Nota de opinión
Israel es un país fuerte, claro que sí, no infalible-como se vio el 7 de octubre- pero con muchas fortalezas. Si no tuviera un ejército muy poderoso, ya no existiría. Pero esa fuerza no quiere decir que sea el victimario de la región, que es como lo trata la ONU. Todos los sucesos del último año, por no irnos más atrás todavía, han dejado en claro que en realidad es la víctima. Claro que responde con gran fuerza cuando es atacado. No tiene por qué rendirse y dejarse matar, sino todo lo contrario. Pero ni la masacre de Hamas el 7 de octubre en el sur del país, ni los constantes ataques de Hezbolá desde Líbano a la Galilea israelí, desatados sin que se dispare un tiro siquiera desde Israel a territorio libanés, han sido captados por las Naciones Unidas como muestra de los desafíos a su vida y su propia existencia.
Este es el trasfondo de la resolución adoptada este miércoles en la Asamblea General de la ONU exigiendo que Israel se retire completamente de los “territorios palestinos” en el plazo de un año, exhortando además a un embargo de armas que Israel “pueda usar” en dichas zonas.
Cabe preguntar ante todo quién determinó que Cisjordania, los territorios en disputa, son territorios “palestinos”. Si bien siempre nos encontramos del lado de quienes apoyaban la separación entre los dos pueblos y en principio la idea de un Estado palestino independiente si aceptaba a vivir en paz con Israel-para poder vivir con tranquiidad y no mezclados con el enemigo- eso no significa que sea legítimo decir “los territorios palestinos”, un término usado siempre por la ONU. Nunca hubo allí un Estado palestino independiente (porque los árabes prefirieron perder esa opción en 1947 y optaron por atacar al entonces naciente Estado de Israel), los árabes palestinos nunca fueron el poder soberano allí y por lo tanto eso de “territorios palestinos” es un invento de la ONU.
Pero además de la semántica, que va más allá de la mera explicación del término ¿acaso Israel tiene que dar ahora, después del 7 de octubre, un premio a los palestinos en la forma de un Estado independiente, cuando aún lucha para garantizar que los islamonazis de Hamas no puedan volver a lanzar una masacre?
Habría que estar locos. De todos modos, cualquier fórmula que se aplique en el terreno, debe ser resultado de una soluciòn negociada, y en estos momentos, la sensación en Jerusalem es que no hay con quién hablar.
Sobre el embargo de armas, si de los territorios en cuestión no sale terrorismo, nadie precisa armas.
El problema central va más allá de tal o cual punto de la resolución, y se refiere al espíritu general, a esa tendencia automática de la ONU a acusar a Israel, a señalarlo, a demonizarlo y centrar en él los esfuerzos condenatorios que no dedican a regímenes déspotas y asesinos.
Israel libra una guerra en la que se despliegan esfuerzos sin precedentes en las guerras modernas para reducir al mínimo el riesgo a los civiles, pero la ONU prefiere abrazarse de las informaciones que transmite Hamas desde Gaza y presenta a Israel como el verdugo de la historia. Este no fue el tema de la nueva resolución pero lo mencionamos porque es parte esencial del ambiente general. Desde el martes de tarde, diferentes funcionarios de la ONU, incluyendo el Secretario General, expresan preocupación por las explosiones de beepers y otros aparatos en manos de Hezbolá, advirtiendo que eso puede “provocar una seria escalada en la zona” y que “pueden morir civiles”. Esto, aunque nunca en la historia de las guerras hubo un operativo tan quirúrgico en el que se logra herir o matar a tantos terroristas, sin que haya prácticamente nadie fuera de Hezbolá alcanzado como daño colateral. ¿Cuando Israel logra llegar a miles de terroristas sin dañar a civiles es motivo de preocupación y cuando Hezbolá dispara durante casi un año entero desde Líbano hacia territorio israelí, mayormente a blancos civiles, eso no es un motivo de preocupación para la paz regional?
Es difícil hallar los adjetivos apropiados para calificar este encare.
Unos 124 países apoyaron la resolución de este miércoles, la enorme mayoría de ellos países no democráticos. 14 se opusieron (Argentina y Paraguay entre ellos) y 54 se abstuvieron, entre ellos muchas democracias occidentales.
Evidentemente abstenerse , que fue lo que hizo Uruguay, es mejor que votar a favor de la resolución en cuestión. Pero es no dar el paso definitivo que deje en claro una posición. Es intentar estar aquí y allá. Entendemos claramente que e la arena internacional hay presiones, bloques, intereses y un país tiene que maniobrar entre todos.
Aún así, nos duele, porque aún si es legítimo, y claro que lo es, discrepar con tal o cual política de Israel, tendría que estar clarísimo a los grandes amigos, con cuánto odio se lidia, con cuántos desafíos inconmensurables a su vida normal. No bloquear en estos momentos una resolución que viene del lado palestino, destinada a quitarle a Israel los medios para defenderse, que viene de un lado que no ha condenado la masacre ni un momento, nos parece un craso error porque envía un mensaje al terrorismo de que pueden seguir presionando, ya que de todos modos, la culpa ya se la endilgarán a Israel.