Por Ionatan Was
Hace unos días, supimos en el ámbito familiar de un importante premio recibido por Andrea, a la que todos conocen mejor como Andy, Andy Schutz Kalisky con el apellido de casada. El vínculo con quien escribe es innegable. Andy es la prima grande que de muy pequeña hizo aliá junto a los padres y dos hermanas chicas, habiendo dejado Montevideo por una Tel Aviv en pleno crecimiento. Así que el interés aquí, además de por el premio que no deja de ser importante, es en especial porque lo ganó una uruguaya de nacimiento. Una uruguaya israelí que, a pesar de la distancia y los años, nunca perdió el encanto por el Río de la Plata. De este tenor fue la primera pregunta: que Andy le contara al lector del Semanario Hebreo el vínculo con Uruguay.
—Yo nací como Andrea Schutz Was, en Uruguay, en el año 70. Mis padres Rafael y Lilián decidieron hacer aliá en el 77, así que sacá la cuenta hace cuánto ya que estoy en Israel. Mientras mis abuelos (maternos) Lidia y Salomón vivían, iba a Uruguay casi todos los años, pero hoy en día ya no. De todas maneras y a pesar de los años considero Uruguay mi otra casa. El idioma español intento mantenerlo hablando con los primos y tíos que viven allá, y con la familia tratamos de vernos cada tanto, así sea en Uruguay, en Israel, o en cualquier parte del mundo; lo importante es el encuentro. Así que el vínculo mío con Uruguay es una mezcla entre familia, cultura y emociones. Antes de casarme, por ejemplo, con mi marido Dror visitamos Uruguay, y le encantó el país, y todavía hoy le encanta volver; en especial por el asado.
—Quedó claro. Andy, quería saber algo del premio que recibiste. Leí alguna cosa en hebreo, pero con tus palabras voy a entender un poco más.
—Bueno, no sé si llamarlo premio o reconocimiento. Pero quería contarte un poco mi historia. Yo hace veintitrés años que estoy en el mundo de la educación. Antes había trabajado en producciones de discos, hasta que decidí volver a estudiar; un segundo título, en literatura y educación. Te estoy hablando del año 98, por el tiempo en que nació mi hija Alma y empezó el gan (jardinera), lo que tuvo mucho que ver, pues entonces fue que me decidí vincularme a la educación. No hay cosa más importante que educar, hasta hoy es algo que me llena el alma.
—Contame un poco de tus inicios, que me imagino habrán sido muy distintos a lo que hacés hoy.
—Empecé como profesora de literatura en Herzlya (al norte de Tel Aviv), hace ya veintitrés años como te decía, en el 2001. Y desde entonces cumplí varias funciones, no solo como profesora sino educadora también.
—¿Cómo fueron los pasos hasta ser directora?
—Después de quince años me puse a estudiar justamente para ser directora en educación; fue en 2016. Y un año después empecé a dirigir un instituto en Ramat Hasharon (vecino de Herzlia), para adolescentes de entre doce y quince años. Si bien mi experiencia hasta entonces había sido con chicos más grandes. En 2020 como te acordarás empezó la pandemia del Covid (sic), el año pasado empezó la guerra, así que hace un tiempo largo que vivimos tiempos no muy normales en Israel.
—Volvamos al premio…o reconocimiento como preferís llamarlo.
—Resulta que todos los años los liceos reciben una inspección, una especie de auditoría. Y a la vez, cada año el comité de inspección elige gente destacada en el ramo de la educación, por cada distrito de Israel. Y esta vez, en lo que es el distrito de Tel Aviv (la ciudad con sus alrededores), tuve el honor de estar en el grupo de premiados, unos veinte educadores en total. En noviembre es el acto formal. Según pude saber, los del comité consideraron los siete años que llevo como directora en el instituto de Ramat Hasharon donde trabajo. Y habrán visto en mí que cumplo con los valores que pregonan: liderazgo, ética, y en definitiva siempre aspirar a la excelencia. Humildemente te digo, yo siempre aspiro a la excelencia en todo lo que hago. No se trata solo de hacer lo que uno tiene que hacer, sino de andar buscando cosas nuevas, siempre.
