Cuando Israel Leibovitz y su esposa Esti oyeron hace siete años de boca de su hija Vered (32) que era lesbiana, tras la sorpresa inicial, pensaron ante todo en la importancia de aceptarla y amarla, como siempre, tal cual es. Al mismo tiempo, siendo una familia religiosa, sabían que el tema no sería fácil para algunas partes de la misma, de línea más estricta que ellos en la observancia diaria de la religión, miembros del sector haredi, o sea ultraortodoxo.
Israel dirige hoy un grupo de apoyo a padres de jóvenes de la comunidad gay, todos religiosos como él,de diferentes partes del país, que se encuentran por zoom en el marco de la organización Tehilá una vez por mes, durante dos horas. Suelen participar entre 8 y 16 personas. Hay cuatro grupos por zoom, uno de ellos –el de Israel- para padres religiosos. Además hay grupos que se reúnen presencialmente: 5 en el norte del país, 16 en el centro y 2 en el sur. En total participan cientos de personas.
Todos ellos recurren a Tehilá porque necesitan apoyo, guía, alguien que los escuche y les sepa dar respuestas, en general desde su propia experiencia.
Es que el desafío de los padres es muy especial. A menudo, cuando los hijos salen del armario, los padres entran.
Una visión personal
A Israel Leibovitz, el padre de Vered, lo conocimos tiempo atrás en la Marcha de Orgullo Gay en Jerusalem, en el puesto de la organización Tehila, que brinda apoyo a padres de jóvenes de la comunidad LGBT que no saben exactamente cómo lidiar con la situación. Volvimos a hablar con él esta semana, al haber comenzado en Israel el “mes de orgullo gay”.
En su caso, la consideración para acercarse a un marco organizado de apoyo fue más que nada el deseo de saber cómo contar la noticia a la parte ultraortodoxa de la familia, que estimaban tendría mayor dificultad en aceptarlo. “Entre ellos, pueden perder el trabajo o puede suceder que no acepten a sus hijos en las escuelas, si se enteran de algo así en la familia”, explica Israel. Hoy, años después, nos dijo satisfecho y aliviado que “la familia supo aceptar a Vered y su compañera, que están casadas, aunque discrepen, porque quedó claro que lo principal es el amor entre todos nosotros y lo unido de la familia”. Es más, hace poco pasaron todos un Shabat juntos, “y nadie pensó no venir porque estaban Vered y su pareja mujer”.
“Nosotros aceptamos a nuestra hija de todo corazón. A ella y a su pareja, que para nosotros son como nuestro hijo y nuestra nuera, parte de la familia plenamente. Y lo principal es lo felices que las vemos, tranquilas, sin tener que esconderse de nada, plenas con su vida”.
Israel (66), ingeniero, y su esposa Esti, (64), enfermera ya jubilada, ya son abuelos. Su hijo, que tiene un año de diferencia con Vered, tiene dos hijos, de 1 año y poco el menor y de 4 la mayor. “Nuestra nieta adora a Vered y su compañera, y sabe que son sus tías. Sabemos que a veces surgen preguntas que hay que explicar, pero todo es muy natural y sano cuando hay tanto amor como en nuestra familia”.
A decir verdad, el primer problema de Vered y su compañera, que también viene de una familia religiosa, no era la duda acerca de si sus padres las aceptarían, sino respecto a ellas mismas. “Al principio le fue difícil”, cuenta Israel, el padre. “Es que ellas mismas también son religiosas y viven como tales. Y claro que podían sentir que hay una contradicción entre las leyes de la Halajá y sus sentimientos. Pero entendieron que la única forma de vivir es como uno siente. Pues puede que hay un precepto que no cumplen. Todo el resto sí”.
Buscando respuestas
Cada familia reacciona distinto. Claro que no sólo entre la gente religiosa. Pero en hogares observantes, la problemática se puede acentuar por todo lo ya explicado.
“Hay padres que quedan en shock. Algunos aceptan a los hijos y otros no. Algunos hasta echan a sus hijos de la casa o los aceptan si no vienen con su pareja”, cuenta Israel. “Nosotros creemos que lo principal es amar a nuestros hijos”.