Gracias a Semanario Hebreo y Semanario Hebreo Jai por esta oportunidad. Mi nombre es Valentina, tengo 19 años y soy bogueret-de la capa de educadores mayores, para quien no conoce el término-de la tnuá o movimiento juvenil Jazit Hanoar.
Actualmente estoy en el programa “Shnat”, viviendo en Israel desde hace siete meses. En otras palabras,hace siete meses estoy viviendo en un país en guerra. Pero también un país hermoso, repleto de cultura, historia, tradiciones, tecnología, naturaleza y un sinfín de cosas más. El lugar del cual escuchamos historias desde que somos chiquitos. La tierra de nuestro pueblo, nuestra segunda casa. Sin embargo, este año nos toca vivir shnat en un Israel distinto.
Entiendo el privilegio y responsabilidad que tengo de estar viviendo en Israel en este momento. Con los ojos y las experiencias de una joven de 19 años, observo la complejidad de la sociedad israelí. Es un fenómeno difícil de comprender, más en este año tan especial. Por momentos me desconcierta, me da alegrías, me frustra, me hace emocionar, me angustia, y me da esperanzas.
Todos en Israel, de varias formas y en diferentes medidas, fueron afectados por la guerra.
Es algo que observamos cotidianamente. Leemos las noticias. Escuchamos las historias de quienes perdieron a sus seres queridos, y de quienes sobrevivieron al horror. Conocemos a madres y padres cuyos hijos todavía siguen en ese infierno. Nos hospedamos en hoteles en donde el resto de los huéspedes eran familias que tuvieron que ser evacuadas de sus casas por estar en zona de guerra.
Camino por Tel Aviv con mis amigas, y me hallo con los rostros de las personas cuyas vidas fueron arrebatadas. Entre ellos distingo a jóvenes como yo, jóvenes con toda una vida por delante. En mi día a día, sé que todo el que me cruce, conoce a alguien que está sirviendo en el ejército.
Por momentos se torna difícil, no voy a mentir. Pero con los mismos ojos que contemplo el dolor y la desgracia, veo brillar aún más radiante la otra cara de la moneda.
Es algo increíble, que realmente asombra. Cómo ante tanta adversidad, tanto horror y sufrimiento, miro a mi alrededor y veo cómo todos luchan por seguir adelante. Playas llenas. Colas de espera en los restaurantes. Bailes y conciertos. Manifestaciones. Numerosas campañas de información y difusión. Redes de ayuda de todas las formas, colores y tamaños que puedan imaginar.
La inmensa solidaridad, el apoyo entre unos y otros. La unión de grupos tan diversos, pero que al fin y al cabo comparten lo más importante, todos son parte de Israel. Y eso es lo que me da esperanza. Ver esa resiliencia que tanto nos caracteriza. Sentir esa fuerza, esas ganas de vivir que gritan “no nos damos por vencidos”, “no pudieron con nosotros”.
Hace poco tuve la suerte de tener un enriquecedor encuentro con adolescentes israelíes. Conversando, un amigo les preguntó cómo se sentían acerca de entrar al ejército dada la situación actual. La respuesta unánime fue que ahora más que nunca no pueden esperar para realizar su servicio, para defender a su país. Nos hablaron de ese mismo espíritu que describí anteriormente, la visión de que hay que seguir adelante. Una chica dijo algo que me quedó resonando; “al igual que nosotros vamos a ingresar al ejército, quienes están ahora arriesgan su vida diariamente para que el resto pueda vivir y disfrutar”. La mejor forma de demostrar que Israel sigue en pie.
Es algo emocionante de ver. Como dije antes, un fenómeno difícil, pero al mismo tiemposimple de comprender. Tal vez en los ojos de otra persona parezca irreal. Pero soy testigo, y por tanto, tomo como inspiración esta actitud de no permitir que las adversidades nos derrumben, sino que nos fortalezcan y nos impulsen a continuar. Esta actitud de valorar la vida, de ser agradecidos y aprovechar cada momento.
Por un año de buenos comienzos, en el que prosigamos buscando formas de ayudar y de seguir adelante. ¡Shaná Tová Umetuká!
Am Israel Jai