Entrevistas

En el Día del Periodista, recordamos a un gigante: Claudio Paolillo

Hoy cumpliría 60 años

 

Si el destino no hubiese sido injusto y no se hubiese llevado al gran periodista y mejor persona aún Claudio Paolillo tan prematuramente, probablemente en el Día del Periodista que se señaló este sábado en Uruguay, habría publicado otra nota magistral, dando cátedra no porque se creyera más que otros, sino porque la claridad de su visión en los temas que abordaba, siempre enseñaba y ayudaba a comprender.

 

Esta foto fue publicada en el Twitter de Pipe Stein, amigo personal de Claudio, cuando se habría celebrado, en agosto, su cumpleaños

 

En este día, que debería ser de celebración con Claudio aún entre nosotros, vaya aquí nuevamente mi homenaje a su memoria a través de la magnífica entrevista que me concedió hace unos años. Se fue un amigo personal y una pluma que el país precisaba. Pero Claudio, que dejó y enseñó tanto, no terminará nunca de morir.

Paolillo fue director del semanario “Búsqueda” y presidente de la Comisión de Libertad de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa(SIP) y docente de periodismo. Entre otras distinciones, la última que recibió, ya enfermo, fue el Premio de Honor de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA).

Bendita sea su memoria.

P: Al presentar a Claudio Paolillo ¿sentís que lo primero que hay que decir, es "periodista"? . ¿Esa es tu identidad principal?

R: Fijate que trabajo como periodista desde los 17. También mi padre fue periodista. Pasé por todos los escalafones antes de ser director de Búsqueda, por distintos medios, en radio también, semanarios durante la dictadura, en fin... A los 17 años estaba terminando el liceo público y era el 5 de Racing, el mediocampista central . Eso era lo que hacía, estudiaba y jugaba al fútbol semi profesional. Y un día me llamaron quienes eran entonces los directores de El Día: el nieto de José Batlle y Ordóñez, José Lorenzo Batlle Cherviere, su asesor, que era Jorge Otero Menéndez, y el secretario de redacción, que era Francisco Artigas. Me dicen: "Te queremos ofrecer que te pruebes a ver si te gusta ser periodista en honor a la memoria de tu padre", que había muerto tres años antes, cuando yo tenía 14 años y él 39, como una víctima indirecta de la dictadura. No es que lo torturaron y lo mataron pero sí lo metieron preso y lo proscribieron. Si mi padre estuviera vivo y le preguntaras por su identidad te diría: "Totalmente periodista", no tendría ninguna duda, mucho más que yo. Se le arruinó la vida y como consecuencia de eso se dejó estar desde el punto de vista de su salud y su estado de ánimo, y se murió, se dejó morir. Así que me llamaron en honor a la memoria de mi padre y yo dije que sí, y me probé sin saber ellos si yo sabía escribir "ayer" sin h. De inmediato el bicho me picó.

 

EL DÍA O RACING

P: ¿Qué fue lo primero que escribiste?

R: Una nota que me mandaron a hacer al Club de Radioaficionados del Uruguay. Yo no sabía ni qué era un radioaficionado, porque no son los que escuchan radio y nada más, son los que lo hacen con onda corta. En aquella época no había internet ni nada, entonces eso era un avance tecnológico: se hablaban de Rusia para acá, o de Holanda para acá... y había un club de eso. Yo no entendía nada y tuve que hacer una nota sobre eso, y ni me acuerdo cómo salió, pero fue un recuadrito chiquito.

P: Se ve que tan mal no estaba porque salió...

R: ¡Salió, un recuadrito chiquito pero salió! Ahí empecé. Durante un mes estuve compartiendo los entrenamientos de fútbol con el diario y un día Aníbal Buzo, el "Chocho" Buzo, que era el jefe de redacción me dijo: "Mirá Claudio es muy sencillo: es esto o el fútbol", porque yo llegaba tarde. Iba a los entrenamientos, terminaba a las 19.00, me tomaba un ómnibus y salía corriendo recién bañado del entrenamiento, para la redacción, entonces llegaba a las 20.00, y a esa hora ya el diario estaba en plena marcha, tenía que estar por lo menos a las 16.00 o 17.00 para trabajar en un diario matutino.

P: ¿Y lo tomaste como un gran dilema o como un elogio porque te querían adentro?

