La Persuasión de una Mujer - El Drama Cósmico de la Libertad de Elección - No Sabía que Era el Agente de D-os - Los Tzitzit
No. 285
Vaishlaj
Horario de velas en Montevideo
13 de diciembre 19.36
https://jabad.org.uy/media/pdf/1300/VJjg13009048.pdf
LA PERSUASIÓN DE UNA MUJER
Por Naftali Silberberg
“(Iaacov) se levantó aquella noche, tomó a sus dos mujeres, a sus dos sirvientas y a sus once hijos, y cruzó el vado de Iabok.” (Bereshit 32:23)
“¿Pero dónde estaba [la hija de Iaacov] Dina? [Iaacov] la puso dentro de un cesto y la encerró allí, para que Esav no pusiera sus ojos en ella. Por lo tanto, Iaacov fue castigado por ocultarla de su hermano, [porque si se hubiera casado con ella] quizás ella hubiera hecho que mejore su forma de ser, y ella cayó en las manos de Shejem” (Comentario de Rashi al versículo)
Esav fue educado en la familia más ideal que se pueda imaginar. Sus memorias de infancia eran de una vida junto a su ilustre abuelo Abraham, el paradigma de bondad y pureza, quien personalmente supervisó la educación de sus nietos gemelos y les dio las bases para una vida espiritual plena de sentido. Con la muerte de Abraham cuando Esav tenía 15 años, la vida para el joven continuó en la presencia de Itzjak y Rivka y su hermano Iaacov. Ver a un tzadik (persona justa) aunque sea solo una vez tiene un fuerte impacto en una persona, y ¡Esav pasó décadas con nada menos que los tres patriarcas! Uno tendría dificultades para encontrar otra persona en toda la historia con una formación comparable, sin embargo esto tuvo muy poco efecto en el insensible Esav.
Pero lo que los padres y el hermano no pudieron lograr, Dina lo podría haber hecho. A pesar de que era una muchacha joven, ella podría haber inspirado a Esav, un hombre con un increíble potencial no realizado, a que corrija su manera de ser. Esto es una demostración convincente de la influencia que una mujer tiene en su hogar. Nuestros sabios se refieren a la mujer como “akeret habait”, la base del hogar, porque ella marca las pautas de su hogar, no a través de sermonear o persuadir, sino estableciendo el ambiente de la familia.
Hay muchas formas de influenciar a los demás. La dinámica maestro/estudiante ciertamente es una contribución vital en el desarrollo de la persona, pero está ampliamente reconocido que impartir información es la manera menos efectiva de inspirar a una persona a que cambie. Los padres juegan un rol mucho más grande en la formación del carácter de sus hijos. Sirven como el primer modelo a imitar de sus hijos, enseñando con el ejemplo antes que con el adoctrinamiento. Los valores con los que viven estarán siempre profundamente impregnados en la mente de sus hijos. Sin embargo, los niños tienen una tendencia natural a rebelarse, a explorar el mundo por sí mismos para llegar a su propio código de ética y valores. La tendencia innata de los jóvenes de descartar las conclusiones alcanzadas por generaciones previas le permite al mundo progresar continuamente y descubrir nuevas “verdades”, muchas de las cuales serán refutadas por siguientes generaciones, pero también limita la influencia que las generaciones pasadas ejercen sobre los más jóvenes.
La influencia fundamental es ejercida por la mujer quien marca las pautas de su familia. Nadie es inmune a la atmósfera que se extiende en su propia casa. El hombre puede ser más elocuente sobre sus opiniones, pero los valores que dominan el hogar lentamente penetrarán.
Obviamente, Dina tenía poderes espirituales extraordinarios, porque ¡por supuesto que no es recomendable que una mujer promedio se case con un Esav para corregirlo! Sin embargo, la historia de Dina da luz sobre el enorme rol que cada mujer tiene en la formación del carácter de los miembros de su familia.
EL DRAMA CÓSMICO DE LA LIBERTAD DE ELECCIÓN
"Estos son los reyes que reinaron en Edom." (Bereshit 36:31)
La cuenta de estos reyes alude a la creación y subsecuente colapso del mundo espiritual del “Caos” (Tohu), que precedió al mundo espiritual de “Rectificación” (Tikun). Nuestro universo físico se deriva del mundo de la “Rectificación” pero contiene también elementos residuales del mundo del “Caos”.
