Compartimos el número 63 de Misinai con nuestros lectores.
No. 63
Ki Tetzé
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CULPA JUDÍA
Por Yanki Tauber
“Cuando edifiques una casa nueva, deberás hacer un barandal para tu techo, para que no pongas sangre sobre tu casa si se cae el caído.” (Devarim 22:8)
Entre las muchas mitzvot interesantes enumeradas en la lectura de Ki Tetzé está la mitzvá de maakeh, el mandamiento de construir una cerca en el techo, para que no suceda que alguien caiga de él y se lastime. En una aplicación más amplia, esto incluye la prohibición de “criar un perro peligroso, tener una escalera inestable en la casa”, y en general tener o mantener en la posesión de uno cualquier cosa que pueda causar un daño al prójimo. (Talmud Bava Kama 15b)
Los comentaristas notan la terminología curiosa empleada por la Torá, “si se cae el caído” (ki ipol hanofel mimenu). Rashi explica: “Este merecía caer. Sin embargo, que su muerte no llegue a ocurrir a través de ti.”
Un muchacho se trepa al techo de mi casa en medio de una tormenta de nieve, decide ponerse a patinar sobre el borde, se cae y se rompe la nariz. Podría culpar a su estupidez, podría culpar al clima, podría culpar a D-os (dado que nada sucede a menos que D-os lo quiera); en lugar de eso, dice la Torá, debo asumir la responsabilidad. Dado el tipo de persona de la que estamos hablando, eventualmente se iba a caer de todas formas, pero el hecho de que eso sucedió en mi techo significa que es mi responsabilidad, incluso significa que podría haberlo prevenido de alguna forma.
La “culpa judía” entró en la literatura americana hace medio siglo, y docena de pelìculas de Woody Allen y novelas de Bernard Malamud después, la idea evoca una caricatura de autoabsorción neurótica: el padre judío que, sesenta años después, aún piensa que todos los fracasos de su hijo se deben al hecho de que no pudo comprarle la bicicleta que su hijo quería para sus 7 años; la madre judía que está convencida que su fracaso en impresionar a la esposa del presidente del shul marcó la exclusión social de su familia para todas la generaciones; el rabino que cree que todos los problemas del mundo son causados por sus propios pecados. Una visión del universo muy egoísta, catastrófica y pesimista.
Pero en verdad, es una visión centrada en uno mismo, pero en el sentido más positivo de la palabra. Y en vez de catastrófica y pesimista, es la perspectiva más alentadora y optimista de la realidad en la historia del pensamiento humano.
Piense sobre esto: la noción de que nosotros, como criaturas libres, somos responsables por todo lo que ocurre dentro de nuestro dominio también implica que tenemos control sobre lo que sucede allí, que nuestras elecciones y acciones hacen una diferencia. La noción de que a pesar de que mis elecciones y acciones influyen sólo en una minúscula área de la vida de otra persona, e incluso un área aún más pequeña de la historia humana, lo que elijo y hago influenciará profundamente el destino del muchacho que está bailando en mi techo, los logros de la comunidad de la que soy parte, y el curso del progreso de la humanidad a través del tiempo. Lo que elijo y hago incluso hará la diferencia entre la muerte y la vida, entre el fracaso y el éxito.
El Rebe solía decir: si ves a tu prójimo judío andando en un camino autodestructivo, y buscas enderezarlo pero fracasas, la culpa es tuya. El razonamiento detrás de esta conclusión es profundo pero simple. Nuestros sabios han declarado que las “palabras que salen del corazón entran al corazón”. Por lo tanto si tus palabras no entran en su corazón, esto solo significa que no fueron dichas con completa sinceridad. Si hubieras sido verdaderamente sincero, si no hubieras hablado con otro objetivo en mente que su bien, tus palabras hubieran entrado en su corazón y hubieran tenido el efecto deseado.
El principio que guía la perspectiva del Judaísmo sobre la realidad es: Si D-os me puso aquí, significa que puedo hacer una diferencia. El hecho de que pueda hacer una diferencia significa que es mi responsabilidad hacerlo. También significa que tengo el poder para hacerlo, porque D-os no pone una responsabilidad sobre mi sin darme la capacidad de ejecutarla exitosamente.
Nunca estaremos libres de la “culpa judía”, esta grabada en nuestra alma judía, programada en nuestro ADN espiritual. Pero ¿cómo florecerá en nuestra vida? ¿Saldrá a la superficie como un pesimismo neurótico y debilitante o como una confianza fortaleciente en nuestra capacidad para efectuar un verdadero cambio en nuestras vidas, las vidas de nuestros conocidos y del mundo como un todo? Eso, por supuesto, depende de nosotros. Y cuanto más entendamos la dinámica de este sentido de responsabilidad que llevamos en nuestras almas, de dónde proviene y cuál es su propósito, mejor seremos capaces de cumplir su función positiva innata.