R: No lo tomé como un gran dilema, en Racing no ganaba plata y ahí sí, y necesitaba la plata. Mi familia había quedado completamente desguarnecida después de la muerte de mi padre. Mi madre era bibliotecaria en la Biblioteca Nacional, ganaba muy poca plata y se había ido a París para hacer un postgrado en la Sorbona que duró dos años. Nos dejó a mi hermano y a mí al cuidado de unos primos míos que se querían casar pero no tenían dónde vivir, vivimos juntos con mi hermano y mis primos, y hubo un año durante el cual yo comía en los comedores del Instituto Nacional de Alimentación (Inda). Eso fue antes de entrar al liceo, a los 16 años. En mi casa no había plata entonces al mediodía mi hermano y yo hacíamos la fila y comíamos en la Ciudad Vieja en el Inda. En mi casa no había un peso partido por la mitad: mi madre ganaba un sueldo de miseria, mi padre no había dejado nada porque no tenía y mi hermano y yo no trabajábamos, entonces por supuesto que agarré el trabajo en El Día. A mí me gustaba jugar al fútbol pero no me pagaban, apenas me pagaban los viáticos y los zapatos de fútbol.

P: ¿Hubo un momento en el que tu sueño era ser futbolista profesional?

R: No era un sueño, jugaba para divertirme. Racing estaba en la B y los grandes millones de dólares en el fútbol no estaban instalados. Entonces tampoco tenía el sueño de pasar al Barcelona por ejemplo, era imposible porque eso no existía. Estamos hablando de 1976 a 1978, así que no, no fue un enorme dilema.

En su escritorio en "Búsqueda"

LA COBERTURA DEL PLEBISCITO DEL 80

P: ¿Cuáles fueron las coberturas de temas que te marcaron, por las que podías decir "¡Ah! Este es un bichito del que yo no me zafo"?

R: El plebiscito de 1980. Yo entré en 1978 y esa fue la primera gran cobertura que hice, no sólo yo, porque nos mandaban a los periodistas de distintas áreas a cubrir mesas en tal barrio o tal otro. Acordate que era plena dictadura y la cobertura no era sólo cubrir sino saber si había trampa en el conteo de los votos, porque podía pasar cualquier cosa. Me acuerdo que me tocó cubrir mesas en el Cerro, en La Teja, escuelas grandes donde había muchas mesas de votación. En aquel tiempo tenía 20 años y ya tenía -siempre tuve, pero con mucho más conciencia- una posición muy contraria a la dictadura. No sólo por la muerte de mi padre, veía que la dictadura era una cosa mala porque no había libertad, en fin, todas las cosas que sucedieron en la dictadura. Y me acuerdo de la sorpresa tremenda que tenía porque yo estaba convencido que ganaba el "Sí". ¿Qué dictadura hace un plebiscito para perderla? No podía creer que ganara el "No", y sin embargo... En todas las mesas que me tocó cubrir ganaba el "No", y yo decía: "Esto es porque es el Cerro y La Teja. En Pocitos y en el interior debe ganar el ‘Si'". Pero cuando volví con todos los datos a la redacción los demás compañeros que habían ido a cubrir otras mesas tenían también resultados parecidos.

Esa cobertura me marcó por el hecho en sí del plebiscito, porque fue el comienzo del final de la dictadura, ya que a partir de ahí los militares hicieron otro plan político. Eso en cuanto al hecho en sí, pero también porque El Día, el diario que había nacido con Batlle y Ordóñez para combatir la dictadura militar de (Máximo) Santos en el siglo XIX, no había sido claro en su pronunciamiento en esta dictadura. Los lectores de El Día hubieran esperado -esta es mi opinión, pero estoy seguro de que lo que digo es verdad- que dijera claramente: "No", como dijo (Enrique) Tarigo en Opinar, por ejemplo, o Wilson Ferreira Aldunate en el exterior, o Líber Seregni, claramente: "No". Sin embargo los directores de El Día en aquel momento estaban a favor de Jorge Pacheco Areco, que propugnaba el "Sí". Entonces el diario en sus editoriales no decía: "Hay que votar el ‘Si'", pero tampoco decía: "Hay que votar el ‘No'", decía: "Ambas opciones son válidas".

