Eduardo Halfon nació en Guatemala, pero pasó su infancia y adolescencia en Estados Unidos, donde se graduó como ingeniero. A los 26 años, comenzó a leer con avidez y, poco después, inició su camino como docente universitario y escritor. Su obra literaria se caracteriza por textos concisos y cautivadores que oscilan entre diversos géneros: autobiografías ficticias, ensayos y crónicas. Entre sus títulos más reconocidos destacan El boxeador polaco, Biblioteca bizarra, Monasterio, Duelo, Canción, Un hijo cualquiera y Tarántula. Este último es una lectura imprescindible, y será el primer libro del año en el taller virtual de B'nai B'rith, así como un libro recurrente en otros talleres literarios que modero. Algunas alumnas ya han adquirido el libro, y en nuestro grupo de WhatsApp ya comenzaron a surgir referencias a las experiencias de Eduardo en un majané en la Guatemala de los años 80.
Conocí la obra de Eduardo Halfon gracias a mi amigo Friedrich Pershack. Fue durante una calurosa tarde de verano, mientras conversábamos sobre autores que nos habían movido el piso, cómodamente sentados en reposeras en Salinas del Almirón. Su recomendación llegó como un grito apasionado. Esto sucedió antes de la pandemia; desde entonces, compramos cada libro suyo que se editó. Tarántula lo compré en Buenos Aires porque no podía esperar que llegara a Montevideo.
Tiempo después, Federico contactó a Halfon a través de Instagram para invitarlo a la presentación de su libro Duelo de hombre en Berlín, y yo aproveché la oportunidad para pedirle que me concediera una entrevista por mail.
¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Tenés alguna rutina para corregir? ¿Sos de escribir y luego corregir, o vas puliendo mientras escribís?
Soy bastante obsesivo con una rutina de trabajo. Siento que la creatividad solo llega si le brindamos un espacio durante el cual llegar. Y ese espacio para mí es por las mañanas. Soy muy cuidadoso con mis mañanas, solo trabajo por las mañanas, pero muy rutinariamente. Pocas horas, digamos. Y trabajo de una manera espontánea. No sé realmente en qué estoy trabajando cuando es un primer manuscrito. Me dejo llevar por esa historia o por ese manuscrito. Y cuando ya lo terminé, entonces empieza la obsesión de la corrección. La corrección no solo de la historia en sí, para que se sostenga, para que sea una historia con todos los elementos que esa historia pide, sino del lenguaje. Es especialmente corrección del lenguaje en lo que me puedo pasar mucho tiempo.
¿Cuáles son los autores que más te han influenciado a lo largo de tu carrera? ¿Cómo creés que su obra ha resonado en la tuya?
Han habido muchas y de muchos tipos durante mi carrera. Hubo autores que llegaron muy al inicio cuando yo descubrí la literatura y que me influenciaron más como lector, que me enamoraron de la literatura. Y luego hubo autores que llegaron un poco después, que ya empezaron a marcarme como escritor. Narrativa o prosas que me deslumbraban y que yo quería emular. Al estilo tocar covers cuando uno empieza a tocar guitarra. Lo veía igual. Si un Bolaño o un Hemingway o un Kafka me deslumbraban, yo quería ver cómo escribía como ellos. Entonces es otro tipo de influencia y esas no paran. Conforme sigues leyendo y escribiendo siguen llegando autores nuevos y sigues volviendo a esos primeros siempre. Sigo volviendo a los libros que me marcaron cuando estaba empezando.
Siendo bilingüe, ¿en qué idioma pensás al escribir? ¿Has explorado la literatura en inglés o te sentís más cómodo escribiendo en español?
Sí, yo soy perfectamente bilingüe, español e inglés. De hecho, inglés es mi lengua fuerte. Se volvió mi lengua fuerte al pasar tanto tiempo en Estados Unidos de niño. Yo crecí allá. Y pienso mucho en inglés cuando escribo, pero solo escribo, digamos, en español. Así fue, así empecé y así continúo. Me es complicado, digamos, porque hay un acto de traducción simultánea que se da mientras estoy escribiendo, pero es mi sistema. Cuando me piden que escriba en inglés, lo hago y lo hago con muchísimo gusto. De hecho, últimamente he pedido escribir en inglés, cuando me han pedido algún texto y me la gozo, porque siento que es más fácil, me siento más libre con el inglés que con el español. Pero soy un escritor en español, en esencia.
Escuché en una entrevista que, ya de adulto, le dijiste a tu familia que querías dejar de ser judío. ¿Podrías contarnos más sobre ese momento y qué te motivó?
