La historia de amor del joven argentino Martín Grinberg con la tierra de Israel
Comencemos por lo general, aunque lo que más emociona es poder dar rostro y nombre propio al enorme y singular fenómeno de la inmigración judía al Estado de Israel, a pesar de las dificultades y desafíos con los que el país aún tiene que lidiar.
Siempre pensamos que uno de los hechos que más destacan lo singular del Estado de Israel, es que continúe atrayendo inmigración a pesar de ser un país aún en conflicto. Es que, recordemos, los avances, el desarrollo, la innovación y la alta tecnología, son encomiables, pero no hacen desaparecer la amenaza del terrorismo y el extremismo de algunos de los vecinos cercanos o lejanos de Israel.
Pero, a juzgar por los números, está claro que el balance, a ojos de judíos en el mundo, es más que positivo. Y aún si la motivación de su inmigración puede ser en muchos casos el deseo de irse por distintas razones de sus países de nacimiento y no necesariamente un ferviente sentimiento sionista, el hecho que en el momento de la verdad eligen a Israel también es un profundo mensaje.
En lo que va del 2021, la aliá, inmigración a Israel, ha aumentado en un 31% en comparación con el año pasado. En los más de 9 meses transcurridos llegaron 20.360 olim, inmigrantes, en comparación con 15.598 en el mismo lapso en el 2020, según informaron recientemente el Ministerio de Aliá y la Agencia Judía
De ellos , 633 llegaron de Argentina, un aumento del 46%.
Una de muchas historias particulares de aliá

Y mencionamos en especial a Argentina, aunque por cierto han llegado nuevos inmigrantes de muchos otros países de América Latina, ya que recientemente tuvimos la posibilidad de conversar con un joven llegado hace poco más de un año y medio de Buenos Aires, que nos contó su historia y compartió con especial entusiasmo el proceso que ha vivido y cómo va avanzando en la integración en Israel, habiéndose inclusive enrolado a Tzahal, las Fuerzas de Defensa de Israel.
Se trata de Martín Grinberg, de 22 años recién cumplidos,que ahora está haciendo un curso de “jovesh kraví” , o sea enfermero de combate, un desafío nada sencillo. Imaginemos: los soldados que se desempeñaron en sus respectivas unidades con esa responsabilidad, son quienes asisten a heridos en combate. Ha estado antes en la unidad conocida como “Gadsar Najal”, una sigla que significa el “gdur siúr” del Najal, o sea batallón de patrulla de esta unidad de combate que históricamente también tiene una dimensión de vínculo especial con la tierra.
Martín llegó solo a Israel,pero sabiendo que no estaría solo, ya que su hermano había tomado la misma decisión tres años antes.

Es singular contar la historia de jóvenes como Martín que deciden romper la rutina que llevaban e instalarse en Israel con el declarado objetivo de enrolarse a Tzahal. ¿Por qué? Porque el nombre, Fuerzas de Defensa de Israel, no es un puro adorno sino una necesidad. “Israel es el país del pueblo judío y precisa que lo defendamos. Por eso vine, por sionismo, decidido a hacer el servicio militar obligatorio. La mejor forma de hacerlo, claro está, es radicándose en el país”.
Al llegar hizo primero ulpán, curso de hebreo, en el kibutz Maagan Mijael, trabajó dos meses en el kibutz mismo, donde tenía su habitación y recibió una familia adoptiva a la que se refiere diciendo “son unos genios”.
Martín ya conocía Israel, pero evidentemente, venir a vestir uniforme fue totalmente distinto de la experiencia anterior. Además está rodeado de una mayoría de jóvenes “sabras”, o sea nacidos en Israel, sus compañeros en el ejército. Hasta las guardias, a menudo mencionadas por los jóvenes soldados como el deber no más agradable del mundo, le daban a Martín una sensación especial. “Cuidar una base no es poca cosa. Todo lo que siento está relacionado a esto que es más fuerte que yo, el sentimiento sionista por el que tomé la decisión de venir”.

Preguntamos a Martín si acaso siente un espíritu especial en Tzahal. “Hace un tiempo hubo en mi unidad lo que se llama sidrat jinuj, o sea una serie de actividades dedicadas enteramente a temas educativos”, nos cuenta. “Y allí aprendí mucho sobre el espíritu del ejército. Tengo claro que tiene un encare muy humano, que su prioridad es la vida de la gente. Está para defender. Su primer objetivo no es atacar”.
Martín proviene de una familia de clase media que considera “típica de la vida judía en Argentina”. Estudió primaria y secundaria en colegios judíos, creció con un fuerte sentimiento sionista y activaba en el movimiento Hacóaj. Siempre se interesó mucho por la vida de Israel y su historia , y también por la historia judía.

Sabe sobre la historia del terrorismo con el que ha tenido que lidiar Israel, sobre la Shoá, la filosofía de Martin Buber y las pinturas de Marc Chagall . “Todo eso me formó”.
Como judío argentino, no puede dejar de mencionar los dos grandes atentados terroristas en Buenos Aires, el perpetrado en 1992 contra la Embajada de Israel y el de 1994 contra la AMIA. “Yo no los viví personalmente, pero su recuerdo me guía siempre”, asegura Martín. “Me crié consciente de lo que el pueblo judío había sufrido y decidí venir a Israel para aportar un grano de arena a que eso deje de pasar”.