Creo que ese fue el comienzo del final de El Día, fue el comienzo del final de la dictadura pero también fue el quiebre de la confianza de los lectores tradicionales de El Día, que era el diario número uno, mucho más que El País. Tenía los clasificados desde hacía décadas, me acuerdo que en aquel momento publicaba ediciones dominicales de 200 páginas, una cosa tremenda. Creo que ese fue el momento del quiebre de confianza entre el lector tradicional de El Día y el diario; "Este diario me traicionó", pensarían, y cuando ganó el "No" mucho más.

P: Pero más allá de lo que eso significó a nivel nacional y de la prensa local, ¿a vos en lo personal esa cobertura cómo te marcó?

R: Hay que recordar ante todo que en aquel momento la gente en Uruguay tenía miedo porque no había libertad, podías ir preso, ser torturado, desaparecido, o lo que fuere...Entonces la gente no tenía la certeza de que podía torcerle el brazo a los militares. Y cuando ganó el "No" el cambio fue general. Al día siguiente me acuerdo que la consigna de la gente que había votado el "No" era saludarse prendiendo los limpia parabrisas de los autos, y no estaba lloviendo, pero todos los autos estaban así. Nadie salió a festejar el "No" porque te llevaban preso, entonces cuando veías a uno con el limpia parabrisas encendido sabías que había votado como vos, ahí la gente se empezó a animar. Y yo también me empecé a animar.

Revisando material

NUEVA ETAPA

P: ¿En qué cambió eso tu pluma?

R: Y... cambió porque la relación en El Día empezó a ser complicada, dejé de ser el niño mimado, "el hijo de Paolillo". Es que yo era sí "el hijo de Paolillo", que había sido jefe de Información Política del diario, y fue un personaje del periodismo de la década de los sesenta. Empecé a ser Claudio Paolillo porque me planteé, sobre todo después de ese episodio de 1980: "¿Yo qué voy a hacer acá? ¿Voy a hacer lo que hacemos en el diario, que es simplemente refritar los comunicados del ministerio, ir a la Casa de Gobierno?", porque me habían nombrado columnista de Casa de Gobierno, donde solamente podías publicar lo que decían los ministros, no podías hacer ninguna investigación, o hacer críticas porque cerraban el diario o te llevaban preso. De hecho fui citado tres veces para ser interrogado por Inteligencia Policial por noticias que salieron en El Día. Una de ellas fue un comunicado de la Liga de Defensa Comercial diciendo que había aumentado la cantidad de concordatos en el Uruguay. Imaginate... Y me citaron a ver de dónde había sacado la información y a decirme que eso ponía en peligro la economía del país y que iba contra la patria y todas esas cosas que decían los militares. En realidad en ese caso era un policía, que después fue jefe de Policía en la democracia. Me lo encontré después...

P: ¿La fuente, decís?

R: Sí. Entonces a partir de 1980 dije: "Bueno, voy a empezar a hacer más cosas además de esto", y empecé a trabajar en los semanarios alternativos que empezaron a salir. Trabajé en Opinar, en Aquí, en Opción, en Convicción. Iba cambiando en distintos años, era todo muy cambiante.

P: Porque era otro periodismo...

R: Era un periodismo de militancia opositora para que cayera la dictadura. Y yo dije: "El periodismo de calidad (vendrá) después de que tengamos la libertad", porque pretenderlo cuando no existe la libertad es un contrasentido.

P: Pero eso sí ya era de más calidad que lo que estabas haciendo antes...

R: Lo que quiero decir es que de refritar comunicados, que era básicamente lo que hacía en El Día, que no te permitían publicar una sola línea que pusiera alguna duda sobre el régimen... Yo qué sé, Wilson Ferreira estaba requerido por la Justicia Militar, pero había convenciones Por La Patria y en El Día no se cubrían. En Opinar se cubrían y en Aquí también, y se cubrían con todo lo que hacían los blancos wilsonistas en aquel momento, que decían pestes de la dictadura. Yo podía ejercer el periodismo mucho mejor allí, en donde me pagaban mucho menos que en El Día.

P: Pero era un camino intermedio.

