Hanami significa “contemplar las flores” y es uno de los acontecimientos de mayor celebración de Japón, en general asociado al momento en que florecen los cerezos. Así se llama el espectáculo que Danna Liberman, actriz, comediante, clown, estrenó en la Sala Hugo Balzo el 11 de mayo. Fue escrita en honor a su hijo Uriel que vivió solo dos años y nueve meses.
Jueves a la noche. La sala está llena, muchas mujeres, muchas muy jóvenes. Durante una hora, Danna emociona y trasmite una energía positiva contagiosa al espectador. Antes de entrar, me preguntaba cómo se puede transitar el dolor creando. Muchos escritores han canalizado su dolor mediante la escritura: Yo leí “Paula” de Isabel Allende,“El pensamiento mágico” de Joan Didion, “También esto pasará” de Milena Tusquet. El único de estos libros que habla sobre la muerte de un hijo es Paula.
"No existe palabra en ningún idioma para definir a una madre que perdió a un hijo" explica Danna. Encuentra en el arte una forma de expresión y de integración. Habla de la diferencia entre dolor y sufrimiento. El dolor lo integró a su vida y traspasó el sufrimiento. No volverá a ser quien fue antes de la muerte de Uriel pero encontró la forma de seguir, que no es poco. La obra es un homenaje y un canto a la vida. Uriel amaba la santa rita y las flores están presentes en el teatro. En la pantalla hay flores, caen pétalos, y Danna dice “Si me mirás bien, me falta un pétalo, si me mirás bien, mi alegría, tan amarilla ella, florece en el dolor”
Se ríe de sí misma y habla bien rápido nombrando cosas que tienen que ver con ella. Integra al espectador y lo hace intervenir, es por momentos hilarante y tiene un ritmo acelerado.
Entre muchas frases que aparecen en una pantalla gigante elijo: “Certeza de fe” que es mucho más que tener fe. Canta el kadish con su voz maravillosa y le pide al público que diga Amén al finalizar. Mi corazón comienza a latir y todos los que estamos en la sala nos unimos en ese rezo milenario.
La hora pasó volando y revolví la cartera para encontrar pañuelos descartables sin hacer ruido. Miraba para los costados y veía los ojos humedecidos de algunas de mis brujas lectoras.
Cuando terminó, aplaudí hasta que me dolieron las manos. Fui al baño y había una cola de mujeres calladas con lágrimas en los ojos. Yo comenté: “muy fuerte” y una chica joven me miró fijo y bajó la cabeza. No sé ni cómo quedé encerrada en el baño. Grité y una muchacha me escuchó. Entre las dos logramos destrancar la puerta. Salí con más lágrimas en los ojos. Todo tiene que ver con todo.