—En este tiempo habrás pasado dificultades, imagino.
—Justamente fue otro de los aspectos que me resaltaron los del comité. Haber atravesado satisfactoriamente estos últimos años de tanta incertidumbre. Tuvimos pandemia, tenemos todavía una guerra, y aun así logré que mis alumnos siguieran estudiando, en todo momento. Los chicos siempre tuvieron lo que precisaban. Tuvieron sus tiulim (paseos), sus períodos de exámenes; y son todas motivaciones para seguir estudiando. Y digo esto, porque no todos los institutos actuaron de esta manera, con todo lo que significó quedarse en casa, el aislamiento, las clases por zoom. Nosotros en el liceo hicimos foco en que siguieran estudiando; y cuando surgió algún problema —que los hubo—, el alumno contaba con un psicopedagogo para charlar.
—Hay una contención psicológica por lo visto.
—Es verdad. Vivimos una época difícil con los chicos en este país. Depresiones, miedos, cambios bruscos, no saber actuar en sociedad. Nosotros como educadores debimos pensar otra forma de educar. Más tiempo en charlas, y un poco menos en estudios formales, aunque esto no suene lindo. Acercarnos a los chicos desde el lado más humano, buscar el lado íntimo.
—¿Existe alguna ley en Israel al respecto que abarque a todo el país?
—Hay un psicólogo por cada liceo, y a la vez cada generación tiene un psicopedagogo propio. Por ley es así. No sé si alcanza, pero es lo que hay. Nosotros en el liceo hablamos con los chicos de las cosas de actualidad. Tratamos de ayudarlos a afrontar lo que viene, y no solo que sepan de matemáticas o historia. Que no entren en pánico al entrar en el ejército. Y ya que nombro al ejército, dejame hacer un comentario no menor. Los chicos en el liceo quieren aportar lo máximo al país, pero se frustran un poco; se frustran al saber que no todos aportan igual. Los ultraortodoxos, por ejemplo, que no solo muchos son exonerados del servicio militar, sino que además pagan menos impuestos que el ciudadano común. Esto genera una cierta frustración, que nosotros manejamos lo mejor posible. En Ramat Hasharon por ejemplo, el 98 por ciento de los jóvenes entra en la Tzavá (el ejército de Israel).
—¿Cómo ves el panorama actual de la educación en Israel?
—En los últimos tres cuatro años ha habido alguna que otra huelga. Hoy en día hay clases, hay exámenes, pero no hay carné con las notas. Por la situación política, en los últimos meses tampoco hubo paseos ni actividades extracurriculares. Te digo más, pudiera suceder que el próximo primero de setiembre no arranquen las clases si no arreglan algunas cosas. Y hay un problema más de fondo, y es que faltan profesores; y es que poca gente estudia educación. Esto pasa porque no se pone a la educación en el lugar que tendría que estar. No solo es que los jóvenes prefieren las strat-up y la tecnología, sino que el gobierno no considera la educación una prioridad. Israel tendría que fijarse en países de vanguardia en educación, caso Japón, o los países nórdicos.
—Para vos es como una lucha.
—Sí, de alguna manera lo es. Y dejame un mensaje final. Hay un gran potencial en este país. Pero los que toman las decisiones tendrían que dar más atención a reforzar todo el tema de la educación. En Ramat Hasharon la municipalidad pone la educación como prioridad número uno. Si en mi liceo falta la mínima cosa, enseguida me la dan. Y no todas las municipalidades son así. Eso habría que cambiarlo.
—Muchas gracias Andrea. Felicitaciones pues por el reconocimiento y quedaremos atentos a noviembre.
- Gracias a vos Ionatan.