R: Esa transición me duró hasta que renuncié a El Día, a principios de 1984, y me fui a una aventura que era un diario que se llamaba Tiempo de cambio. Fue un diario que sacó el Partido Socialista (PS) en el Uruguay, en todo este proceso yo me había hecho militante socialista. Enrique Alonso Fernández era el director del diario y Zelmar Lizardi y yo éramos los secretarios de redacción. Era un diario que se suponía que lo financiaba el PSOE y de los tres dirigentes del PS uruguayo que estaban en España llegó el sí de que siguiéramos adelante con el diario porque estaba la plata puesta por el PSOE.

Se necesitaba un dinero mínimo para iniciar un proyecto así, dijeron que el PSOE y Felipe González se habían comprometido y que estaba la plata. Pero nunca llegó un peso y a los 25 días cerramos. Los ahorros que en la clandestinidad había tenido el PS tuvieron que ser destinados a pagar despidos y todo eso, un desastre.

P: Y vos quedaste en la calle...

R: Bueno, quedé completamente desocupado. No pude cubrir las primeras elecciones para terminar la dictadura porque no tenía medio. Eso duró hasta febrero de 1985, cuando curiosamente simultáneamente y me llama Zelmar Lizardi, que trabajaba en la agencia de noticias UPI y conocía al que estaba encargado de la oficina de AFP en Montevideo, era un señor que ya murió, que se llamaba Júpiter Puyo, y necesitaba un suplente para los fines de semana. Y yo salí corriendo a tomar ese trabajo. Una semana antes o después me llama (Danilo) Arbilla a la vieja oficina de Búsqueda en la Ciudad Vieja, que era una oficinita de un cuarto, me acuerdo que entré y me pregunté: "¿Esto es Búsqueda?", porque no era nada, era un cuarto con un ropero que había ahí. Me dice: "Necesitamos un periodista joven y estamos entre vos y Roger Rodríguez". Al final decidieron por mí. Empecé a trabajar en febrero de 1985 en ambos lados, y lo seguí haciendo hasta 1988, cuando Arbilla me ofreció pagarme el sueldo de AFP y el de Búsqueda juntos y que viniera sólo para Búsqueda. Algunos amigos periodistas me dijeron "No hagas eso, AFP es el mundo, Búsqueda es un semanarito del Uruguay", pero yo me la jugué igual y no me salió mal.

 

DENTRO Y FUERA DEL PARTIDO SOCIALISTA

P: Militaste pues en el partido Socialista, una etapa singular en tu vida, que también dejó en claro , cuando terminó, que la lucha por la libertad debe ser tal tanto en izquierda como en derecha. ¿Cómo llegaste al partido?

R: Estaba en la redacción de El Día con un sobretodo negro, uno de esos viejos que se usaban antes, y un gráfico de apellido Bertoqui, que era un militante socialista desde hacía tiempo, me dijo: "Vení, tomá esto" y me metió en el bolsillo del sobretodo un papel mimeografiado. Lo leí y era un documentito del PS con la línea del partido, que en aquel momento era marxista y leninista. Era una cosa de Marx y era lo primero que veía en contra de la dictadura, entonces le prendí a eso y me metí para adentro.

P: ¿Qué edad tenías?

R: Tenía 19 o 20 años. Me empecé a reunir con Bertoqui, a ir a reuniones y después me filié. Me acuerdo de haber ido a reuniones clandestinas en sótanos a los que llegábamos encapuchados para no ver el lugar, porque si nos agarraban después no podíamos decir qué casa era donde habíamos estado.

P: Pensando ya en el peor escenario...

R: Claro, nos contactábamos con compañeros del partido diciendo "Bufanda roja, Estadio Centenario, parada principal". La parada principal era ahí en Centenario y Avenida Italia, vi a un tipo de bufanda roja que no sabía quién era, tuve que seguirlo y ese tipo después me subió a un auto, había uno que manejaba, y ahí me puso una bufanda sobre la cabeza. Después terminaba en un lugar que era el sótano de una casa que nunca supe dónde era, hasta el día de hoy no sé dónde fue, dónde estaba la reunión de la Dirección del PS. Estaba Guillermo Chifflet, el doctor (José Pedro) Cardoso, Ernesto de los Campos, de los que después fueron conocidos. Y yo iba como uno de la juventud ahí.

P: ¿Y qué sentías que estabas haciendo allí?

R: Allí se discutía de las estrategias para combatir a la dictadura.

