Por Ricardo Ruiz de la Serna, analista político.
Publicado en El Imparcial, España
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Por toda Europa se prodigan en estos días ceremonias que conmemoran la liberación del campo de exterminio de Auschwitz. En España el 27 de enero es el Día Oficial de la Memoria del Holocausto y la Prevención de los Crímenes contra la Humanidad de modo que en distintas ciudades tienen lugar actos de memoria y se renuevan los compromisos de que nada así se repita jamás.
Mientras esto sucede, en esos mismos países europeos, se permiten campañas antisemitas, actos antisemitas y decisiones antisemitas como las que promueve el movimiento BDS. Mientras en nuestro continente -donde se alzaron los campos, se construyeron los guetos y se perpetraron las redadas contra los judíos- se repiten las promesas y se reafirman los votos, las sinagogas necesitan protección y llevar una kipá supone un peligro en muchos barrios.
Mientras en Europa se propaga el odio contra Israel -el Estado judío y el judío entre los Estados- a políticos y líderes de opinión se los ve sinceramente compungidos y genuinamente emocionados.
No hay por qué dudar de su sinceridad, pero sí de su memoria: son los mismos que recitan el resto del año los tópicos antisemitas que alimentan el odio. Ya saben: el judío asesino de niños, el judío como controlador del mundo, el judío como revolucionario, el judío como banquero, el judío como enemigo del género humano, el judío como repetidor en la actualidad de lo que los nazis hicieron en el pasado. Esos políticos que hoy lloran a los judíos muertos y mañana condenan a los judíos vivos. Esos líderes de opinión que hoy se horrorizan ante los crímenes abominables de Hitler y sus aliados y mañana justifican a terroristas que matan, hieren y secuestran a mujeres, ancianos y niños desarmados. Hay que comprender, dicen, que es una lucha contra la ocupación, una lucha por la liberación, una lucha para salvar a su pueblo. Los nazis también decían que pretendían salvar a Alemania mientras perpetraron, con sus crímenes, la mayor traición a Alemania, a Europa y a nuestra civilización.
80 años después de la liberación de Auschwitz, en Europa, mientras cada mes de enero se habla mucho de la memoria y de la responsabilidad, el resto del año se equipara a las víctimas de los terroristas con los presos por terrorismo condenados en cárceles israelíes después de un juicio justo. Quizás en nuestro continente se hable mucho y se haga poco para que los judíos europeos vivan con la misma libertad que el resto de sus conciudadanos. En estos días, se encenderán velas, se recitarán poemas y oraciones, sonarán piezas musicales desgarradoras. Después, el resto del año, la propaganda islamista y yihadista seguirá asfixiando el discurso público y silenciando las preguntas necesarias: por ejemplo, seguirá pareciendo de mal gusto preguntar dónde emplaza Hamás sus lanzaderas de cohetes y de misiles. Seguirá siendo disonante la pregunta sobre el destino de los fondos europeos que llegan a Gaza. Seguirá provocando entrecejos fruncidos la observación de que grupos islamistas y yihadistas se siguen sirviendo del sistema de libertades e instituciones de Europa para sembrar el odio contra Israel, contra Europa y contra nuestra civilización. Mañana lunes los europeos recordaremos mientras, el resto del año, en nuestro continente las calles seguirán siendo el escenario de manifestaciones que exaltan el terrorismo.
A cada generación se le imponen unos deberes ante la historia. Los europeos de hoy tenemos no sólo la obligación de recordar, sino también la responsabilidad de actuar frente a quienes hoy insuflan nueva vida al viejo antisemitismo. Mientras Europa contempla su pasado, no debería apartar la mirada del presente.