Lic. Rafael (Rufo) Winter
La nota que reproducimos a continuación fue escrita hace ya unos años, pero no ha perdido ninguna actualidad. Por eso la compartimos hoy, al cumplirse un nuevo aniversario del documento al que está dedicada.
El 10 de diciembre de 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó y proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Posteriormente la Asamblea pidió a todos los países miembros que publicaran el texto de la Declaración y dispusieran que fuera “distribuido, expuesto, leído y comentado en las escuelas y otros establecimientos de enseñanza, sin distinción fundada en la condición política de los países o de los territorios”.
A fines de 1948, el horror de la Segunda Guerra Mundial permanecía latente en la memoria de la humanidad. Los ecos de la tragedia aún no se habían acallado.
La Comisión de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas comienza a preparar un documento en el cual se establecerían los derechos básicos del hombre y los principios para que las relaciones entre los pueblos y entre las personas fuesen regidas con respeto, justicia y dignidad.
Por aquel entonces, el Presidente de la Comisión de Derechos Humanos era un jurista judeo-francés, René Cassin. Apasionado por la justicia, fue uno de los impulsores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Su lucha a favor de causas nobles ya venía de antes. Años después de la Primera Guerra Mundial, funda en Francia una asociación para inválidos de guerra.
Durante la Segunda Guerra Mundial muchos de sus familiares fueron asesinados durante el Holocausto. La Declaración es por lo tanto, en términos históricos, reciente. Pero obviamente los Derechos Humanos se remontan a los orígenes de la humanidad.
Esta misma Declaración tiene importantes antecedentes: el “Bill of rights” inglés (Carta de Derechos: 1689); la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776); la Declaración de los Derechos del Hombre de Francia (1789) entre otros.
Yendo mucho más atrás en el tiempo, la misma Biblia puede ser también considerada como una fuente de los Derechos Humanos. Pues allí encontramos gran cantidad de leyes, preceptos y proverbios en los cuales se refleja la preocupación por los derechos de las personas. Y aún más. Citemos por ejemplo la máxima de “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lev. 19:18). O el mandato de “Justicia, justicia perseguirás” (Deut. 16:20).
De la Biblia extraemos las bases morales del comportamiento del hombre con el propósito de preservar los valores éticos, humanos y sociales fundamentales. Dichos valores se encuentran en buena medida emparentados con los 10 Mandamientos, considerados por muchos como la esencia de los Derechos Humanos del judaísmo.
Volviendo a la Declaración, en la misma se expresa como parte del Preámbulo, entre otros conceptos los siguientes: “La Asamblea General proclama la presente Declaración Universal de los Derechos Humanos como ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse a fin de que, tanto los individuos como las instituciones…promuevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a estos derechos y libertades…”.
Treinta son los artículos. El artículo 1º dice que “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. De una forma u otra los artículos siguientes derivan de éste.
Si bien es cierto la Declaración carece de normatividad, ha tenido –tiene – un gran valor moral. Constituye el ideal por el que todos debemos luchar: el respeto - más que respeto, cumplimiento- de los Derechos Humanos y los valores que van implícitos en los mismos.
La Declaración tiene vigencia y universalidad eternas. Es posible que algunas circunstancias puntuales ameriten, con el paso del tiempo, modificaciones en algunos aspectos; pero jamás en cuanto a su esencia. La Declaración Universal de los Derechos Humanos y sus valores básicos, el derecho a la vida, la libertad, igualdad y justicia, la dignidad humana, el buen trato a las personas, la no discriminación, se deben aplicar en todo tiempo y lugar.
Queda en cada uno de nosotros conocerla, leerla, estudiarla, analizarla y promoverla. La educación y los centros de enseñanza tienen aún mucho que hacer en ese sentido. Se educa en valores: y los Derechos Humanos forman parte, ayer hoy y siempre de los valores esenciales que debemos trasmitir de generación en generación.