P: ¿Pero a nivel intelectual o en la práctica?

R: No, no, operativa: "vamos a hacer tal o cual cosa". Yo era el que menos sabía de marxismo leninismo, porque había tipos que se habían leído todo Marx y todo Lenin, a mí había cosas que se me pasaban por arriba. Porque además mi formación no era marxista sino que era batllista, porque mi padre era batllista.

P: ¿En algún momento te preguntaste: "¿qué estoy haciendo acá?"?

R: No, porque en aquel momento cualquier cosa que hubiera contra la dictadura venía bien, yo me había metido ahí, tenía 20 años. Y el Partido Colorado (PC) no estaba... En realidad el diario El Día, que era donde yo veía reflejado al PC, no estaba claramente contra la dictadura. (Julio María) Sanguinetti y Tarigo estaban en contra, pero no tenían aparato. Aquel obrero gráfico de El Día me metió para adentro, así que hice todo ese proceso. Por eso digo que ese episodio de la cobertura de 1980 me marcó para muchas cosas: periodísticamente para trabajar en medios alternativos, para hacer un periodismo un poco más real de las cosas que pasaban en el país, para poder contarlas. Tampoco se contaba todo, porque sino cerraban inmediatamente el semanario, pero en El Día no se contaba nada.

P: El paréntesis de la actividad del PS ... ¿Hasta cuánto te duró?

R: Fines de 1985 o principios del 1986.

P: En esa época ya se había recuperado la democracia...

R: Sí, porque lo que me ocurrió a mí, y también a Emiliano Cotelo que se había afiliado conmigo, fue que los dos fuimos a renunciar a la Casa del Pueblo del PS, cuyo secretario general había vuelto a ser (Reinaldo) Gargano, el que después fue senador y canciller. Los dos nos hablamos y dijimos: "Bueno, durante la dictadura no teníamos libertad", no sabíamos lo que era la libertad: yo tenía 13 años cuando empezó la dictadura y 25 cuando terminó. No sabía lo que era vivir en libertad, escuchar lo que quisieras escuchar, la música que quisieras escuchar, leer los libros que quisieras leer, ver las películas que quisieras ver, yo qué sé... ¡tantas limitaciones!

Mi juventud fue toda de limitaciones: para llevar el pelo largo, para ir de corbata al liceo, todas eran órdenes y limitaciones y cosas de la dictadura. Así que yo crecí sin saber lo que era la libertad y cuando volvió la libertad dije: "Está buena la libertad", pero el marxismo leninismo era una opción ideológica que suponía un acotamiento de la libertad también, y yo no quería sustituir una cosa por la otra, yo quería la libertad.

Y cuando volvió la libertad y empecé a sentirle el gusto dije: "¡Yo no soy leninista nada! ¿Qué es esto de centralismo democrático donde se discute todo adentro y después todos votan lo que se resuelve por mayoría y no hay nadie que pueda decir su opinión contraria? Eso no, yo soy libre". Y empecé a tener discrepancias cada vez mayores hasta que en una reunión, ya en la legalidad, yo en esa época era el delegado del núcleo de prensa del PS a una de las coordinadoras y llevaba documentos socialdemócratas, tipo del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) no del PS uruguayo que era marxista leninista, entonces me decían: "¡No, no, acá somos leninistas, esto no camina!", y contestaba: "Pero yo pienso eso", y me decían: "No podés pensar eso". ¡Ah! Mirá vos, no puedo pensar eso. Entonces un día hablamos (con Emiliano) y dijimos: "Nos vamos".

P: ¿A Emiliano lo conocías de ahí?

R: Sí, y del periodismo. Él trabajaba en CX30, lo conocía de las coberturas en la calle. Un día decidimos ser frontales y decirles a los compañeros que nos íbamos, renunciábamos al partido y que nos íbamos a dedicar al periodismo profesional. Estuvimos tres horas hablando con Gargano porque no quería que renunciáramos. Él nos dijo: "Ustedes son dos de las 100 personas, dos de los 100 cuadros políticos del partido, cuyas renuncias configurarían un hecho político". Y le dijimos: "Está bien, pero queremos otra cosa, es una opción de vida. No queremos integrar más ningún partido y tampoco queremos integrar más el PS porque ahora nos damos cuenta de que no estamos de acuerdo con lo que propone, estábamos de acuerdo en la lucha contra la dictadura".

