasco con Ankara coloca a Türkiye en el camino de recuperar su condición de gran potencia en la región, remontándose a su antiguo legado imperial.
 

La perspectiva de un gobierno pro Ankara en Damasco, sumada a las ambiciones territoriales de Erdoğan, también fortalece la posición de Türkiye como actor dominante en el mundo islámico. Las vastas capacidades militares de Ankara (Türkiye es un miembro importante de la OTAN y tiene uno de los ejércitos más poderosos del mundo), así como su influencia diplomática tanto en Oriente como en Occidente, pueden impulsar aún más esta visión, particularmente a medida que la influencia de Irán disminuye. El realineamiento de Siria permite a Türkiye recuperar el estatus del Imperio Otomano como guardián de Tierra Santa, presentándose como el principal defensor de los derechos y la condición de Estado árabe palestino. Erdoğan incluso ha insinuado de manera polémica la posibilidad de recuperar Jerusalén, una declaración provocativa que subraya su ambición de restaurar la centralidad de Türkiye en los asuntos islámicos.
 
Israel
 
Podría decirse que Israel es el segundo beneficiario más importante del cambio de régimen en Siria, cosechando importantes ventajas estratégicas. Se beneficia enormemente de la fractura de la llamada “Media Luna Chiita” y del desmantelamiento del “Eje de Resistencia” liderado por Irán. La caída del régimen de Bashar al-Assad ha neutralizado en gran medida la influencia de Irán a través del régimen en Siria y su aliado Hezbollah en el Líbano, los cuales representaban amenazas significativas para Israel. En particular, Israel desempeñó un papel activo en la configuración de los acontecimientos que condujeron a la caída de Assad. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, admitió más tarde esta participación y destacó que las acciones de Israel contra Irán y Hezbolá contribuyeron a la desestabilización de Siria y al debilitamiento del poder de Assad.
 
Tras la caída de Assad, Israel aprovechó la oportunidad para incapacitar la infraestructura militar de Siria. Mediante cientos de ataques aéreos, desmanteló sistemáticamente las capacidades ofensivas y defensivas de Siria. Si bien las autoridades israelíes justificaron estos ataques como medidas para evitar que los activos militares cayeran en manos de extremistas, la implicación más amplia parece ser una estrategia para mantener incapacitado al ejército sirio durante un período prolongado, asegurando que siga siendo incapaz de desafiar el dominio de Israel. El caótico cambio de régimen en Siria también brindó a Israel la oportunidad de consolidar su control sobre los muy disputados Altos del Golán, una región de importancia estratégica que Israel ha declarado que pretende anexar permanentemente. Además, el ejército israelí avanzó profundamente en territorio sirio, acercándose a Damasco, con señales de que pretende mantener su presencia en esas zonas durante un período prolongado.
 
Una Siria desestabilizada, particularmente bajo un gobierno autoritario, también sirve a los intereses geopolíticos más amplios de Israel. Proporciona un pretexto para que Israel retrase o abandone la implementación de la Solución de Dos Estados debido a graves preocupaciones de seguridad nacional. Israel puede citar el caos actual en una Siria dominada por los islamistas como una amenaza existencial para sí mismo, argumentando que no debe comprometer su profundidad estratégica al permitir el establecimiento de un Estado palestino proislamista en su vecindario (la fuerte influencia de los radicales suníes). Los Hermanos Musulmanes son un factor común en ambos lugares).
 
 
Además, para aumentar su profundidad estratégica, Israel ya está apoyando abiertamente a los separatistas kurdos en Siria con miras a explotarlos como posibles fuerzas proxy contra Türkiye. Esto no sólo socava la soberanía siria sino que también desestabilizará a la vecina Türkiye (hogar de la mayor población kurda del mundo) y, por extensión, a Irán e Irak. Como tal, con Irán y Rusia en gran medida fuera de escena, Siria se ha convertido en un territorio para la emergente guerra de poder entre Israel y Turquía.
 
Estados Unidos contra Irán y Rusia
 
Estados Unidos también se beneficiará enormemente, aunque indirectamente, del reciente cambio de régimen en Siria, alineando este desarrollo con sus objetivos estratégicos más amplios. Durante la última década, Estados Unidos ha reducido constantemente su presencia en Medio Oriente y, en cambio, ha desplazado su atención hacia el Lejano Oriente. Esta tendencia sugiere que es poco probable que Washington cambie significativamente de rumbo en el futuro cercano. Sin embargo, una presencia reducida pero más favorable en Medio Oriente sigue siendo un objetivo clave. El cambio de régimen en Siria contribuye a ese objetivo, ofreciendo oportunidades para recalibrar la influencia estadounidense sin requerir una reinversión sustancial de personal y activos militares.
 
