Por Siván Gobrin
Fuente: red x
Junio en Israel no es solamente el comienzo del calor pesado, los aires acondicionados trabajando sin parar y los padres sacando cuentas de cómo van a entretener a sus hijos en vacaciones de verano. Cada curso tiene su fiesta de fin de año y cambio de etapas.
Los que terminan el jardín y pasan al colegio "grande", los que empiezan el jardín, los que terminan el colegio y los que esperan su carta de reclutamiento. Junio es símbolo de cambios, de etapas que terminan y otras que empiezan.
Pero este Junio es diferente. Todos lo sentimos. A pesar de que seguimos una especie de "rutina" (que de normal no tiene nada) nos damos cuenta que este año académico pasó volando y que los niños lo han sentido más que nadie.
Papás, hermanos, tíos y amigos reservistas o en servicio (también mamás ojo), no verlos en meses, y algunos que no veremos más. 120 hermanos secuestrados que no sabemos cuando volverán. Calor. Término de ciclos que no pueden cerrarse por completo porque justamente no estamos completos como sociedad, como país.
Cansancio, pena, agotamiento, a veces esperanza, otras alegría, y de nuevo angustia. Hoy fue la fiesta de fin de jardín de mi hija, y ver a los niños agitando la bandera de Israel, bailando y cantando la conocida canción "No es tan fácil ser un niño aquí", me llenó de emoción. Qué resilientes que son los niños. A pesar de sus miedos, sus dolores, la manera que han vivido esta guerra, tienen razón, no es fácil ser un niño en Israel, porque toca lidiar con cosas que no deberían, compartir sentimientos de los adultos, la incertidumbre.
Preguntas que los adultos a veces no podemos contestar. Hoy la fiesta de fin de jardín me llenó de emoción, angustia, pero también orgullo. Porque nuestros niños agitan la bandera de Israel, cantan el hatikva (himno) porque ellos ven luz, ven que se puede seguir y nos enseñan a los adultos, que a pesar de que es difícil ser un niño en Israel, seguimos.