LA GUERRA CONTRA EL MAL
[Dijo Moshé al pueblo judío:] “Si sales a la guerra sobre tu enemigo, D-os entregará [a tu enemigo] en tus manos, y tomarás cautivos.” (Devarim 21:10)
Cuando luchamos contra el mal, estamos “partiendo hacia a la guerra”. Estamos “partiendo” de nuestro verdadero ser, porque iniciar una guerra no es un hecho natural. El ambiente natural de nuestra alma es la pacífica e infinita conciencia divina que experimentaba antes de ingresar a nuestro cuerpo.
Dado que nuestras almas se originan en la esencia de D-os y el mal carece de poder alguno contra Su esencia, disfrutamos de ventaja sobre el mal incluso antes de iniciada la batalla. Estamos “arriba”, es decir, por encima de nuestros enemigos. Además, D-os creó el mal con el solo fin de que lo conquistemos. Es en base a esto que la Torá nos asegura que “D-os entregará el enemigo en tus manos.”
La Torá nos enseña que para ganar la guerra contra el mal debemos identificarnos con nuestra alma divina, porque de esta manera estamos respaldados por todo el poder de la santidad de D-os.
Séfer HaSijot 5749, vol. 2, págs. 677 y ss.
Deuteronomio (Devarim) 21:10 – 25:19
La sexta sección del libro Deuteronomio continúa con el segundo discurso de despedida de Moshé al pueblo judío. Moshé evoca aquí diversos aspectos de la ley judía, comenzando por las leyes que rigen el comportamiento de los soldados judíos cuando salen (teitzéi, en hebreo) a la guerra.
SABIOS DE ISRAEL
RAVINA HAKADMON (SIGLO IV)
Se trata del primer Ravina (Ravina Hakadmon) ya que hubo un segundo sabio con el mismo nombre de Ravina. Era oriundo de Babilonia, de la quinta generación de Emoraim, discípulo de Rava.
Desde su juventud adquirió la fama del más grande Sabio de su tiempo. Era colega del sabio Rav Aha hijo de Rava. Este era estricto en la aplicación del din; Ravina en cambio, aplicaba el din con indulgencia. Era también discípulo y colega de Rav Ashe y juntos llevaron a cabo la magna obra de composición del Talmud Babli.
Ravina murió en 4153, 5 años antes de Rav Ashe.
LA BODA JUDÍA
La boda judía es un tapiz tejido con muchos hilos: bíblicos, históricos, místicos y legales. Los hilos forman una cadena de continuidad judía que se remonta a más de 3.800 años atrás. He aquí una breve síntesis de los principales componentes de la boda judía:
La Recepción Previa a la Jupá
La boda se inicia con una recepción - en realidad: dos recepciones: una para la novia y otra para el novio. (Tradicionalmente, el novio y la novia no se ven toda la semana previa al casamiento).
Después de la recepción, el novio va donde está la novia y le cubre el rostro con un velo, enfatizando que no está interesado únicamente en su belleza externa sino más bien en su belleza interna, que no se va con los años.
La Jupá
El novio y después la novia son escoltados a la jupá (palio nupcial) por una “guardia de honor” que porta velas en las manos y que por lo general está compuesta por los padres de ambos novios. En las comunidades ashkenazíes, la novia circunda al novio varias veces, creando un muro invisible, dentro del cual ella va a entrar, excluyendo a todos los demás.
El rabino oficiante recita la bendición del casamiento y entonces el novio le coloca el anillo de casamiento a la novia en el dedo. “Con este anillo”, dice él, “estás consagrada a mí según la ley de Moisés y de Israel”.
Luego se lee en voz alta la ketubá (contrato matrimonial). La ketubá enumera las principales obligaciones que tiene el marido para con su mujer.
El último paso de la boda es la lectura de las “Siete Bendiciones” con una copa de vino. Entonces el novio pisa con el pie una copa de vidrio – para recordar la destrucción del Sagrado Templo, para que no lo olvidemos en un momento de alegría, y todos gritan: “¡Mazal Tov!”.
Los novios se recluyen entonces en una habitación en la que pasan algunos minutos solos.
La Recepción
Es una gran mitzvá participar en las bodas y alegrar el corazón de los recién casados. Cuando entra la pareja, se los recibe con música y con bailes: los hombres con el novio y las mujeres con la novia. Se alienta a todos a que participen de los bailes y de los festejos.
La Bendición de Después de las Comidas
Tras la recepción se recita la Bendición de Después de las Comidas y las mismas Siete Bendiciones que se recitaron en la jupá.
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