El domingo último, día anunciado para la manifestación en Tel Aviv de quienes apoyan la reforma judicial-que fue por cierto multitudinaria- y también para la intensificación de las enormes protestas en contra, que se concentraron en la zona de la Kneset en Jerusalem, fue un día difícil . Pero también escenario de imágenes esperanzadoras.
Dentro de las múltiples actividades a distintos niveles previamente anunciadas para ese día, hubo una especialmente simbólica: una plegaria conjunta, sin divisiones de campos y tendencias políticas, junto al Kotel, el Muro de los Lamentos, símbolo del pueblo judío. A nuestro criterio, símbolo no sólo religioso sino también nacional.
Nos consta que participaron allí israelíes de diversos orígenes y también de distintos grados de religiosidad y observancia, pero lo más importante, tanto gente opuesta a la reforma como gente que la apoyaba. En ese momento faltaban aún unos pocos días para la significativa fecha de Tishá BeAv, el noveno día del mes hebreo de Av que comienza este miércoles de noche, uno de cuyos mensajes es que grandes tragedias ocurrieron por “sinát jinám”, o sea odio gratuito dentro del pueblo judío, rivalidades que llegaron a extremos.
La plegaria no fue pidiendo unos que no pase la reforma y otros que sí, sino por la unidad del pueblo. No disimulando discrepancias pero destacando que lo que nos une es mayor que lo que nos separa. Allí, suponemos que con Dios como testigo, los rezos tenían un gran valor.
1/ 2 Comparto algo importante que debería haber subido el domingo. Al comenzar la jornada de protestas contra la reforma, que se centraron en Jerusalem, hubo también otra cosa, una plegaria conjunta en el Muro de los Lamentos, pidiendo por la unidad del pueblo. pic.twitter.com/BcS3VcT8ks
— Jana Beris (@JanaBeris1) July 26, 2023
De allí se inició luego una cadena humana hasta la Kneset. De la mano, nuevamente tratando de buscar no sólo la recorrida de esos kilómetros sino la unión, permitiendo que todo el que desee pueda participar. Y sabemos que allí hubo laicos y religiosos, gente de izquierda, centro y derecha, gente que vive en ciudades y kibutzim, en asentamientos y en el centro de Tel Aviv, algunos críticos de la Suprema Corte que piden cambios y otros que la consideran infalible, con todos los matices intermedios agregados. Pero juntos, en una cadena humana.
Y horas más tarde llegó esa singular imagen captada por el periodista del canal público de la televisión israelí KAN, Jaim Rivlin, en la estación central de trenes de Jerusalem, que lleva el nombre del ya fallecido presidente Itzjak Navon. Las altísimas escaleras mecánicas fueron el escenario de una imagen esperanzadora muy fuerte. Por la izquierda subían los de la manifestación de Tel Aviv, que apoyan la reforma. Por la derecha bajaban los de las protestas en contra. Todos con la bandera de Israel. Un joven de los opositores extendió la mano al otro lado y se la aceptaron gustosos. Varios más se sumaron.
En medio de las duras discrepancias en Israel, hay momentos alentadores, como lo que captó el periodsta Haim Rivlin @LifeRivlin en la estación de tren de Jerusalem. Manifestantes pro reforma suben, anti reforma bajan, cada uno a su manifestación. Alguien extiende una mano... pic.twitter.com/MTMfOeUF37
— Jana Beris (@JanaBeris1) July 26, 2023
Esto no hace desaparecer por cierto las expresiones extremistas, el caso del matón que atropelló en la carretera 531 a tres manifestantes anti reforma, ni muchos otros fenómenos preocupantes. Pero queremos iluminar también la unidad, el común denominador por sobre las diferencias políticas.
Extremos, siempre hay.
Pero también gente dispuesta a escuchar.
El sábado, cuando fuimos a Jerusalem a esperar la llegada de las decenas de miles que marchaban en camino a la capital, subimos al puente Calatrava a la entrada de la ciudad para ver las escenas, emocionantes por cierto. Esa zona está pegada a diversos barrios con alta proporción de habitantes haredim, ultraortodoxos. Familias religiosas se cruzaban con los manifestantes . En algunos casos, jóvenes religiosos observaban a un costado del camino. Había también quien hacía preguntas y extendía la mano en señal de diálogo. Era una gran cosa verlo, aún si nadie convence a nadie.
Está claro: a pesar de la preocupación que embarga a gran parte de la población por la polémica enmienda de ley aprobada el lunes y por lo que se teme que vendrá, no todo está perdido.
Y no voy al tema político sino a la sociedad, al pueblo de Israel.
En una sociedad en la que la gente está dispuesta a luchar por lo que considera justo, renunciando a su comodidad, hay mucha esperanza.
Pero no solamente por lo decidido de la protesta sino con algo que puede unir a todos: los intentos populares por tender puentes, por dejar en claro que se puede discutir políticamente pero no dividirse en dos pueblos.
Claro que uno puede decir que es artificial, que no se puede disimular las diferencias, que son en general sobre concepciones de mundo y por ende fuertes. Pero el hecho es que en ambos lados hay gente que busca llegar al otro, que contrariamente a lo que puede parecer cuando se enfoca las cámaras en los momentos más álgidos son pocos los que preferirían la división, es importante.
Claro que eso no puede disimular la necesidad de corregir problemas de fondo de la sociedad israelí. Pero eso es para otras notas.