Entrevistas

Un uruguayo israelí bajo el fuego de Hezbolá

Con Salomón “Lalo” Vilensky del kibutz Farod, Director del Parque Industrial Dalton en la Alta Galilea

Es imperioso comenzar con una aclaración. Lalo Vilensky no es por cierto el único uruguayo israelí que está lidiando desde el 8 de octubre con el constante disparo de cohetes, misiles y drones por parte de Hezbolá hacia el norte de Israel. Pero al desempeñarse (desde 1999)  como Director del parque industrial Dalton, ubicado a sólo 5 kms de la frontera, el más grande de la zona,  su desafío va mucho más allá de su propia vivencia personal con su familia.

Lalo vive en el kibutz Farod, a 15 kms de la frontera con Líbano, donde por ahora hubo sólo una alarma pero no  impactos de misiles , por una cuestión de ángulo de su ubicación. Pero desde allí si se oye claramente los sonidos de la guerra. 

Conversamos con él en varias oportunidades en las últimas semanas y ahora, con la seria escalada en el terreno, resumimos su sentir, que estos días, ineludiblemente, es mucho más pesado y lleno de preocupación. 

Cabe señalar que la entrevista fue realizada antes de entrar Israel en la etapa más fuerte de la ofensiva contra Hezbolá.

 

El comienzo, 7 de octubre

P: Lalo, estás bajo fuego hace tiempo, como toda la población del norte, desde que el 8 de octubre Hezbolá comenzó a disparar hacia Israel en “solidaridad” con Hamas. Vayamos primero a ese comienzo, un día antes, la masacre en el sur. ¿Cómo lo viviste? Vivís en el norte, no en el sur, pero tenés famiia en el sur…todo se mezcla.

R: Yo tengo un hermano en el kibutz Zikim, que también fue atacado. Estaba ordeñando cuando empezó todo. Desde lejos, veíamos por la televisión lo que estaba pasando y lo llamamos a él para pedirle que se vaya del campo. No aceptó irse, terminó de ordeñar, por suerte salió con vida de esa locura.

 

P: Y en ese momento ¿supusiste que empezaría algo también en tu zona, en el norte?

R: Sí, claro. En realidad, nos avisaron a todos los directores de los parques de la zona, que eso era muy probable, que debemos empezar a prepararnos, a organizar las fábricas, a ver qué hay que hacer para lidiar con la situación. Entendimos que podía comenzar enseguida una escalada en el norte. Y así fue. Y la situación es insostenible, continuas alarmas, cohetes, a veces caen antes de que suene la alarma. Es una locura. ¿Quién puede soportar una situación así? 

P: ¿Qué significaba para vos prepararse?

R: Había que ver que los equipos de emergencia, lo que en hebreo se llama “kitót konenút” estén prontos. Yo me fui al parque industrial que dirijo, a Dalton, el mismo día 7 de octubre. Vimos qué había que hacer, cómo turnarnos entre nosotros los que estamos a cargo del lugar, que cada uno esté donde debe. Pero en ese momento pensamos que todo duraría unos días. No más que eso. Pero lo que pasa es que en ese momento, unas horas después de haber empezado todo en el sur el 7 de octubre, no sabíamos todavía cuál era el alcance de la situación, la terrible envergadura de lo que había pasado. Al día siguiente, el 8, empezaron a tirarnos misiles. Y desde entonces no pararon.

 

Los peligros y problemas

P: Recordemos cuál es la ubicación del parque industrial Dalton que dirigís. 

R: Está ubicado entre Merón y la ciudad de Safed a 5.3 kms de la frontera con Líbano. O sea que los caen todos los que van para esos dos lados. A Merón tiran mucho porque también hay una base importante. Cuando estoy en la estación de servicio cercana, por ejemplo, de ahí veo claramente lo que tiran a Merón. Y en la estación no hay estructura protectora. Y si hay, no creo que ayude, porque en un lugar con tanques de nafta, todo es más peligroso.