Yo llevo una vida alejándome del judaísmo. Es algo que a algunos judíos no les gusta escuchar y algo que otros judíos entienden. Porque no hay una forma de ser judío. Hay infinidad de formas de ser judío. Pero yo recuerdo en la adolescencia, cuando empieza la rebeldía, cuando empieza uno a rechazar el mundo de los padres, pues empecé a rechazar el judaísmo. No quería ir a la sinagoga, no quería ir a Shabbat los viernes en la noche, no entendía y no quería esta cosa que me estaban imponiendo, porque la sentía como una imposición, como una invitación. Y ese alejamiento empieza tímidamente y luego va creciendo, conforme mi fuerza va creciendo. Hasta que me salgo del judaísmo, por decirlo así, con lo cual quiero decir que dejo de practicar. Ya no soy un judío practicante desde hace mucho tiempo, ya 30 años tal vez. Pero cuando empecé a escribir, de alguna manera empecé a buscar mi camino de vuelta hacia el judaísmo. Pero hacia mi judaísmo, o sea, mi manera de entender el judaísmo, hacia un judaísmo literario, digamos. Me interesaba el judaísmo como historias. Solo fue la literatura, la escritura, la que me abrió la puerta de vuelta hacia ese mundo.
¿Qué opinás sobre las dificultades que enfrentan los escritores israelíes o judíos hoy en día en el mundo editorial para ser traducidos o publicados? ¿Alguna vez se canceló alguna presentación tuya por tu origen judío?
Sí, no me han cancelado ninguna presentación, ni ninguna publicación, pero sí he sentido el rechazo de, digamos, lectores que no quieren leer nada sobre el tema judío, por lo que está pasando en Israel, que agrupan, mezclan el ser judío con el ser israelí. Y entonces te meten en ese saco y hay un rechazo hacia todo eso. Sí lo he visto con lectores, sí lo he visto con un mundo editorial que tiene miedo de publicar ciertos libros. No me ha pasado directamente, pero lo percibo, percibo ese sentir. Y creo que es algo que no va a atenuarse, que va a crecer en los próximos años. Hay un sentimiento antisemita que crece, un rechazo de todo lo que tenga que ver con ser judío. Y eso incluye literatura escrita por un judío que además tiene la temática de la identidad judía. Entonces es una situación lamentable, pero real.
¿Cómo cambió tu escritura la paternidad? Hay poca literatura de hombres hablando sobre este tema, en comparación con la cantidad de mujeres que escriben sobre la maternidad.
La paternidad lo cambió todo. Cambió mi rutina, cambió mis horarios, cambió cómo veo la vida. Ya no puedes ser egoísta. Ya hay alguien más que depende de ti. Entonces eso cambia todo. Y por supuesto, cambia la escritura, cambia las temáticas, cambia los puntos de vista. Y más que en mi caso, la paternidad llegó tarde. Yo tenía 45 años cuando nació mi hijo, ya con una carrera, ya con una rutina de escritura, ya con un oficio, y pues hubo que adaptarse. Y costó un poco, tardé un poco, pero en esas sigo.
Tus libros han sido traducidos a numerosos idiomas. ¿Cómo vivís el proceso de traducción? ¿Creés que la traducción afecta la percepción que los lectores tienen de tu obra?
La traducción, sí, también importante porque mi obra creo que vive más en traducciones. Han sido muy importantes para mí, especialmente ciertos países y ciertos lectores, por ejemplo el francés. Por alguna razón mis libros los entienden muy bien los lectores franceses te diría que aún mejor que los españoles. Quizás porque la temática judía en Francia es más cercana, son más afines a ese tema, no lo sé. Pero sí, la traducción me involucro mucho con mis traductores, algunos me lo permiten más que otros, algunos me invitan a participar más que otros. En la única traducción que me involucro muchísimo es al inglés, porque obviamente el inglés es mi lengua fuerte y hemos logrado una relación bastante cercana con mi traductor al inglés y trabajamos juntos, digamos. No soy co-traductor, pero casi.
¿Cómo encontrás el balance entre lo real y lo ficcional en tu escritura?
Yo escribo ficción, punto, que esa ficción parezca real o que esté basada en algunos puntos de mi vida o de mi biografía o de mi familia es otro tema, pero es ficción, da la base.
¿Por qué las editoriales europeas tienden a publicar a mujeres latinoamericanas que escriben sobre pobreza, marginalidad o los temas "clichés" asociados con la región?
Yo qué sé, son modas. Las editoriales tienen que vender y entonces siempre estarán buscando los temas que venden y los temas que ya no venden pues los irán soltando, dejando para después. Y en los 20 años que llevo publicando he visto cómo surgen algunas modas y luego se van. Es así, es así. Yo hago literatura y luego dejo que los vendedores la vendan, pero son ellos los que deciden qué está de moda y qué es vendible y qué es menos vendible. Lo mío siempre ha sido menos vendible y siempre lo será, creo yo. No estoy a la moda.
¿Es más difícil conseguir que te publiquen si sos hombre, blanco, heterosexual y no abordás los temas que se esperan?
No lo sé, no lo sé. Yo creo que siempre es difícil conseguir que te publiquen. Siempre. Y para mí lo sigue siendo. Veinte libros después, traducido en 15 idiomas, y sigue siendo una lucha. Cada libro, cada traducción, no se dan fácil. Es muy contracorriente el tipo de libro que yo hago. Lo sentí así desde que empecé y lo sigo sintiendo así. No sé por qué, no sé si tiene que ver con la brevedad o los temas que manejo o el tipo de escritura o algo que es muy literario, pero es difícil que te publiquen.