Desconocemos quién tomó las fotos. Están circulando en las redes sociales.

La foto con la que abrimos esta nota-que está circulando y desconocemos quién la tomó- fue registrada esta semana durante el gigantesco incendio en los alrededores de Jerusalem. El humo y el fuego cubrieron también gran parte del cielo de la capital, aunque las llamas, afortunadamente, no llegaron a tocarla.
Para muchos lectores no será necesaria explicación ninguna.
Seguramente no lo será para todo aquel que visitó en algún momento Yad Vashem, el Museo Recordatorio del Holocausto en Jerusalem. Entre los diversos monumentos en memoria de las víctimas de la Shoá asesinadas por los nazis, está el vagón, recordatorio de la deportación de los judíos de distintas partes de Europa, hacia los campos de exterminio.

Los vagones estaban destinados originalmente al transporte de ganado, pero los nazis los usaban para trasladar judíos en condiciones infrahumanas. Al llegar a destino, tras largos viajes durante los cuales muchos morían sin poder respirar, hombres, mujeres y niños bajaban de los vagones y eran recibidos por los guardias de las SS con sus perros, que a menudo ya de inmediato separaban familias enviando a algunos directamente a las cámaras de gas y a otros a duros trabajos que servían temporariamente a la maquinaria nazi.



El vagón siempre fue símbolo del horror nazi, de los judíos conducidos a la muerte. Muchos de ellos, la mayoría, poco después de haber salido del vagón, ardían en los crematorios después de haber sido asesinados en las cámaras de gas.
Por eso, ver estas imágenes circunstanciales de la semana de los incendios en los montes de Jerusalem, resulta estremecedor.
Es, claro está, una asociación, nada más. Pero una asociación absolutamente removedora.