P: Otro problema es  que hay riesgo no sólo de los cohetes y misiles de Hezbola sino también de los fragmentos del misil interceptador que caen en tierra. 

R: Por supuesto, de todos lados. En Dalton tenemos techos solares y todos están rotos prácticamente. O con fragmentos de cosas. Los paneles solaron están rotos. Otro elemento a tener en cuenta era que tropas pasan por la zona, tienen que instalarse, o sea tropas nuestras, y muchos soldados llegaron también a Dalton. 

 

El miedo

P: ¿Has pasado momentos de miedo?

R : La verdad, sí, tengo miedo. Mucho miedo. Yo he estado en varias guerras y en todo tipo de cosas pero esto es distinto. Cuando suena la alarma en Dalton, siempre voy al refugio, no me hago el vivo. 

P: ¿Cuánto tiempo hay ahí? 

R: Muy poco. Hay que avisar a todos porque si uno está con una máquina no oye. Hay 15 segundos…20 en el mejor de los casos. Tenés que avisar rápido.Y claro que uno tiene miedo que caiga algo, que todo se incendie.  Como te dije antes, en Farod no cae nada, pero antes no cerrábamos las puertas y ahora sí. No se confía en nada. Yo estaba armado solamente cuando iba a la reserva, pero ahora estoy armado porque no hay más remedio. Y por las dudas tengo el casco y el chaleco anti balas en el coche.

Y en Dalton, por las dudas, hicieron una posición de disparos, para que si atacan el parque uno pueda reaccionar, para que no nos pongamos nerviosos.Pero por otro lado uno se pregunta  ¿para qué nos hicieron? Uno está pensando todo el tiempo.

 

 

El funcionamiento del parque en medio de la emergencia general

P: El parque está en el norte pero cuando empezó la guerra contra Hamas, se reclutó reservistas de todo el país. Me imagino que eso también se habrá sentido allí.

R: Claro, la mitad de los empleados de Dalton fueron reclutados a miluim, a la reserva, y la otra mitad, los que viven en la zona evacuada, tuvieron que irse de sus casas, o sea que la vida de todos se alteró. La gente de los kibutzim Sasa y Baram, que están pegados a la frontera, fue desalojada a Tiberíades.De alguna manera desde allí seguían viniendo a trabajar porque las fábricas estaban todas abiertas. 

P: Y está también el tema de la gente, los empleados…Dalton es un lugar enorme.

R: Así es. Tenemos unos 8.000 empleados en total y ahora faltan unos 500. Algunos porque están reclutados, otros porque fueron evacuados lejos y otros porque temen venir a Dalton, por razones evidentes. 

 

Vivencias de guerra 

P: Cuando se habla de guerras con terroristas en Líbano, recordemos que ya has pasado más de una. 

R: Por supuesto. Yo llegué acá en 1980 y al año ya estábamos en el ejército. Poco después empezó la primera guerra en Líbano.

P: En aquel momento Hezbolá no existía. Eran los terroristas palestinos de la OLP. 

R: Exacto. Desde entonces viví varias escaladas, claro que también la guerra del 2006  con Hezbolá.

P: Y ya se ha cruzado el record de cohetes de Hezbolá de aquel momento, que eran unos 150 por días, un máximo de 250…y este martes ya hubo 300.

R: Así es. Y la guerra actual, inclusive antes de la escalada de estos días, es incomparablemente más prolongada que la del 2006. Estamos casi al año. Además, en esta guerra la gente fue evacuada, es una diferencia enorme, estar casi un año fuera de tu casa. Creo que muchas cosas han estado muy mal dirigidas, también el tema de la evacuación. Y ni que hablar del enojo que tiene la gente porque nadie del gobierno ha venido prácticamente a vernos. En Dalton no ha estado nadie. Y ni que hablar que durante meses tuvimos poquísimas estructuras protectoras, lo que se llama “miguniót” en hebreo. Hace unos días trajeron más. No alcanzan.