El mundo del “Caos” era conocido por este nombre porque las energías dentro de él eran demasiado egoístas como para cooperar una con la otra, así como un niño inmaduro no puede reconciliar sus emociones conflictivas. Y así como la inmadurez del niño debe ser quebrada por la crisis de la adolescencia para que pueda pasar a la madurez adulta, el mundo del “Caos” tuvo que ser quebrado para que el mundo de la “Rectificación” sea creado de sus ruinas.
El egoísmo está por lo tanto incrustado en nuestro mundo como el remanente de ese mundo destruido. Esas chispas del mundo del “Caos” son necesarias, porque para que haya libertad de elección, debe haber un elemento de “mal”, es decir egocentrismo, disponible como alternativa al altruismo y la bondad.
La tarea de Jacob y sus descendientes a lo largo de la historia es elevar a los descendientes espirituales de Esav, las chispas caídas del mundo del “Caos”, a través de santificar el mundo material.
Likutei Sijot (Arizal), Maamarei Admur HaZakén 5568, vol. 1, pág. 1 ff, et al.
Génesis (Bereshit) 32:4 – 36:43
La octava sección del libro de Génesis relata los desafíos del patriarca Jacob cuando regresa a la Tierra de Israel luego de concluir su estancia en Aram. Comienza cuando escucha que su resentido hermano Esaú está en camino para enfrentarlo. Jacob envía (Vaishlaj, “el envió” en Hebreo) un comité diplomático para encontrarse con Esaú. Luego de neutralizar la amenaza de Esaú, Jacob tiene que responder al secuestro y violación de su hija Dina por la población local. Después de esto, su esposa Raquel fallece en el parto. La narrativa concluye su relato del padre de Jacob, Isaac, y de su hermano, Esaú, preparándose para continuar con la historia de Jacob en la próxima sección.
NO SABÍA QUE ERA EL AGENTE DE D-OS
Por Mendy Pollack
Fue una escena extraña por lo menos. La congregación ya estaba en medio de los servicios del Shabat por la mañana cuando un niño pequeño, vestido con una kipá y ropa de Shabat, entró corriendo a la sinagoga, miró a su alrededor con confusión y salió corriendo de nuevo. Cuando el niño regresó la mañana del Shabat siguiente, me acerqué a él y le pregunté si necesitaba ayuda. Pero él sólo me miró tímidamente y no dijo una palabra. El tercer Shabat, la escena se repitió una vez más. Cada vez, salía corriendo en silencio, sin explicar nunca por qué había venido ni qué necesitaba.
Entonces, un domingo, estaba caminando por Main Street, la calle principal de nuestro barrio judío en Queens, Nueva York, cuando vi al niño pequeño caminando hacia mí.
Curiosamente, llevaba la mano de un hombre que no parecía ser un judío religioso. Con la cabeza descubierta y una camiseta desaliñada, no parecía el padre de un niño pequeño con una kipá y peyot. Para complicar aún más las cosas, la otra mano del hombre estaba sostenida por una niña pequeña, que yo sabía que asistía a la clase de la escuela judía de mi hija.
Después de describir el trío a mi esposa, ella me explicó que la madre de los niños había redescubierto el judaísmo en la edad adulta y estaba tratando desesperadamente de introducir la práctica judía en la vida familiar. Su marido, sin embargo, no estaba interesado en nada religioso.
Entonces comprendí por qué el niño había venido a la sinagoga todas las mañanas y luego había salido corriendo. Su madre debía haberlo enviado a asistir a los servicios, pero sin un padre con quien sentarse, no se sentía cómodo tomando asiento en la sección de hombres.
Después de averiguar dónde vivía la familia, llamé a la puerta y me presenté a la mujer como el padre de la compañera de clase de su hija. “Noté que su hijo no tiene con quién sentarse en la sinagoga”, continué. “Tengo cuatro hijos que se sientan conmigo. A partir de ahora, su hijo se sentará con nosotros”. Y así fue. Todos los viernes por la noche y Shabat por la mañana, el pequeño se unía a mí y a mis hijos en la sinagoga.
