Hoy, cuando Israel está en guerra con la organización terrorista Hamas, negacionista de paz y de reconocimiento de Israel, sean cuales sean sus fronteras y esté quien esté al frente de su gobierno, es oportuno recordar que hoy 29 de noviembre, se cumple un nuevo aniversario de la resolución 181 de la ONU, antesala de la creación del Estado de Israel en la era moderna.
Aquella resolución recomendaba la partición de la Palestina del Mandato Británico en dos estados, uno judío y otro árabe. A Jerusalem se destinaba un estatuto especial de “corpus separatum” bajo régimen internacional, determinándose que su destino sería decidido por votación de sus habitantes 10 años más tarde. Habría sido la primera vez en la historia que los árabes de esta tierra habrían recibido independencia, algo que no habían tenido nunca, tampoco cuando el gobernante de turno era un imperio musulmán.
Es clave recordar por si alguien se confunde con la semántica.
Palestina no era el nombre de un Estado árabe palestino independiente, ya que este nunca existió en la historia. Era el nombre que el imperio romano dio a la tierra antes llamada Judea, o sea tierra de los judíos, para vengarse por la rebelión contra Roma, tratando de hacer olvidar el vínculo histórico entre el pueblo hebreo y su tierra ancestral. El cambio de nombre se inspiró en el antiguo pueblo del mar, los filisteos, no en los palestinos, que no existían.
O sea, Partición de Palestina no significa que se partió lo que era de quienes hoy se conocen como palestinos.
Volvamos a la votación.
El liderazgo judío sionista encabezado por quien fue luego Primer Ministro de Israel, David Ben Gurion, dijo que sí, comprendiendo que la alternativa era quedarse sin la posibilidad de crear un Estado judío independiente en la tierra ancestral del pueblo judío. El derecho histórico precisaba ineludiblemente el sello de la comunidad internacional.
El mundo árabe dijo “no”, rechazó y desafió abiertamente a las Naciones Unidas y apenas se fue el último soldado británico el 14 de mayo de 1948, cinco ejércitos árabes, con tropas de diversos países de la región, atacaron al entonces naciente Estado de Israel.
El liderazgo de los árabes residentes en la Palestina del Mandato británico, encabezado por el entonces Mufti de Jerusalem Hajj Amin el-Husseini, adepto a los nazis, fue un elemento clave en el rechazo. Extremistas árabes armados atacaron judíos en toda oportunidad a su alcance. La votación en la ONU el 29 de noviembre de 1947 fue un hito tras el cual se intensificaron los ataques. Otro fue la guerra del mundo árabe lanzada apenas se fueron los ingleses.
Ese fue el gran error de quienes hoy el mundo llama “palestinos”. Optaron por el todo o nada. Y las consecuencias se viven hasta hoy.
Azzam Pachá, Secretario General de la Liga Árabe, vociferó antes de la guerra de 1948 que “esto será una guerra de exterminio, una terrible matanza, comparable a las matanzas de los mongoles y los Cruzados”.
Es natural y absolutamente normal que países o pueblos enfrascados en un conflicto, vean de distinta forma la dinámica que los separa, las razones y perspectivas de solución. Y por supuesto lo referente a su sufrimiento a nivel humano y personal. El conflicto entre Israel y los palestinos-resultado de la guerra árabe contra Israel en 1948, lanzada para impedir el nacimiento del Estado judío- no es la excepción.
Pero la historia es una. Los hechos ocurrieron de determinada manera y no de otra. Y aunque suene muy políticamente correcto decir que hay dos narrativas, la percepción que cada lado tiene de lo sucedido no cambia la historia.
Y la historia fue clara: los árabes atacaron a Israel porque no aceptan su existencia ni siquiera en una pequeñísima porción de tierra. Su problema fue que Israel ganó la guerra y no desapareció.
Es oportuno recordar que los árabes ya habían rechazado antes de 1947 otro plan de partición, en el que se les daba un territorio mayor. A raíz de numerosos ataques árabes en 1936, Gran Bretaña formó la Comisión real Peel, para investigar el funcionamiento del Mandato. Esta presentó su informe en julio de 1937, recomendando dividir el territorio del Mandato en un Estado judío con 4800 km2 y otro árabe de 20.600 km2. Los judíos aceptaron el plan, aunque sin entusiasmo, pero los árabes también a eso se opusieron.
David Ben Gurion, que años después proclamó la independencia de Israel, dijo a la Comisión Peel: “Creemos que una gran comunidad judía, una nación judía libre en Palestina, será muy beneficiosa para nuestros vecinos árabes. Nos necesitamos mutuamente, podemos beneficiarnos unos de otros”. Por su parte, uno de los líderes árabes, Awni Bey Abdul Hadi dijo a la comisión : “Todo árabe de Palestina hará lo que esté a su alcance para aplastar el sionismo, porque sionismo y arabismo no se pueden unir jamás.”
Afortunadamente, el “Sí” judío a la partición aprobada en 1947 , se concretó como eslabón claro hacia la creación del moderno Estado de Israel, a pesar del poderío militar que avaló el “no” del mundo árabe.
La lucha no ha terminado. Mientras la libra, Israel continúa desarrollándose y avanzando. Trágicamente, hoy está abocado a la lucha diaria por su seguridad, tras la masacre cometida por Hamas el 7 de octubre.
Quienes celebran el 29 de noviembre como día de “solidaridad con Palestina”, no conocen la historia o hacen la vista gorda a la verdad.
Quienes sinceramente desean ayudar a los palestinos y no siente simplemente odio hacia Israel, lo primero que deben hacer es apoyar la guerra contra Hamas, y exigir liberar a los palestinos del terrorismo que los gobierno.
Si no, no están a favor de los palestinos sino simplemente contra Israel.