Cultura

Nadia Anjuman, poeta afgana asesinada

Esta mujer me genera admiración, escribir y publicar en un mundo restrictivo y siempre contra un régimen que ni siquiera quería que supiera leer o escribir. Solo se les permitía coser y bordar a las mujeres. Ella aprendió r a escribir y de esa forma entró en contacto con la lectura.

Se reunía con otras mujeres a estudiar literatura. Anjuman y sus compañeras estudiaban a escritores prohibidos como William Shakespeare, Honoré de Balzac, Fiódor Dostoevsky, Charles Dickens, León Tolstoy, James Joyce y Nabokov.1​Si hubieran sido atrapadas, el régimen talibán las hubiera condenado a ser ahorcadas.

Sus poemas recorren el mundo como símbolo de lucha contra un régimen autoritario, en un momento que las feministas del mundo hacen silencio. Se ocupan de los micromachismos que vivimos en la sociedad occidental y prefieren no comentar estas situaciones tremendas que han vivido y viven las mujeres en lugares como Afganistán, Irán y otros lugares del mundo. Lo políticamente correcto hace que algunas publicaciones defienden a estos regímenes y hagan oídos sordos a la situación de las mujeres, que poco tiene que ver con la  política. Porque son las grandes víctimas.

En esa época tuvo que luchar contra los deseos de sus padres de unirla en matrimonio: ​Finalmente sus padres la obligaron a casarse con Farid Ahmad Majid Mia [o Nia], licenciado en Literatura, conferenciante de Filología y empleado administrativo en la facultad de Literatura de la Universidad de Herat​

En 2005, mientras aún era una estudiante en la Universidad de Herat, pudo publicar su primer libro: Gol-e dudi (‘flor ahumada’)​ o quizá Gul-e-dodi (‘flor roja oscura’),2​ que fue popular en Afganistán, Pakistán e incluso en Irán.

 

 

No deseo abrir la boca


No deseo abrir la boca

¿A qué podría cantar?

A mí, a quien la vida odia,

tanto me da cantar que callar.

¿Acaso debo hablar de dulzura

cuando es tanta la amargura que siento?

Ay, el festín del opresor

me ha tapado la boca.

Sin nadie a mi lado en la vida

¿a quién dedicaré mi ternura?

Tanto me da decir, reír,

morir, existir.

Yo y mi forzada soledad

con mi dolor y mi tristeza.

He nacido para nada

mi boca debería estar sellada.

Ha llegado, corazón, la primavera,

el momento propicio del festejo.

¿Pero qué puedo hacer si un ala

tengo ahora atrapada?

Así no puedo volar.

Llevo mucho tiempo en silencio,

pero nunca olvidé la melodía

que no paro de susurrar.

Las canciones que brotan de mi corazón

me recuerdan que algún día

romperé la jaula.

Volando saldré de esta soledad

y cantaré con melancolía.

No soy un frágil álamo

sacudido por el viento.

Soy una mujer afgana

Entiéndase pues mi constante queja.

Estoy enjaulada en este rincón

llena de melancolía y pena…

Mis alas están cerradas y no puedo volar…

Soy una mujer afgana y debo aullar.

 

El 4 de noviembre de 2005, la policía encontró su cuerpo en su casa, en la ciudad occidental de Herat. El  esposo había confesado haberla golpeado, pero no haberla asesinado. Él sostuvo que la joven se habría suicidado.

Janet Rudman
(31 Agosto 2021 , 09:18)

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