Después de unas semanas, el pequeño se trasladó a la Yeshiva Darchei Torah en Far Rockaway, donde asistían mis hijos. Con el tiempo, nuestras familias se volvieron cercanas y a menudo se unían a nosotros (sin el padre) para las comidas de Shabat.
Después de varios meses, hablé con el rabino Yaakov Bender, el legendario director de la escuela.
“¿Sabes lo que hiciste?”, me preguntó lleno de emoción. “¡Salvaste a una familia entera!”. Me explicó. “La madre ha estado luchando mucho para vivir una vida judía plena y enseñar a sus hijos a disfrutar de la belleza del judaísmo, pero fue muy, muy difícil para ella sin la cooperación de su esposo. Todos los viernes por la noche, ella ponía la mesa e intentaba que los niños se unieran a ella para la comida de Shabat, mientras su esposo miraba la televisión en el otro extremo de la habitación. Puedes imaginarte dónde preferían estar.”
“Un domingo, se sentó a la mesa y tuvo una conversación sincera con D-os. ‘Estoy haciendo esto por Ti’, le dijo, ‘y necesito que me ayudes’. Le contó que estaba especialmente preocupada por su hijo, que se estaba haciendo amigo de ‘gente equivocada’ y necesitaba urgentemente una figura paterna a la que admirar y emular. Luego le dijo que si Él no le demostraba que le importaba su lucha, se daría por vencida. Era demasiado difícil. Apenas terminó su oración, llamaste a la puerta ofreciéndote a ayudar”, concluyó.
Pasaron los años. Los niños continuaron su educación judía y todos viven vidas judías saludables y plenas. ¿Y el padre? Después de que su padre falleciera en 2001, comenzó a decir Kadish todos los días. Desde entonces ha usado una kipá y ha adoptado la práctica judía, cumpliendo el papel de un padre y abuelo judío piadoso y amoroso.
Al reflexionar sobre esta asombrosa cadena de acontecimientos, me doy cuenta de que tuvo poco que ver conmigo. No hice ningún tipo de convicción inteligente ni de orquestación grandiosa. Tuve la suerte de ser la herramienta de D-os, todo porque vi algo e hice algo. Gracias a D-os que lo hice.
LOS TZITZIT
La mayoría de la gente no piensa el judaísmo como una religión con flecos. Sin embargo, ese es nuestro uniforme. Debajo de las camisas, los hombres y los jóvenes judíos llevan puesto un poncho llamado talit katán (literalmente: manto pequeño), que tiene flecos que cuelgan de cada esquina, tal como lo manda la Torá: “Harán flecos en las esquinas de sus vestimentas…” (Números 15:37-40).
Estos flecos, llamados tzitzit, están enrollados y atados para recordarnos todas las mitzvot. Los valores numéricos de las letras que comprenden el término hebreo tzitzit suman en total 600. Si a eso le agregamos los ocho hilos y los cinco nudos de cada tzitzit, tenemos un total de 613. Ahora se entiende por qué se acostumbra llevar los tzitzit colgando afuera, para que queden visibles. Al tener un recordatorio tangible de las 613 mitzvot, estamos fortaleciendo nuestro dominio de las tentaciones del corazón.
Únicamente las prendas de vestir que tienen cuatro (o más) esquinas necesitan tzitzit, y hoy en día hay muy pocas prendas de vestir (fuera de los ponchos) que tengan cuatro esquinas. Por eso usamos un talit especial de cuatro esquinas, para poder cumplir esta mitzvá. Durante las plegarias de la mañana, los hombres se ponen un talit gadol, que es una versión más grande del talit katán.
Tradicionalmente, los niños empiezan a usar el talit katán cuando cumplen tres años.
Técnicamente hablando, el tzitzit es una mitzvá que se practica de día. Sin embargo, según la Kabalá, hay que usar tzitzit incluso de noche, cuando uno está durmiendo.
Para ponerse el Talit Katán:
Inspecciona los tzitzit todos los días y desenreda los flecos. Si estos se acortaron o se rompieron, llévaselos a un rabino para que verifique si todavía son kasher.
Antes de ponerte el talit katán, se di:
Bendito eres Tú, Hashem, nuestro Dios, Rey del universo, Quien nos santificó con Sus preceptos y nos ordenó acerca de la mitzvá de tzitzit.
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