Y ni que hablemos de los grandes daños económicos, las pérdidas de las bodegas hermosas que tenemos acá y que ahora por la situación están más que limitadas. Una de ellas es una bodega nueva que gastó 80 millones de shekel (unos 24 millones de dólares) para su instalación, y no pudieron ni abrirla. Pero todo trata de funcionar, aunque sí están cerrados los centros de visitas. 

P: Y hablando de miedo ¿cómo vivís esto a nivel personal? Tenés suerte que en tu kibutz no caen cohetes, por una cuestión de ubicación, que está debajo de Meron.

R: Exacto. Pero te cuento que el otro día estábamos en casa comiendo con toda la familia, incluyendo mis cuatro nietas y de repente sonó la alarma. Todos los chiquilines salieron corriendo al cuarto de seguridad. Pero no era alarma en nuestro kibutz, era la alarma de Dalton que tengo en mi celular.

En familia, siempre con Uruguay en el corazón

 

El mensaje al mundo

P: ¿Cómo explicar al mundo esta situación?

R: Es imposible vivir en esta situación. Quizás uno puede aguantar unos pocos meses…pero ¿un año? Y saber que mientras tanto los secuestrados siguen en Gaza…es imposible. 

P: ¿Dónde quedaron los ideales de izquierda con los que viniste de Uruguay, sabiendo lo que hicieron los terroristas pero también el apoyo que recibieron de la población civil palestina?

R: Sigo pensando que hay que llegar a una solución. Precisamos tener esperanzas que en algún momento termine la guerra. No sé cómo, no sé con quién hablar ni cuándo. Pero como sueño, no podemos renunciar a eso. El problema es que esto depende  mucho de la educación al odio que reciben del otro lado.  Nada puede ser comparado con las barbaridades que hizo Hamas el 7 de octubre en el sur de Israel. Fue monstruoso, inhumano.  Pero uno tiene necesidad de mantener la esperanza que tus nietos no tendrán que ir al ejército cuando cumplan 18 años.

 

Mirando al futuro

P: Sin minimizar las cosas que están mal. ¿Qué luces ves en el camino? 

R: Muchas. Hay cosas que hace acá la gente que uno no puede creer. En Dalton no se ha dejado de construir fábricas. O sea que la  gente tiene esperanza, que quiere y siente que puede seguir adelante. La gente sabe que construir una fábrica lleva unos años. Hay uno que construye pensando que pondrá un refugio atómico, por las dudas. Pero construye. Es impresionante. Y en ese refugio en su bodega podrán entrar 1.000 ó 1.500 personas. 

Uno ve que la mayoría sigue trabajando. Ayudamos acá todo el tiempo a los soldados, les damos comida, les llevamos vino, frutas, tortas, todo lo que tenemos en el parque. Todo el tiempo les levamos cosas que se fabrican en el parque, jabones, desodorantes, productos de higiene. Nos dicen qué precisan, llenamos un camión con los productos y lo llevamos. Eso es hermandad. Todos trabajamos juntos en lo mismo y tratamos de ayudar para aportar a la zona en todo lo que se pueda. 

También vamos a visitar a la gente que está evacuada en los hoteles . Salimos a comer afuera con ellos, para que cambien de aire en esa situación difícil en la que están inmersos. Algunos son amigos personales, claro está.En nuestro kibutz recibimos a un kibutz evacuado, a la gente de Eilón, y hacemos todo el tiempo actividades con ellos. Es solidaridad kibutziana, para que estén en un ambiente parecido al que conocen.

En resumen, hay muchos problemas y así no se puede seguir. Pero sí, también hay mucha luz, del pueblo. Sólo del pueblo.

 

Ana Jerozolimski
(15 Octubre 2024 , 03:11)

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Por Alberto Jabiles Schwartz Fuente: https://www.laestrella.com.pa/

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