Beatriz W. de Rittigstein
Hace unos días falleció el célebre escritor Mario Vargas Llosa, dejando un valioso legado a la literatura universal. Escribió más de veinte novelas, cuentos, obras de teatro, ensayos e innumerables artículos. En sus obras, Vargas Llosa plasmó los lazos indelebles que lo unían a su país, el Perú y su perspectiva acerca de la historia, la política, la cultura y la realidad social peruana, a la cual procuró un provechoso aporte. En su abundante producción literaria también se percibe sus ilustraciones sobre América Latina, el sistema democrático y la necesaria libertad para un justo desarrollo, en ese sentido fue un crítico vigoroso del régimen comunista cubano y siempre respaldó las luchas de los ciudadanos venezolanos en abierta oposición a los regímenes chavistas.
Sin embargo, Vargas Llosa no estuvo exento de fallas. Por ejemplo, participó en una investigación sobre el caso de la masacre de Uchuraccay. Un hecho ocurrido en 1983, cuando ocho periodistas, un guía y un comunero fueron asesinados por campesinos en la sierra de Ayacucho. Al parecer, los campesinos los confundieron con terroristas de Sendero Luminoso, en un contexto de intensa violencia. Vargas Llosa, junto con un equipo, elaboró un informe que fue muy polémico, especialmente porque estaba basado en una visión paternalista de los campesinos peruanos, se los presentaba como “primitivos”, ignorantes, con nula comprensión del mundo más allá de sus aisladas aldeas, sin capacidad de juicio propio. El Informe Vargas Llosa no fue verosímil debido a la investigación apresurada y por no analizar los componentes estructurales.
Tal como se vio en el caso de la masacre en los Andes, Vargas Llosa tuvo problemas en discernir objetivamente los crímenes terroristas y sus consecuencias; así, de forma maniquea, como si estuviera construyendo sus personajes y circunstancias noveladas, durante los últimos 25 años infantilizó al terrorismo palestino, ya sea de extrema izquierda o del islam radical, restándole por completo responsabilidad y difamando a Israel. Fueron muchas sus columnas de opinión en las que se explayó con engañosos señalamientos; además de cometer errores en los datos e incidencias, lo que mostró su desconocimiento del Medio Oriente o tal vez fueron tergiversaciones intencionales.
Por citar algunos de sus escritos, a mediados de 2016, publicó tres reportajes producto de una corta visita a Israel invitado por la ONG Rompiendo el Silencio, de muy dudosa reputación y crédito. Describió sólo lo que él quiso ver, totalmente en coordinación con quienes difunden de modo malintencionado, una propaganda mordaz que promueve inexactitudes sobre los hechos. Lo que Vargas Llosa llamó “realidad”, fueron episodios parciales de determinadas situaciones que, más bien, constituyeron ficciones. Sus reportajes correspondieron a una narrativa en la que usó el realismo mágico, nada adecuado para el género periodístico, resultando un delirio arbitrario y manipulado.
En noviembre de 2023, Vargas Llosa publicó un artículo titulado “El asalto interminable” en el que, de alguna manera, justificó la invasión y masacre perpetrada por Hamas en el sur de Israel, el 7 de octubre de ese año. Desde el inició negó la conexión de los judíos con su patria ancestral y para ello esgrimió razones fraudulentas: “Para que haya una paz fructuosa entre israelíes y palestinos, tendría, antes, que explicarse y aceptarse algo que para los palestinos es incomprensible: que en medio de esas tierras surgiera una entidad israelí de la noche a la mañana, por una decisión de las Naciones Unidas que no fue consultada con el pueblo palestino”, así ocultó que siempre hubo presencia judía en la tierra de Israel, que por supuesto no fue “de la noche a la mañana” y que en ese tiempo no existía pueblo palestino; al escritor se le olvidó que la Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU, aprobada en 1947, propuso la partición de Palestina en dos estados, uno judío y otro árabe, no se dijo estado palestino. Descaradamente, Vargas Llosa prosiguió con los argumentos y datos de Hamas, y entre sus fabricaciones, refutó el derecho de Israel a defenderse.
Vargas Llosa, fiel a sus obsesiones, omitió importantes elementos y enfatizó otros. No tuvo la honestidad de superar sus manías y la seriedad para ver las causas históricas y verificadas del conflicto entre el grupo terrorista, yihadista y genocida Hamas e Israel. No tuvo la sabiduría para condenar a países como Irán y Catar, los cuales apuestan sus riquezas y esfuerzos en el designio de destruir a Israel y desestabilizar a ciertos países árabes; tampoco tuvo la hidalguía para denunciar a las organizaciones islamistas radicales que inflaman los conflictos en el Medio Oriente y que ya han llegado a Europa.