Hace muchos meses, cuando no imaginábamos que al comenzar el 2025 aún estaríamos en guerra y que habría todavía 90 secuestrados en Gaza- eran 100 hasta hace muy poco- conocimos a Natalia Casarotti, miembro de lo que la tragedia personal de tantos había convertido en la triste comunidad de Nova. O sea, del marco compuesto por los familiares de los 404 asesinados en esa fiesta de la naturaleza y otras dos más pequeñas que se llevaron a cabo no lejos de la central, en la zona del kibutz Reim, fiestas alegres cuyos participantes fueron sorprendidos por el horror del salvaje asalto terrorista del 7 de octubre.
Natalia había perdido en Nova a Keshet, uno de sus tres hijos. “Mataron a mi hijo pero no matarán mi alma”, nos dijo en aquella oportunidad, en una solemne marcha de familias de Nova desde la explanada del teatro nacional Habima hasta la plaza Dizengoff.
Keshet (que significa arco iris), fue asesinado cuando tenía 21 años y estaba casi por cumplir ya 22. Su hermana mayor es Anán (nube) y la menor Shémesh (sol). Natalia nació en Buenos Aires y creció en Israel desde los 3 años. Vive en el kibutz Samar en el sur de Israel.
Desde el 7 de octubre trata de seguir con su vida, pero sin olvidar. En realidad, no sólo sin olvidar sin perpetuando la vida de su hijo asesinado a través de un claro homenaje al camino que él había elegido en los dos últimos años de su vida antes de la tragedia.
La gran comunicadora Sivan Rahav-Meir compartió días atrás su historia contando que Keshet Caserotti se convirtió en uno de los símbolos de Nova, y reproduciendo el emotivo texto que escribió su madre, Natalia, en las redes.
"¿Qué pasa con un kibutznik que introduce un rollo de la Torá? Mi hijo, Keshet, se acercó a la religión durante los últimos dos años de su vida. Se ponía tefilin y trataba de respetar el Shabat.
En la noche de Simjat Torá, el 6.10.23, Keshet Shelley bailó sosteniendo en su mano el libro de la Torá de la sinagoga 'Bnei David'. Todos los que vieron a Keshet esa noche hablaron de la luz que emanaba de él, de su inmensa felicidad.
Esa noche Keshet fue a la fiesta Nova, junto con Shani Lock, Orion Hernández y otros amigos. Ningun de ellos regresó.
El año pasado hice cosas diferentes para Keshet. La palabra "conmemoración" me resulta difícil. Prefiero decir que traigo su presencia.
Aunque soy una persona extremadamente secular, en el último año me encontré encendiendo velas de Shabat, ayunando por primera vez en mi vida en Iom Kipur y sobre todo, participando en un proyecto que toma rollos de la Torá dañados o inválidos, luego los repara y renueva. Les da una nueva vida. Me uní al proyecto principalmente desde el punto de vista ecológico e ideológico. No tirar, sino usar. Se toma un rollo de la Torá que ha vivido toda una vida, que tiene un rico pasado, que ha servido fielmente a una comunidad durante décadas, y se le da una nueva vida en un nuevo lugar. Este proyecto está abierto a otras familias en duelo que estén interesadas en un homenaje de este tipo.
La portada del libro de la Torá consta de cuadrados de bordado, que junto con un emocionante grupo de mujeres bordamos en memoria de Keshet.
La madera sobre la que está encuadernado el pergamino procede de árboles que fueron quemados la mañana del 7.10 en los asentamientos de la zona adyacente a Gaza.
Algún simbolismo, cierta continuidad. Cuánta vida en y a pesar de la muerte”.
En el mes de noviembre, ese libro de la Torá fue ingresado a la misma sinagoga en la que Keshet había bailado en la víspera de Simjat Torá, antes de ser asesinado. Natalia contó luego en Facebook sobre lo multifacético del evento en términos del público participante, religiosos y laicos, un verdadero mosaico de unidad.
·”El camino que recorrí desde el momento en que elegí participar en este proyecto hasta su final, me acercó aún más a Keshet y en cierta medida a mis raíces, al judaísmo”, escribió Natalia.
Nos volvimos a comunicar con ella para confirmar que podemos reproducir sus palabras, a lo cual accedió, como era previsible, con emoción y agradecimiento.
Y agregó un pedido: “Por favor, querido Dios, si ya estoy así, ya sabes, acercándome, bendícenos: ¡deja salir a mi pueblo! Liberen a los secuestrados ahora, protejan a los soldados, devuelvan a todos a sus hogares, hagan la paz entre nosotros”.