P: Todo un planteamiento de fondo, principista, siendo ambos muy jóvenes.

R: Así es. Teníamos 25 años. Emiliano ya era un periodista conocido de radio, yo era un periodista conocido de prensa...

P: ¿Viviste situaciones de temor físico en alguna cobertura o en aquellas reuniones del PS?

R: Mirá, yo no me voy a hacer la víctima de que fui torturado porque no lo fui, no me voy a hacer la víctima de que fui preso porque no lo fui, pero viví la situación de temor que vivíamos los uruguayos en aquel tiempo.

P: Me refería más allá de lo que vivió la ciudadanía.

R: Yo participaba en las manifestaciones, tiraba piedras contra los camellos y salía corriendo y si me agarraban, me agarraban, pero siempre me escapé. Me acuerdo que una vez Germán Araújo estaba haciendo una huelga de hambre en 18 de Julio y se armó una manifestación a la cual fui y el canto era: "Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar", y dale y dale, hasta que cayeron aquellos carros que tenían unas cadenas por el piso y se armó una desbandada, tiraron gases lacrimógenos... El 9 de noviembre de 1983 participé en una manifestación que estaba prohibida por el gobierno y que anunciaron que iban a reprimir e igual fui. Íbamos cuatro juntos, nos separamos y unos quedaron en boliches tirados abajo del piso, yo me fui de 18 de Julio para el Barrio Sur corriendo, porque corrían a la gente a pie... Era un temor que yo también me lo buscaba, yo estaba peleando, no quería que siguieran más los militares.

La Constitución uruguaya y hasta la Declaración Universal de Derechos Humanos dicen que los pueblos tienen derecho a rebelarse cuando los que están en el poder no los respetan, los quieren sojuzgar, así que estábamos haciendo uso del derecho a la rebelión, era un gobierno ilegítimo que ya hacía muchos años que estaba. Yo me casé en 1981 por primera vez con una muchacha muy joven, yo tenía 21 años y ella 18, con ella tuve mis dos primeros hijos, y nos fuimos a vivir a una casa que compramos ahorrando en el Banco Hipotecario. Era una casita que quedaba cerca de Avenida Italia y Comercio, era una casa de dos ambientes que estaba en la esquina de un barrio, y cada vez que de noche un auto paraba en la esquina a mí me saltaba el corazón por la boca.

P: Eras periodista...

R: Sí, pero además el Servicio de Inteligencia me tenía fichado, obviamente, como a todo el mundo.

P: ¿Por lo que escribías o por ser el hijo de Paolillo?

R: No, por lo que hacía, por lo que escribía...

P: Y ahí ya estabas en el PS.

R: Si, tenían todo en los ficheros. Además era dirigente sindical de la Asociación de Periodistas del Uruguay (APU). Hay una foto por ahí donde estoy en una manifestación en 18 de Julio, en plena dictadura con un cartel que decía "Libertad de prensa ya", con los pañuelos en la boca y con las vendas y todo el asunto, como que estábamos amordazados. Ibas por la calle, no sabías nunca si ibas a terminar preso o qué.

 

Claudio Paolillo, durante una visita a Jerusalem. (Foto: Ariel Jerozolimski)

 

IDEALES Y PRINCIPIOS

P: Claudio, yo te escucho, me deleito con lo que estás contando porque aparte no conocía ese capítulo de tu historia y me encanta, pero aparte tendrían que escucharte todos aquellos que leen tus columnas cuando criticás a los bolivarianos...

R: Y claro, y lo hago por la misma razón que criticaba a los militares uruguayos.

P: Y después tenés que lidiar con algún ignorante que te llamó en algún momento en las redes "Bestia de derecha"...

R: Ah, bueno, ta. Eso es un cliché.

Yo creo en la democracia republicana, en las garantías individuales, en el respeto por los derechos humanos, en la separación de poderes, en la independencia de la Justicia y en la libertad de expresión. En la parte institucional política. En la parte económica creo en la economía de mercado, como existe en los países más avanzados del mundo, con intervenciones del Estado para los sectores más desprotegidos. ¿Eso es de derecha? Si eso es de derecha soy de derecha, yo qué sé, en España eso es de izquierda, en Alemania, en Finlandia, en Suecia, Noruega, Israel también, pero acá se asocia por facilismo, porque es más fácil no ponerse a analizar y decir "Éste es de derecha porque trabaja en Búsqueda".

