¿Frenar el plan de reforma judicial?
¿Elaborar un nuevo plan de reforma mediante un diálogo amplio entre coalición y oposición?
¿Que se desarme el gobierno, los partidos de ultraderecha queden fuera de la coalición y en su lugar entren nuevos socios más de centro que puedan trabajar con Netanyahu?
¿O que Netanyahu renuncie y se llame a nuevas elecciones?
La respuesta a la pregunta cuál es la agenda de las protestas en Israel, qué aspiran lograr los manifestantes, no es uniforme. Depende a quién se le pregunte. Y más que nada,depende de cuándo se planteó la pregunta. Una respuesta se habría dado hace 12 semanas, cuando comenzaron las protestas y otra muy distinta ahora, tras la decisión de Netanyahu de destituir al ministro de Defensa Yoav Gallant por haber llamado públicamente a suspender por unas semanas la polémica legislación, explicando que de lo contrario, corre peligro inminente y concreto la seguridad nacional.
Esta última decisión de Netanyahu-que aún no es de descartar intente revocar- encendió luces rojas en la población, porque se percibió como una muestra de falta de criterio y de irresponsabilidad. Eso multiplicó la cantidad de comentarios en los medios de distintas figuras señalando que el Primer Ministro ya no puede estar al frente del país, no porque no haya sido electo democráticamente sino porque se está comportando de una forma que pone en peligro al país.
A pesar de ello, la posición oficial de los jefes de la oposición-Yair Lapid y Beni Gantz- es llamar al diálogo auspiciado por el Presidente del Estado para poder llegar a un acuerdo amplio a nivel nacional, en lugar de la reforma que fue presentada por el gobierno en el mes de enero. Pero no está claro que eso es lo que acepten todos los líderes de la protesta, que va mucho más allá de los partidos opositores en la Kneset.
Y si la protesta- un término muy amplio que incluye a diversas organizaciones y fuerzas políticas y sociales- no se contenta con una interrupción de la legislación y exige la dimisión de Netanyahu, será seguramente acusada por el oficialismo de lo que ya dicen hace tiempo: que las manifestaciones se deben a que “la izquierda” no aceptó el resultado de las elecciones del 1° de noviembre que le dieron la victoria a Netanyahu.
La protesta comenzó por el plan de reforma judicial presentado por el ministro de Justicia Yariv Levin a comienzos de enero. Se lo consideró como una revolución que apunta a destruir al sistema judicial y depositar fuerza ilimitada en manos del gobierno, y no como una reforma que realmente busca mejorar lo que está mal y corregir los aspectos problemáticos del sistema. La coalición sostiene que la verdad es otra y que la reforma apunta a mejorar la democracia normalizando el equilibrio entre los poderes.
La crítica central de los opositores fue la problemática de promover la “reforma” casi sin respirar, empujando a la misma como objetivo principal de la coalición, sin dedicar tiempo ni esfuerzo a otros temas, tampoco a los que Netanyahu planteó al asumir como las metas principales de su gobierno. Más que nada, sin diálogo con la oposición para tratar de llegar a un acuerdo amplio que permita presentar fórmulas que representen al pueblo.
Yohanan Plesner, presidente del Instituto Israelí de Democracia, exhortó a buscar un acuerdo amplio a nivel nacional, una Constitución que blinde los derechos humanos de los ciudadanos y sirva de firme defensora de la ley. En las manifestaciones de protesta, ya se oye hace días el llamado a gritos : “Juká, juká, juká”, que significa Constitución.
El primer clamor, protagonizado en gran medida también por el Presidente del Estado, fue por un diálogo a nivel nacional que permita cierto consenso y no imposiciones cuando se trata de cambios tan profundos en el sistema judicial.
Pero también se exigió cambios en la reforma, la elaboración de propuestas más moderadas que las presentadas por el gobierno.
Cada vez que Netanyahu anunciaba que se dirigiría a la nación, se esperaba que dijera algo moderados y finalmente sólo echaba leña al fuego criticando a los manifestantes y recalcando que la legislación continuaría, se oían críticas más duras en las manifestaciones. Hace ya mucho que se oyen también llamados explícitos “¡Titpatér!”, o sea “¡Dimite!”.
La gran pregunta es qué pasará cuando Netanyahu anuncie, como se estima que hará este mismo lunes, que suspende la legislación. Dependerá de cómo lo presenta, si como un mero intervalo, un tiempo para un diálogo de buena fe , si vuelve a atacar a los manifestantes como “anarquistas” y les quita legitimidad o abre la puerta a un intento de reconciliación nacional.
La Profesora Shekma Bresller del instituto científico Weizmann, líder de la protesta que encabeza todas las manifestaciones centrales de los sábados de noche en Tel Aviv , declaró este domingo que “no nos engañarán con fórmulas destinadas a confundirnos, no dejaremos de protestar”.
La pregunta es hasta cuándo y qué tiene que decir Netanyahu para que le crean que cambia de rumbo y abre una nueva página. Por ahora, los medios locales señalan que pactó con uno de sus socios de coalición, el ministro Itamar Ben Gvir, anunciar que posterga la reforma para el próximo período parlamentario, no que la detiene. En los comunicados que circulan por las redes de los distintos grupos organizadores de la protesta, se dice claramente que "no paramos, no les creemos".
El desenlace depende también de qué pasará con el tema de Gallant, el ministro de Defensa percibido ahora por la mayor parte de la ciudadanía como la figura más responsable del partido Likud, que tuvo osadía pública para proteger al país, sabiendo de antemano que eso le costaría el puesto.
Pero aún si Netanyahu cambia de tono y al anunciar la suspensión de la legislación lo hace de una forma que realmente abre la puerta al diálogo nacional, ya hay voces, inclusive de gente que trabajó de cerca con él y sostiene que ahora “es otra persona”, que sostiene: tiene que dimitir, ya no puede regir los destinos de Israel. Así lo dijo este lunes Tamir Pardo, ex jefe del Mossad, que trabajó años con Netanyahu y fue nombrado por él.
Por último, el problema de fondo respecto a todo lo que diga Netanyahu, es la desconfianza que inspira por las repetidas ocasiones en las que no cumplió acuerdos pactados y formuló declaraciones públicas que distorsionaban claramente los hechos sobre los que hablaba.