Liderazgo que inspira

Todos tenemos aspectos de la vida de los cuales nunca alcanzamos lo suficiente: una novela clásica, un recorrido por placer en lugares idílicos, nuestro manjar favorito. Bueno, aquí va una historia que he escuchado muchas veces desde mi infancia y que disfruto cada vez que la vuelvo a escuchar.

El rabino Yosef Wineberg era un trotamundos que recolectaba fondos para varias instituciones educativas de Jabad y que fomentaba lazos con judíos de todo el mundo. Siendo ya tarde, una noche de 1960, un judío de Oklahoma le llamó a su hogar de Brooklyn y le pidió que por favor le hiciera llegar una pregunta al Rebe Lubavitcher, el rabino Menájem Méndel Schneerson, el líder del movimiento global Jabad Lubavitch, a quien se conoce de cariño como “El Rebe”.

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El alto volumen de la correspondencia del Rebe era extraordinaria. Hubo un tiempo en que la cantidad de correo que llegaba a diario a su oficina del 770 Eastern Parkway sólo era superada por la Casa Blanca.

Peticiones de consejo y de bendiciones fluían de un amplio arcoiris de la humanidad, pero el hombre de Oklahoma solicitaba al rabino Wineberg que obtuviera una respuesta inmediata, a pesar de ser tan tarde.

Sabiendo que el principal secretario del Rebe, el rabino Hodokov, ya había entregado el paquete final de cartas del día en la oficina del Rebe, el rabino Wineberg introdujo el sobre con la pregunta en el espacio entre la puerta y el marco a la altura del hombre, esperando que el secretario la detectara al salir de la oficina.

Su gran decepción ocurrió cuando vio que el rabino Hodakov no le prestó atención al sobre, el cual cayó en el piso mientras cerraba la puerta para retirarse esa noche.

Esa fue la razón por la que quedó particularmente perplejo cuando, quince minutos después, recibió una llamada del secretario con una respuesta a la pregunta. El rabino Wineberg de inmediato entendió que fue el Rebe en persona quien notó el sobre en el piso y se agachó a tomarlo.

El rabino Wineberg se sintió muy mal y le escribió una disculpa al Rebe por no haber seguido los canales normales de comunicación, causándole el inconveniente de tener que levantar la anotación. El Rebe le respondió que no había necesidad de pedir disculpas, ya que “mi entera razón de ser es levantar: especialmente aquellos a quienes los otros pasaron por alto”.

Esta anécdota encierra todo lo que usted necesita saber sobre el liderazgo legendario del Rebe, y expresa la actitud que procuraba nutrir dentro de cada persona.

Una de las palabras en hebreo para líder es “nassi”, que etimológicamente está ligada al término para levantar o inspirar. Mientras que mucha gente posee la sabiduría, carisma y habilidad para interesarse en las necesidades de otros y apoyarlos, un verdadero líder lo hace de una forma tan bella y agradable que el receptor termina empoderado e inspirado de tal manera para hacer lo mismo para los otros. Esto requiere una sensibilidad especial, un interés profundo en los demás y una fuerte convicción de que cada individuo es único en su habilidad para perfeccionar el mundo.

En 1986, en su cumpleaños 86, el Rebe comenzó una costumbre semanal de colocarse de pie cerca de su oficina, cada domingo, para recibir a miles que deseaban un momento de su tiempo, y a cada hombre, mujer y niño les entregaba un billete de un dólar que debía ser destinado a la caridad. Aunque llegaban a recibir su bendición, consejo y espíritu, el Rebe acompañaba todo lo que hacía con una misión –aunque fuera tan pequeña como otorgar un dólar a la caridad–, empoderando de esta forma a cada persona, para convertirse en agente de bondad y un líder por derecho propio.

El rabino Jonathan Sacks, el difunto Gran Rabino de Reino Unido, dijo una vez: “Me habían dicho que el Rebe era un hombre con miles de seguidores. Después de conocerlo entendí que era lo contrario. Un buen líder crea seguidores. Un gran líder crea líderes. Más que ser un líder, el Rebe creó liderazgo en otros.

El jueves 22 de junio marcará el aniversario 29 del deceso del Rebe. Mientras lo recordamos, deberíamos tratar de ser los líderes que el Rebe concibió que todos podemos ser. Sin contender por un puesto político, liderar una corporación, o ser el capitán de un equipo deportivo, debemos asegurarnos de cada oportunidad de darle a los demás, iluminar otros o inspirarlos de manera que los impulsa a convertirse en donadores por sí mismos, porque todos tenemos un papel integral para transformar nuestro mundo en un lugar más pacífico y mejor.