En esta segunda entrega de la entrevista con Luis Bergatta, Director del Museo de las Migraciones (MuMI) y el Complejo Cultural “Muralla Abierta”, abordamos específicamente el tema de la exposición de retratos de Sobrevivientes uruguayos del Holocausto y el Nazismo, tomadas por Aaron Sosa.
P: Vayamos a la exposición actual sobre los sobrevivientes de la Shoá. ¿Cómo la vivís, cuál es su importancia a tu criterio?
R: La vivencio casi desde el principio de mi dirección, y desde muchos lugares distintos. Desde las relaciones humanas que se generaron, las emociones que me atraviesan, pasando por las dinámicas en el pensar, trabajar y co-construir un espacio expositivo, así como el verla todos los días siendo recorrida. También, por otro lado, el proyecto y mi formación me permitieron sumergirme, comprender y compartir con la Comunidad Judía en Uruguay. Disfruto hacerlo, aprendo, me emociono, entiendo, y utilizo todo ello para la exposición.
Con la colega del Museo de la Shoá en Uruguay, Rita Vinocur, y el artista realizador, el venezolano-uruguayo Aaron Sosa, se generó una sintonía al primer contacto. Compartimos el compromiso de plantear la temática para la sociedad y de cooperar para llevar adelante una propuesta de una enorme sensibilidad, con historias increíbles, impensables, inhumanas que nos interpelan profundamente; así como la responsabilidad y respeto por esas niñas, niños y adolescentes inmigrados (hoy ya personas casi centenarias) que vivenciaron y portan estas historias.
Conocer, tocar, exponer y estar junto a estas historias, a los sobrevivientes, estrechar sus manos, presentarnos, juntarnos y compartir fue una experiencia única e inolvidable que forjó momentos muy emotivos que quedarán grabados en mi memoria.
La mayor importancia de desarrollar la propuesta Sobrevivientes del Nazismo y de la Shoá en Uruguay 2020 radica en las dimensiones de las 21 historias retratadas. Porque son 21 historias que laten por 6 millones y recuerdan a todo un Pueblo. Porque son 21 historias y experiencias de inmigrados, y también uruguayos. Y, porque son 21 historias que también forman parte de la identidad de este país, y claramente también lo hacen de la historia de la humanidad.
P: Que a los judíos conmueva, no es novedad. ¿Tenés forma de evaluar qué efecto causa en otros? No sé si tú mismo has visto reacciones…
R: Voy a empezar por el principio, con los protagonistas, los sobrevivientes. Contar sus historias, para muchos de ellos supuso un acto liberador a la vez que responsabilidad con la familia, con un Pueblo, con la sociedad, con la humanidad. Algunos de ellos mencionaron lo difícil que fue contar su historia en el entorno o públicamente, otros lo difícil que fue que escucharan sus historias, en sus entornos cercanos y no tan cercanos. En la inauguración, fue muy emotivo ver a los sobrevivientes junto a sus fotografías y acompañados con su familia. Y fue también maravilloso saber que otros sobrevivientes que no participaron de la propuesta, hoy sientan la necesidad de estar ahí y contar su historia.
Luego, todas las personas que trabajamos en este proyecto no fuimos/somos ajenos a la sensibilidad que emana la muestra. Todos nos sentimos tocados, a todos nos quedaron preguntas en nuestra cabeza que tal vez jamás tengan una respuesta.
Y claramente, la convocatoria fue muy buena. La muestra es profunda, emotiva y dolorosamente cruda a la vez que tierna y esperanzadora, y eso no pasa de inadvertido. Tal vez jamás sepamos que fibra tocó a cada persona, que emociones y reflexiones surgieron en esa experiencia, pero seguro es que nadie, absolutamente nadie, quedará indiferente a ella, y a los cuestionamientos básicos que sobre nuestra humanidad plantea.
Tener en la Sala Comunidades a estas historias, y en diálogo con otras memorias migrantes ha generado un impacto positivo, y eso se nota cuanti y cualitativamente.
P: Cuando publiqué sobre la inauguración, me pasó por la cabeza un pensamiento: que quienes vayan a ver la exposición, no verán nada sobre el horror, salvo el texto escrito, sino que verán a gente que se aferró a la vida, que simboliza esperanza y empuje por seguir adelante. ¿Te parece que eso puede socavar la comprensión de lo que fue aquello? En realidad, pensándolo bien, el MUMI es sobre las inmigraciones que llegaron a Uruguay, esa es la dimensión principal ¿no?
R: Con respecto a lo que comentas, la propuesta original planteaba el abordaje de las historias de vidas de 21 personas que sobrevivieron a la Shoá y migraron a estas tierras. Los relatos tratan del horror pero también de cómo en el peor momento, cuando personas guiadas por el odio torturaron, mataron e intentaron despojar de toda identidad a otros seres humanos, la esperanza pudo mantenerse viva. Las historias y fotografías, son el resultado de encuentros de personas incansables y comprometidas, son ciertamente el principal elemento expositivo.
P: Pero la exhibición incluye también algún otro elemento.
R: Así es. Es que a nuestro juicio, faltaban otros elementos que desde lo sensorial conectara con el contexto donde se originaron. Para ello el museo convocó a otros actores, entre ellos al Director del Departamento de Tecnologías para la Comunicación Visual (FADU), Sebastián Suarez, para potenciar la muestra desde lo museográfico incorporando elementos evocadores sin que ello sacara protagonismo a los relatos. Se eligieron dos, uno visual y otro visual-sonoro. El primero de ellos se relaciona con mi experiencia durante mi primera visita al Museo de la Shoá en Uruguay junto a Rita y Sandra. Durante ese recorrido, con permiso y respeto, pedí tocar un pantalón a rayas utilizado en los campos de concentración nazis. Ciertamente, siento el peso de la responsabilidad disciplinar por tocar un objeto museal e histórico así, pero no podía perder la oportunidad de tocar la historia, de conectar con esa persona que guardó un símbolo de opresión pero a la vez un elemento de su identidad. Me ericé.
En ese momento supe que el pantalón, por su fuerte impronta, ser un elemento conocido en el imaginario colectivo y su poder evocador, tenía que estar en la muestra. Pero no lo quería aprisionado en una vitrina, como objeto histórico, y no lo podía exponer sin protección. Decidimos reproducirlo y reproducir la experiencia vivida por mí. No fue nada fácil, la tela no se consigue y ciertamente la costura, como bien dijo Valeria Mastrángelo (la artista encargada de su reproducción) estaba pensada para personas que eran consideradas nada. Lo reprodujimos pero desde lugar opuesto al desprecio, la admiración. Al pantalón lo colocamos en el centro de la sala, dentro de una estructura de hierro, colgado, libre de un cuerpo, un símbolo. Arriba del mismo, sobre la estructura, se encuentran los alambres de púa como advertencia a la siempre latente amenaza del odio. Debajo del pantalón, hay un piso de piedras (adoquines) para recordarnos el difícil andar de los que sobrevivieron, y la memoria de los que no pudieron. El pantalón y su esencia están ahí, las personas que participan de la muestra pueden tocarlo y experimentar la historia.
P: Qué emotiva y fuerte tu descripción.
R: Otro elemento que ayudó a darle profundidad contextual fue el sonido. Se realizó un paisaje sonoro con imágenes de las entrevistas y otros sonidos evocadores del contexto. El fuerte ruido a botas militares y el chirrido metálico de los frenos de un tren da paso a la calidez de las voces de los sobrevivientes, y sus historias, y a esas ventanas que son sus ojos.
P: Muchísimas gracias por todo esto Luis.
R: A ti Ana.