Este domingo a la mañana viajé a Karmei Gat, el barrio en la ciudad de Kiryat Gat que se puso meses atrás sobre los hombros la misión de servir de hogar alternativo y temporario, a la comunidad del kibutz Nir Oz, una de las más afectadas por los horrores del 7 de octubre. De sus 415 habitantes, 117 fueron asesinados o secuestrados, una proporción altísima en un kibutz pequeño que ya nunca será igual.
Sentimos la necesidad de ir a dar nuestro pésame a la familia de Dolev Yehud (z”l), el paramédico de Magen David Adom y de Ijud Hatzalá que aquel sábado terrible salió de su casa a salvar vidas y perdió la suya. Durante casi 8 meses se le daba por secuestrado pero la semana pasada se confirmó que finalmente identificaron restos hallados en el kibutz, que hasta ahora no se sabía de quién eran. Difícil imaginar qué se le puede hacer a un cuerpo para que durante meses y meses los forenses no logren identificarlo…
Con su reconocimiento confirmado, se acabó la esperanza de sus padres Yeji y Yael, de su esposa Sigal y sus hijos y de tanta gente dentro y fuera de la familia que lo quería y esperaba ansiosa su regreso. Su hermana Arbel aún está secuestrada, junto a su novio Ariel Cunio, cuyo hermano mayor David también está en manos de Hamas.Familias entrelazadas por el dolor.
Fuimos pues a la visita de duelo, y sentimos que estamos en medio de un capítulo de la historia de Israel. Es que allí están protagonistas de las duras historias del 7 de octubre.
Llegan a dar su pésame mujeres que estuvieron secuestradas y fueron liberadas en noviembre: Ada Saguí, Ruti Munder- que salió con su hija y su nieto mientras que su esposo sigue en Gaza- y Margalit Mozes. Su ex esposo Gadi Mozes sigue secuestrado, sin saber que su esposa en los últimos 18 años, Efrat Katz, murió aquel sábado.
No nos unía a Dolev (z”l) ningún vínculo personal. Pero en los últimos meses me acerqué tantas veces a las historias de Nir Oz que ya me parecía conocerlo. Además, había estado en contacto con Marcelo Garzón, su suegro, para entrevistas que por distintas razones no logramos concretar. Él, llegado hace décadas de Argentina, y su esposa Debby, de Brasil, son los padres de Sigal, la esposa de Dolev, que aquella mañana permaneció expectante y preocupada en el refugio de su casa, mientras Dolev trataba de atender heridos, lidiando ella con una situación imposible, con tres hijos pequeños y la cuarta en su vientre, que estaba por nacer. Dolev no volvió y diez días después del fatídico 7 de octubre, ella dio a luz al cuarto hijo de ambos, una hermosa bebé que nunca conocerá personalmente a su padre, pero a quien seguramente todos se encargarán de contarle cuánto la esperaba y cuánto la quería .
“Los niños están bien, parecería que tienen una gran resiliencia, aunque sea difícil de explicar”, nos dice Sigal, la viuda de Dolev, cuando nos acercamos, nos presentamos, expresamos nuestro pesar, que no sepa más de dolor y conversamos un rato. “Lo que me da miedo es que se olviden, que no recuerden”, comenta, dudando más que nada sobre los más pequeños que si bien alcanzaron a tener muchas vivencias hermosas con su padre, que era muy dedicado a ellos, por la edad pueden vivirlo todo muy distinto que la hija mayor que ya entiende todo. Sigal explica que el gran problema es que todo lo que estaba registrado, imágenes filmadas y fotos que uno va acumulando de la vida familiar, quedó en el disco duro de la computadora, que al igual que la casa toda, se quemó en el ataque terrorista.
Junto a nosotros están Silvia y José Luis Cunio, que también llevan a cuestas una enorme cuota de dolor por sus hijos David y Ariel que aún están en Gaza. Conversamos con ellos y sentimos esa combinación entre la angustia y la necesidad de seguir adelante. Cuando se acerca Stav, su nuera, vistiendo una remera con las fotos de todos los familiares que fueron secuestrados, sentimos que vemos plasmada en una imagen uno de los símbolos del horror: David y su esposa Sharon con sus dos mellizas Emma y Yuli de 3 años, Danielle Aloni, hermana de Sharon, y su hija Emilia de 6 años, todos secuestrados juntos aquel sábado de mañana. Y Ariel y Arbel, la pareja más joven de la familia. Su amor unía a los Yehud y los Cunio y ahora los une también la angustia .
Y la propia Stav tiene su historia. Ella y su esposo Eitán, el hermano mellizo de David Cunio, estuvo junto a los dos hijos de ambos al borde de la muerte aquel sábado 7 de octubre cuando el refugio estaba cubierto de humo por el ataque terrorista y ya no podían respirar. A último momento llegó alguien a salvarlos. Pero muy poco después quedó clara la dimensión personal del horror, al enterarse de los secuestros en la familia Cunio.
Tal había sido el grado de peligro en el que Eitan, Stav y sus hijos estuvieron, que cuando en noviembre fue liberada del cautiverio Sharon Cunio, la cuñada (esposa de David, mellizo de Eitan), y se comunicó con sus suegros desde el helicóptero militar que la estaba transportando al hospital, no podía creer cuando le dijeron que Eitan y su familia estaba vivos. El último mensaje que había recibido en su celular antes de ser secuestrada, era que se estaban ahogando. “Al ver a Eitan, no podía soltar el abrazo”, recuerdan hoy Silvia y José Luis.
Y las historias se entremezclan…En la propia familia original de Stav, del kibutz Kisufim, otra tragedia: su hermano Saar Margolis, encargado de seguridad en el equipo de emergencia del kibutz, además de voluntario en Magen David Adom, murió baleado por los terroristas. Pero su acción alcanzó a reducir considerablemente la dimensión del daño causado por Hamas en Kisufim.
En un sillón sentimos que está el símbolo de la continuidad, aunque aún no lo sabemos al acercarnos . Vemos una mujer joven con una hermosa bebé y nos acercamos. La pequeña se llama Shai, tiene tres meses y sonríe mucho más de lo que parece común a esa edad.
La madre es Noam Katz, la hija de Lior Rudaeff del kibutz Nir Itzjak, uno de los secuestrados que ha sido dado por muerto. Durante meses se creyó que había sido llevado vivo a Gaza pero al descubrirse un determinado video que fue analizado por los expertos, se llegó a la conclusión que fue asesinado el 7 de octubre y llevado ya sin vida a Gaza.
Varios meses después de su secuestro, nació esta nietita a la que ya nunca conocerá. “Pero papá sabía que Shai estaba en camino”, dice Noam con una amplia sonrisa, aferrándose de un pequeño consuelo.