Esta nota está saliendo con una demora de algunas semanas, habiendo recibido hace ya algunas semanas la triste noticia del fallecimiento de Werner Leopold (z”l) a la edad de 96 años. Nuestro conocimiento fue a nivel personal ya que había una gran amistad entre él y su esposa Ethel y mis padres, desde la juventud compartida en Uruguay. Y no había viaje a Israel que no incluyera una visita a su casa en Rejovot, siempre oportunidad para sentise juntos, cercanos, como si nunca se hubieran separado.
Pero lo que dejó Werner va mucho más allá de un recuerdo personal.
La "dinastía" la inició su padre el Dr. Paul Leopold, ya en su Alemania natal. Pero en 1936 se vio obligado a dejar el país ya gobernado por los nazis y llego a Uruguay, donde junto a su hijo Werner fue de los fundadores de la Fundación de Judo de Uruguay. En 1964 Werner decidió emigrar a Israel y también en el Estado judío desempeñó un papel clave en el desarrollo del judo como deporte profesional, juntando a unas 15 personas que se dedican en aquel entonces al deporte en el país y fundando juntos la Asociación de Judo de Israel.
Werner mismo fue un destacado judoka y entrenador, representó a Israel en el exterior y transmitió esta pasión a las generaciones más jóvenes, tanto sus hijos varones Gabi y Dani como varios de sus nietos. De ellos, Mia y Amit, ambos hijos de Gabi, continúan en ello en forma profesional, hoy como entrenadores y jueces internacionales. Su nieta Mia es campeona de Israel en su categoría de menores de 21 y el año pasado ganó medalla de plata en el campeonato abierto de Europa. La entrenan su padre Gabi y su tío Dani.
Su hijo Dani fue el entrenador nada menos que de Yael Arad, la primera judoka israelí que ganó una medalla olímpica.
Nos dirigimos a Yael Arad para pedirle unas palabras sobre Werner y esto es lo que nos envió:
“Werner era una persona poco común, inteligente, caballero y profesional, de fuerte personalidad, conocimientos profundos en el mundo del judo. Fue de los fundadores del Judo en Israel.Crió generaciones de entrenadores y una vasta dinastía familiar.
Para nosotros, los deportistas que crecimos con los entrenadores a los que él capacitó, Werner era un faro de conocimientos, de una personalidad impactante”.
Y Yael no olvida su vínculo personal: “Mis entrenadores fueron Mori Aizik, que me crió hasta los 18 años en el judo, y Dani, el hijo de Werner, que fue socio pleno de mis éxitos internacionales y fue quien me condujo a la medalla olímpica. Ambos se educaron y desarrollaron profesionalmente con Werner. No hay duda ninguna que Werner dejó un legado significativo, una gran tribu familiar y muchos buenos recuerdos. Bendita sea su memoria”.
Pero más allá de lo notorio que resulta por cierto que alguien como Yael Arad haya tenido tanto que ver con el legado de Werner, diríamos que lo más significativo es saber cuánto logró transmitir en su propia familia. Y esta foto dice mucho.