La primera reacción que tuve fue la del “no puede ser”. ¿¡NO será otro Fabián Álvarez!? Ayer fue mi cumpleaños y ya eran las 11 de la noche de un día tranquilo, lleno de mensajes, risas y alegría… hasta que apareció esa noticia.
Con Fabián teníamos un vínculo muy especial, profundamente emocional. Fue él quien me explicó tantas cosas: sobre el VIH, sobre cómo funcionan los movimientos LGTB+, sobre lo que implica ser joven y vivir con HIV.
A lo largo de los años que nos conocimos, hablamos de todo: de la vida, de su amor por Israel —sí, siendo un tipo de izquierda—, de sus viajes, de su trabajo como docente. Nos unía la pasión por la lectura y la escritura, nunca nos faltaron temas. Fabián escribía hermoso. Publicó dos libros, Aviones de papel y Clarooscuro, además de muchos artículos para el portal.
La última vez que nos vimos fue en la presentación de Duelo de hombre, de Friedrich Perschak, en la librería Adaggio, en Punta Carretas. Fabián participó del evento y, al despedirnos, nos dimos un abrazo de esos que te dejan el cuerpo lleno de cariño. Como siempre, quedó flotando la idea de vernos más, de compartir más tiempo.
Siento una tristeza enorme. Una de esas que dejan la sensación de que la vida, a veces, es brutalmente injusta.
Fabián era una persona de convicciones firmes, comprometido con sus ideas. Un hombre de izquierda y defensor apasionado de Israel, una combinación que le trajo más de una pelea con quienes decían ser sus amigos.
El mundo, sin Fabián, es un poco peor.
