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Jesús era judío, no palestino, y el Papa Francisco debería ayudar a recordarlo

Nos chocó sobremanera ver la foto del Papa Francisco, en silla de ruedas, observando el pesebre o Nacimiento en el que el niño Jesús está acostado sobre una cuna cubierta con una Kefía palestina. Se trata de un regalo de la ciudad de Belén, que le fue entregado al Sumo Pontífice por una delegación especial llegada de la ciudad de la Natividad. 

 

Los problemas son varios.

El primero aunque nada original ya que se reitera desde hace mucho, especialmente cerca de Navidad, es la alevosa mentira implícita. Jesús no era palestino, por más que los palestinos se esfuercen en cambiar la historia, por menos reparos que tengan, siempre, en inventar cualquier cosa que consideran les beneficia y deja bien plantados. Evidentemente, como no tienen su propia historia milenaria, la inventan, y qué más fácil que apropiarse de otra que ya está lista.

Jesús era un niño hebreo, nacido en Judea, la tierra de los judíos, nombre que el imperio de Roma le arrebató uno o dos siglos después, cambiándolo por Palestina. Pero no porque tuviera nada que ver con los árabes palestinos de hoy, que ni existían. Es más, su religión ni había nacido sino que llegó al mundo varios siglos más tarde, concretamente en el siglo VII. 

 

El otro problema, no menos serio, es que el Papa haya aceptado ese regalo sin decir nada para corregir la distorsión, al menos según lo que se ha publicado. Por más que diga que esa escena, tal cual la armaron, permite recordar los padecimientos de la guerra, el Papa debe saber que un niño Jesús sobre una kefía palestina crea una narrativa que distorsiona totalmente la historia. Pero lo peor es que la kefía, aunque tenga por supuesto su dimensión social, o digamos antropológica, identificada con la cultura de un pueblo, tiene hoy ineludiblemente, al igual que la bandera palestina, una asociación inmediata con el terrorismo palestino contra Israel. 

El Papa no debe aportar a la difusión de una mentira histórica de tal envergadura, evidentemente mal intencionada. Agregar a eso todo un discurso sobre lo terrible de la guerra, la búsqueda de la paz entre los hombres y el comentario sobre “Palestina atormentada”, deja automáticamente a Israel-aunque no lo menciona- en calidad de victimario.

Hace poco, el Papa tuvo otro comentario desafortunado, al decir que le han dicho que Israel podría estar cometiendo un genocidio en Gaza y que hay que investigarlo. ¿Otros le dicen tal o cual cosa y el jefe de la Iglesia católica opina entonces que hay que investigarlo? ¿No es consciente del peso de sus palabras? 

Luego es muy fácil decir que lo sacaron de contexto.

El peor escenario es pensar que este tipo de cosas ocurren-lo del supuesto genocidio y lo del pesebre-porque el Papa lo quiere expresamente. Otro, en el caso del pesebre, es estimar que se sintió incómodo de rechazar el regalo o hacer observaciones a la delegación de Belén. Evidentemente, su investidura y su posición de responsabilidad al frente de la Iglesia Católica, requiere valentía para defender la verdad.

El Sumo Pontífice no la tuvo.  Aunque el pesebre de la kefía distorsionando la historia de Jesús ya está puesto, no es tarde para que el Papa Francisco diga algo que corri
ja el error.

Ana Jerozolimski
(07 Diciembre 2024 , 21:06)

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