Yehia y Meka agradecen la ayuda de Israel pero ahora precisan seguir viaje
En el kibutz Samar ubicado en el extremo sur de Israel muy cerca de la ciudad de Eilat, en medio del ambiente pastoral, hay una familia que lleva consigo recuerdos dramáticos. Son Yehia (41) y Meka (41) Muhamad, que dejaron en su Darful natal a sus dos hijos mayores hoy de 10 y 12 años, y trajeron al mundo en Israel a Musa, que está por cumplir 4 años, y Maya, de casi 4 meses.
Hace ya más de 10 años que Yehia cruzó la frontera entre Egipto e Israel. Al año siguiente llegó Meka. Arribaron al kibutz a través de una asociación sin fines de lucro que trabaja en Eilat, en la que uno de sus miembros trabaja como voluntario. A pesar de la dificultad de estar lejos de compatriotas de su comunidad, Meka y Yehia decidieron aceptar el ofrecimiento de instalarse en el kibutz. Buena gente que vive en Samar decidió que Israel tiene el deber moral de ayudar.
En el kibutz la familia recibe clases de hebreo, apoyo económico para gastos de rutina, apoyo en temas de salud, Musa va al jardín de infantes con los demás niños , Meka trabaja en la cocina y su esposo recién hace poco empezó a trabajar fuera del kibutz tras pasar una operación de espalda que mejoró pero no solucionó totalmente sus dolores por una vieja dolencia.
“Lo que yo hago por ellos”, nos dice el israelí Yaniv Golan, que está en constante contacto con la familia-“no es nada en comparación con lo que mi familia recibió de Justos entre las Naciones en Polonia, que fueron declarados como tales porque escondieron judíos a riesgo de sus propias vidas”. “Acá tenemos la fuerza de una comunidad, cada uno aporta algo y apoya en lo que puede. Y nos alegra poder hacerlo”.
Claro que hay también hay quienes consideran que no es cierto que los migrantes de Africa están en peligro y que llegaron a Israel para buscar trabajo. Pero la ayuda humanitaria que muchos miembros del kibutz prestan, es clave en la vida de la familia Muhamad. Pero el hecho es que dado que la familia llegó de Darfur, Israel les concedió lo que se conoce como “protección colectiva”, por saberse lo difícil de la situación en su región de origen en Sudán.
Lo seguro es que lo que nos cuenta Meka-que aprendió bastante bien el hebreo por lo cual le es más fácil comunicarse que a su esposo- es una historia de horror.
“El pueblo del que venimos, Yugum e-Sharqie en Darfur, fue quemado dos veces”, nos cuenta Meka. “La primera vez mataron a 8 personas, entre ellas un tío y un hermano de Yehia. Y la segunda vez fue en el 2001. Se llevaron todo. Fueron las milicias Janjawid, que trata de expulsar a la población árabe y traer africanos en su lugar, todo financiado y armado por el gobierno. Todos los días sigue muriendo gente”.
Meka sabe que sus dos hijos mayores están bien cuidados por su madre, pero la lejanía la carcome. “No queríamos dejarlos, te lo puedes imaginar, pero sabíamos que la travesía sería difícil, y tenían en ese momento 8 meses y 1 año. Nuestra esperanza era poder volver para sacarlos y poder mandarlos a otro lado y reencontrarnos con ellos, pero para eso debía mejorar la situación en nuestro país y eso no sucedió”.
Dudamos cómo plantear la pregunta sin que parezca que los estamos juzgando, pero era ineludible hacerlo: ¿por qué vinieron a Israel, sabiendo que sus hijos quedaban en Darfur?. Pensaban que en Israel se sentirían protegidos y que desde Israel podrían lograr soluciones . “No vinimos por dinero sino para salvarnos”, asegura Meka. “Nuestro país vive con serios problemas y queríamos tratar de cambiar la situación”.
Buscando otro horizonte
Meka y su esposo están agradecidos por lo que recibieron en Israel, ante todo seguridad, pero quieren seguir avanzando y poder viajar a instalarse en otro lado al que puedan mandar a sus hijos desde Darfur. En Israel falleció la niña que tuvieron tiempo después de llegar y ahora tienen a Musa y Maya, pero sus hijos mayores siguen en Sudán y su objetivo es la reunión familiar.
“Es un problema porque nos dan visa que debemos renovar cada año,pero que no nos permite salir del país y volver a entrar”, explica Meka. “Entiendo que si nos dieran cédula israelí, toda Africa vendría a Israel. No hay duda que estar en Israel es mucho mejor que estar en Sudán. La gente es muy buena, nos ayudan mucho gracias a Dios. Es muy bueno que hayamos llegado a Israel, pero ahora pedimos ayuda para poder continuar de aquí a otro país donde podamos reunirnos con nuestros hijos, sea en Europa , Canadá o Estados Unidos. No nos arrepentimos de haber venido, pero entendemos que no podremos reunirnos aquí con nuestros hijos que están en Darfur. Y esperamos que con la ayuda de las Naciones Unidas lleguemos a un destino donde podamos estar con ellos y no solamente hablar por teléfono”.
El buen encuentro con Tzahal
Preguntamos a Meka qué recuerda del momento en que cruzó la frontera entre el Sinaí egipcio e Israel. “Recuerdo la actitud tan humana de los soldados israelíes, por primera vez en toda la travesía sentimos seguridad y un buen trato”, responde. “Nuestro gobierno nos disparaba, los egipcios nos atacaban cuando cruzábamos el Sinaí, y al llegar a Israel todo era tranquilidad, se terminaban los problemas. Y si uno llegaba herido, te curaban, te trataban”.
Meka quiere hallar otro destino por su situación familiar, pero nos dice que para Israel sólo tiene agradecimiento, muy especialmente por cierto para la gente del kibutz.
Una historia personal. Un mundo entero.