Una Siria gobernada por Assad, reforzada por el apoyo ruso-iraní, planteaba un desafío importante a los intereses estadounidenses en Oriente Medio. Al estar presentes en Siria, la Guardia Revolucionaria iraní pudo atacar más fácilmente los activos y militares estadounidenses en la región. La caída de Assad eliminó esa amenaza en gran medida. También socavó en gran medida a Hezbollah, un importante representante de Irán conocido por su papel en el terrorismo, el tráfico de armas y la distribución global de narcóticos, temas de crítica preocupación para Washington. La disminución de la influencia de Teherán en Siria refuerza los intereses de seguridad de Estados Unidos y sus socios regionales como los árabes e Israel.
 
Paralelamente, una posible eliminación de la presencia militar de Rusia en Siria, en particular de sus bases aéreas y navales a lo largo de la costa mediterránea, erosiona la posición estratégica de Moscú en Medio Oriente y altera su proyección de poder en África. Las bases rusas en Siria han servido durante mucho tiempo como centros para entrenar y desplegar fuerzas paramilitares y representantes en países africanos, alimentando el sentimiento antioccidental y facilitando la expulsión de misiones francesas y estadounidenses de varias naciones. Una posición rusa debilitada en Siria puede potencialmente revertir esa tendencia, creando oportunidades para que Occidente vuelva a involucrarse en África y restablezca su posición en esas regiones estratégicamente importantes.
 
Por último, la influencia disminuida de Moscú en Oriente Medio y África proporciona a Washington una ventaja decisiva en las contiendas geopolíticas en curso más allá de esa región, sobre todo en lo que respecta a la guerra en Ucrania. Con su influencia erosionada en Medio Oriente, Rusia pierde una importante moneda de cambio con Occidente en las negociaciones sobre la guerra de Ucrania. Este cambio fortalece la posición de Estados Unidos, que a su vez puede negociar un acuerdo de paz con Moscú que sea más favorable para Ucrania y la seguridad general del mundo democrático. Ese resultado fortalecerá la posición estratégica de Washington en un panorama global en evolución.
 
En conclusión, la caída de Bashar al-Assad ha remodelado la dinámica de poder regional en Medio Oriente, beneficiando significativamente a Türkiye, Israel y Estados Unidos de maneras distintas pero interconectadas. Türkiye pretende sacar provecho de una Siria pro-Ankara para recuperar el territorio históricamente perdido, emerger como una potencia regional dominante y reafirmarse como líder del mundo islámico. Israel busca explotar el caos para neutralizar amenazas inmediatas, consolidar sus ambiciones territoriales y aumentar su profundidad estratégica plantando una espina permanente en el costado de Türkiye en la forma de un estado cliente kurdo. Mientras tanto, Estados Unidos aprovecha la menguada influencia ruso-iraní para fortalecer su posición estratégica tanto a nivel regional como global, y se espera que la presencia estadounidense cree un acto de equilibrio entre las ambiciones israelíes y turcas y aporte cierta estabilidad al país devastado por la guerra. La evolución de la dinámica de poder entre estas grandes potencias pone de relieve las rivalidades geopolíticas más amplias que siguen dando forma a la Siria post-Assad.
 
Reza Parchizadeh, PhD, es politólogo, analista de seguridad y especialista en asuntos internacionales. Ha escrito extensamente sobre el desarrollo de la democracia liberal en todo el mundo, la dinámica de los regímenes autoritarios y totalitarios, las aplicaciones militares y paramilitares de ideologías políticas y el terrorismo y el sectarismo global. A menudo explora los fundamentos filosóficos de los sistemas políticos y el impacto del pensamiento político en el mundo real. Su trabajo se centra frecuentemente en las estrategias ideológicas y geopolíticas de los estados de Oriente Medio, con especial énfasis en la dinámica interestatal, la estabilidad regional y las interacciones con Occidente. Parchizadeh ha aparecido en Al Arabiya, BBC, Fox News y Radio Israel, y es comentarista habitual de la Voz de América del gobierno estadounidense.
 

 
 
 

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