Hay personas que siempre estarán. Que aunque se vayan, seguirán ocupando su lugar en la memoria colectiva, aunque ya no puedan ejercer sus cargos y desempeñarse en el trabajo que ocupó gran parte de su vida, que era su pasión. Silvia Edelstein que falleció días atrás tras luchar denodadamente contra el cáncer que volvió a acosarla años después de haberse recuperado, es un ejemplo claro. Será por siempre sinónimo de la Embajada de Israel en Uruguay.Un pilar de la misma. Pero no solamente porque como administradora tenía responsabilidad por diferentes áreas del quehacer de la representación diplomática de su amado Israel, sino porque lo hacía con todo su ser.
Quisiéramos a través de estas páginas, ante todo, enviar nuestras sinceras condolencias a su familia y sus amigos, numerosos por cierto, ya que Silvia sabía preservar los contactos personales, encontrando tiempo para sus distintos contactos. Inolvidables fueron siempre para ella los compañeros del movimiento juvenil AJCISU y tuvo también amigos de otros lares.
Un lugar muy importante ocuparon a través de los años sus compañeros de trabajo en la Embajada de Israel. Vale la pena compartir las palabras de despedida, que nos enviaron en nombre de todos, para hacerlas públicas en esta nota.
“Todavía no podemos creer que Silvia se haya ido. Tantos años compartidos, tantas vivencias que formaron parte de nuestras vidas… Nos duele saber que luchó hasta el final pero ya era hora de descansar, de dejar de sufrir. No era justo para sus seres queridos, que siempre vieron a Silvia como ejemplo de empuje, apagarse como una estrella, iluminando a todos a su alrededor hasta el último momento.
Si algo fundamental podemos decir de ella es su amor por el Estado de Israel, por su trabajo en la Cancillería y en la Embajada. Era la primera en llegar y muchas veces la última en irse. Como Administradora sabía todo, estaba en todos los proyectos, en todos los detalles. Manejaba los números y cualquier gasto de forma magistral. Incluso ayudó a abrir la Embajada en Asunción cuando se inauguró hace unos años. Ella conseguía lo que nadie podía y conocía a todo el mundo. Era dura por fuera, pero muy humana por dentro. Cada día dejaba un poquito de su vida en su amado trabajo”.
Sus compañeros de trabajo, agregan:
“Siempre fue la jefa de Personal, la que nos guiaba, nos decía cómo eran las cosas, la que luchaba por lograr los beneficios correspondientes para los empleados y la que no dejaba que nada le faltara a los diplomáticos. Estamos seguras que ningún jefe de los que pasaron por Uruguay podrá olvidarse de Silvia. Era el baluarte de la misión en Uruguay y referente tanto en América Latina como en Israel.
Empezó muy jovencita a trabajar y fue poco a poco ganándose el lugar a base de esfuerzo y eficiencia”.
Lamentablemente, hay también momentos duros de recordar, pero ellos no opacaron lo que Silvia significó y siempre hizo por la Embajada de Israel.
“Sus últimos tiempos fueron difíciles pero nunca dejó de apoyarnos, de aconsejarnos. Era fuerte, dura, pero muy humana. Una roca donde todos podíamos descansarnos. Silvia podía con cualquier cosa, demasiado para una sola persona, que creíamos que era invencible. A sus familiares les decimos que jamás la olvidaremos, y que ella donde esté nos acompañará siempre”.
Este legado especial de Silvia, lo llevan consigo también aquellos que ya no trabajan en la embajada.
Oscar Zwaig, quien fuera director del Departamento Económico y Comercial de la embajada entre 1990 y 2004 y Director de Prensa entre 1998 y 2004, nos envió estas palabras:
“Las instituciones dentro de las instituciones existen. Las personas imprescindibles también.Silvia Edelstein era la columna vertebral de la Embajada de Israel en el Uruguay. Su trayectoria de 43 años la convirtió en un baluarte ineludible. Era la Administradora General, pero su presencia abarcaba todos los ámbitos. Era un motor, que fluía y propulsaba. Los embajadores, cónsules, personal israelí y local necesitaban de su actuación para resolver los problemas, desde los más pequeños detalles hasta las cuestiones más espinosas.
Manejaba un hebreo perfecto y chispeante (pese a no haber vivido en Israel) y era la referente de la Cancillería en Jerusalem.
Durante más de 14 años conviví a su lado. Nuestras oficinas estaban prácticamente unidas y trascendimos lo meramente profesional y laboral para establecer una relación de mutua confianza y respeto. Todos aquellos proyectos que mi departamento impulsaba para desarrollar una mejor relación económica y comercial entre Israel y Uruguay contaban con el apoyo de Silvia quien defendía como una leona la necesidad de contar con el apoyo financiero para la realización de los mismos (ferias comerciales, pabellones en la Rural del Prado, semanas de Israel en el Conrad, delegaciones binacionales, etc.).
En todos los años que trabajó sentía su compromiso pleno con la consolidación del sueño de una tierra para el pueblo judío. Sufría con cada guerra, lloraba con cada atentado y celebraba el avance hacia la paz. La Embajada era su vida, su pasión, siendo la primera en llegar y la última en irse. Quienes por allí transitaron o transitan aún eran parte de su familia y como tal habían conflictos y discusiones, abrazos y risas. Una personalidad avasallante como la suya nunca pasa desapercibida.
Los últimos años combatió un cáncer maldito con fuerza y determinación. Quería descansar en paz...Que su memoria sea bendita y que su familia no sepa más de dolor. Siempre será recordada...(Z"L)”.
Hay palabras que suelen decirse en momentos duros y uno puede pensar que son meras frases hechas. Pero hay gente que se las ganó en vida. Que su familia y amigos no sepan más de dolor, y que en su singular memoria hallen consuelo.