Así se preparó Israel para recibir a los secuestrados liberados

En medio de las numerosas dudas que despiertan los detalles publicados hasta ahora del acuerdo con Hamas que parece inminente –aunque no hay aún confirmación oficial categórica- hay también una profunda esperanza. Especialmente, de las familias cuyos seres queridos están en principio incluidos en la primera etapa de la liberación que abarcaría a 33 ó 34 secuestrados, no está claro cuántos vivos y cuántos muertos: las mujeres, los niños, los heridos y los enfermos y los hombres mayores de 50 años.

Con esto de fondo, es ineludible pensar continuamente en aquellos que volvieron del horror en el marco del alto el fuego de noviembre 2023. Están vivos y con sus familias, pero no pocos tienen aún a seres queridos secuestrados. Y además, llevan consigo las marcas de lo que vivieron en cautiverio.

Recientemente, en una actividad organizada por Media Central, un grupo de periodistas visitamos el centro médico Sheba-Tel Hashomer. Entre otras actividades, nos reunimos con el Dr. Itai Pessach (se pronuncia Pésaj), Director del Hospital Pediátrico dentro del Sheba y jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos, quien atendió a todos los niños y jóvenes que llegaron a su hospital directo desde Gaza, y también a los adultos. Asimismo recibió numerosos heridos del 7 de octubre, entre ellos no pocos niños. 

Es importante conocer su testimonio. Nos contó cómo se preparó Israel para recibir en el alto el fuego de noviembre del 2023 a los secuestrados que serían liberados. Ahora, de cara a la llegada del nuevo grupo, hay por cierto más experiencia, pero por otra parte la situación es inmensamente más grave que en aquel entonces: los que vuelvan, no habrán estado cerca de 50 días en cautiverio sino más de 470.

El desafío de recibir a los secuestrados, una situación sin precedentes

“Prepararnos para recibir a los secuestrados que serían liberados era  algo para lo que no contábamos con protocolos. No sabíamos cómo atender a personas que habían sido secuestradas y liberadas, por lo que comenzamos a desarrollar nuevos protocolos con la ayuda de expertos. Reunimos a nuestros equipos de psicólogos y psiquiatras especializados, quienes ya tenían experiencia tratando a niños que habían sufrido traumas. Eran equipos con mucha experiencia pero que nunca habían tratado a secuestrados que habían sido liberados del cautiverio. Ellos entonces formaron el núcleo principal. Comenzamos a recabar asimismo información de expertos en el país, por ejemplo, gente que habían tratado a prisioneros de guerra israelíes que habían estado cautivos en Egipto o Siria durante la guerra de Iom Kipur; gente que había atendido al entonces soldado Guilad Shalit, al volver del cautiverio de 5 años en Gaza en el 2011. Además, estuvimos en contacto con organizaciones de distintos países con experiencias pertinentes: equipos en Estados Unidos, en Sudamérica equipos que habían tratado a niños y mujeres que habían sido secuestrados por los carteles de la droga. Hablamos también con expertos en Kosovo y con equipos en África que habían tratado a las víctimas de Boko Haram. Intentamos establecer en la medida de lo posible protocolos basados en evidencias, que nos permitieran recibir a los secuestrados. 

Formamos un equipo de 150 profesionales: médicos, psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, administradores y nutricionistas, para desarrollar y aprender esos nuevos protocolos. Realizamos asimismo simulaciones con actores que hacían el papel de los secuestrados para estar mejor preparados”.

¿Cuáles eran las instrucciones a los equipos? 

“Entre los guiones, por ejemplo, les dijimos de hablar en silencio porque probablemente así iban a actuar los secuestrados al regresar. Les dijimos además que debían evitar contacto físico. 

Pensamos que así iban a regresar: muy callados, encerrados, tendrían una exposición gradual a la gente y al entorno. 

A las dos semanas de preparación, estábamos listos en infraestructuras y equipos para recibir al primer grupo de secuestrados. Adaptamos el entorno de algunos departamentos para que no sintieran que estaban en un centro hospitalario. No recibieron ni pijamas ni camas de hospital”.

Y llegó el día en que comenzaron a salir de Gaza

“Esperamos, esperamos y esperamos, hasta el primer acuerdo con Hamás, a los 50 días de la guerra, y la salida del primer grupo de secuestrados: mujeres mayores y madres con niños. Los encuentros fueron emotivos, preparamos a las familias para recibirlos y garantizar que ese encuentro que creíamos que era lo más importante, tuviera lugar rápidamente, antes de encontrar al equipo médico. Hicimos todo para que el encuentro fuera significativo, no traumático. Buscamos transmitir con mucha delicadeza la información difícil que desconocían sobre algún ser querido aún cautivo, muerto o herido. 

Cuando llegaron los secuestrados, nos sorprendió descubrir que la realidad era diferente en muchas de las cosas de lo que habíamos preparado. Querían hablar y mucho, querían  contar lo que les había ocurrido. Muchos de ellos realmente estaban muy deseosos de tocar, abrazar. Querían ese abrazo con calidez humana”.

La situación médica, entre la primera impresión y la verdad

“Estábamos muy preocupados por su condición médica. La primera impresión era que estaban menos mal de lo que habíamos pensado pero cuando les hicimos estudios más detallados, encontramos dificultades físicas y emocionales. Muchos sufrían malnutrición ante la comida escasa e inadecuada en el cautiverio y signos de abuso físico.  

Y esto lo vimos en quienes regresaron después de 50 días, hoy ya transcurrió muchísimo tiempo más. 

Hubo además cosas que uno puede no pensar que son significativas, pero lo eran. Una de las rehenes no podía dormir, apenas podía estar sentada en un mismo lugar, daba vueltas todo el tiempo. Realmente nos preocupaba, porque desde el momento en que vino, no pudo dormir, y nos había dicho que no había dormido nada en el cautiverio. Después de mucho tiempo sin descansar, nos preocupaba su condición física. Transcurrido un tiempo, dijo que quería que le arreglaran las uñas y después que vino una manicura a hacerlo, se fue a dormir. Durmió casi diez horas seguidas. Ese fue el momento en que ella se sintió nuevamente “humana”. Fue muy significativo”.

Un importante seguimiento, con esperanza de poder atender a muchos más secuestrados que vuelvan.

“Hace unos meses establecimos una clínica para la atención y el seguimiento de las familias y los secuestrados, ya que sus necesidades tanto físicas como psicológicas siguen presentando retos. Estamos preparados para atenderlos a lo largo del tiempo y además estamos preparados para recibir a otros secuestrados que regresen”.