Ya se acerca a la decena la cantidad de noches consecutivas en las que cientos de miles de israelíes- cuando no más de un millón- se despiertan en medio de la noche al sonar las alarmas que indican que un misil balístico lanzado desde Yemen está en camino a territorio israelí.
El sistema de alerta suena también cuando se logra interceptar el misil atacante, ya que es sabido que inclusive fragmentos del mismo o del misil que lo destruye, pueden caer en tierra y resultar mortales. Ha ocurrido más de una vez.
Lo menos conocido, que ocupa menos titulares en los medios, es el terrible resultado letal que puede tener el nerviosismo que significa una situación de este tipo. Cuando en medio de la noche uno tiene que correr a refugiarse, sin tener certeza ninguna si acaso eso es mera precaución porque así lo indican las instrucciones formales, o si esa vez quizás el misil impacte cerca de uno mismo, cualquiera puede verse embargado por una profunda intranquilidad. Y cuando hay cierta condición médica previa, el desenlace puede ser irreversible.
Esto es lo que le ocurrió a Beni (Benjamín) Blicher (z”l), uruguayo israelí que residía junto a su madre y su hermano Jaime en la ciudad de Rishon Letzion, según estiman sus seres queridos.
“El sábado de madrugada a las 3.45 sonó la alarma y sabíamos que eso significa que teníamos 90 segundos para entrar al refugio o salir a las escaleras y bajar y ubicarnos en el entrepiso”, nos contó Jaime el día después de la tragedia. El problema es que viven en un noveno piso en un edificio construido antes de que sea obligatorio incluir una pieza blindada en cada departamento, por lo cual debían recurrir a otras opciones. Estas son bajar al refugio general que hay a la entrada del edificio o ubicarse en un lugar considerado el más seguro dentro del edificio, el más interior, lejos de vidrios y ventanas y preferiblemente, de paredes exteriores. Durante una alarma no se puede usar el ascensor y desde un noveno piso por escalera, no da el tiempo.
“Salimos con mi hermano y mi madre a las escaleras, como siempre. En el camino Beni se sintió mal y se desvaneció del susto y se complicó para llegar al lugar donde teníamos que llegar. Junto con unos vecinos lo levantamos y lo sentamos en una silla en casa. Había tenido un paro cardíaco. Llamé a la ambulancia y llegó primero un motociclista qué es paramédico. Beni estaba medio consciente. El paramédico le dio un poco de agua pero Beni se ahogó al tomar y perdió nuevamente el conocimiento. Llegaron tres ambulancias con más oxígeno y otro aparato para darle shock eléctrico nuevamente. Lo trataron durante 45 minutos hasta que declararon su muerte por otro paro cardíaco”, resume Jaime.
Y no tiene dudas: “Los paramédicos hicieron todo lo pudieron para poder llevarlo al hospital pero fue imposible. Lamentablemente le dieron los ataques de corazón por el susto de correr por la alarma.
Sabíamos que él estaba enfermo y no estaba en buenas condiciones, pero nunca pensamos que podía pasar algo así de esta manera”.
Vayan a Jaime y su hermana, a su madre, al hijo de Beni, sus nietos y todos sus seres queridos, el sincero deseo de que no sepan más de dolor.