P: La primera vez que me contaste sobre la historia de tu papá, mencionaste también el trato despreciable que recibió de Juan María Bordaberry. Y me pregunto cómo manejás esa historia personal cuando como director de Búsqueda tenés contacto directo con políticos. ¿Hablaste alguna vez del tema con Pedro, que a diferencia de su padre es un político demócrata?

R: Obvio, él tenía mi edad cuando dieron el golpe de Estado, él no tiene ninguna responsabilidad en lo que hizo su padre. Él tenía 13 años, igual que yo. Yo tenía 12 en 1973. Hablé una vez con él de eso. Y él me pidió disculpas y le dije: "Yo no te tengo que aceptar ninguna disculpa porque vos no tenés nada que ver, tenías mi edad, eras un niño. Lo que hizo tu padre lo hizo tu padre, no lo hiciste vos". Además Bordaberry ha escrito un libro en donde se declara en contra de la dictadura que presidió el padre y a favor de la democracia y lo ha dicho 20 veces. Eso de endilgarles a los hijos las responsabilidades de los padres yo no lo hago, salvo que sigan el camino del padre, pero no es el caso, de ninguna manera. Pero sí le dije una vez, estábamos hablando de nuestros padres, él hablaba del suyo y yo del mío, él me contaba que él quería a su padre, obviamente, por más que haya sido dictador, y en determinado momento le dije: "Yo también tenía padre y mirá lo que le pasó".

P: ¿Se sorprendió?

R: Me pidió disculpas y le dije que no tenía nada de qué disculparse, si era un niño, como yo. "No sabía", me dijo, y claro que no sabía, ¡cuántas cosas no sabrá!

 

SIEMPRE LUCHANDO

P: ¿Dónde estaba la figura de tu papá en todo eso, cuando ibas a las reuniones del PS y sabías que corrías riesgos, cuando ibas a las manifestaciones?

R: ¡Ah! Yo creo que mi padre hubiera aprobado todo lo que yo hacía, no importa si era socialista o qué, porque mi padre era un peleador también. Yo soy un peleador, hasta el día de hoy. A veces algunos miembros del gobierno me dicen: "Cuando hablamos contigo sos mucho más calmo que cuando escribís".

P: ¡Es verdad! Yo también pensé eso.

R: Y es que soy un peleador. La herencia que me dejó mi padre no fue económica, porque no tenía un mango, pero me dejó una herencia de que hay que pelear en la vida por las cosas en las que uno cree y que si no, no honrás la vida, pasás por la vida pero no la honrás. Hay que pelear, no importa, a veces te puede costar la libertad o te puede costar una puteada no ´mas. Escribir ahora es un bollo comparado con la dictadura. Ahora lo único que me pueden decir es: "Ah, este es de derecha", ¿y a mí qué me importa?, comparado con lo que podría haber sufrido en la dictadura no me importa nada. Además tienen derecho a decir que soy de derecha, yo creo en la libertad de expresión así que creo en la libertad de crítica y en lo que escribo. Yo no me enojo cuando me critican, creo que es uno opinando distinto de mí, para eso peleé. No peleé para que poner otra dictadura, peleé para que saliera. Así que como decía Voltaire: "Podré estar en contra de tu opinión pero daría mi vida para que puedas decirla".

P: ¿Te sentís un periodista valiente?

R: No. Un periodista. Algún tipo de valentía había que tener en aquella época, ahora hacer periodismo en Uruguay es un bollo. No digo ahora con los gobiernos del Frente Amplio, digo con todos los gobiernos democráticos, después de que terminó la dictadura. Claro, uno vivió aquello entonces puede comparar, pero hacer periodismo en Uruguay es fácil. Lo compruebo ahora cuando voy a las reuniones de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), ahora fui a una a Guatemala donde a un periodista casi lo matan cuatro veces, me contó cómo pasó por eso, murieron cuatro periodistas el año pasado en ejercicio de su trabajo. Hay países donde los periodistas se mueren por hacer lo que hacen, hay otros donde los meten presos, hay otros donde los echan del trabajo por presiones de los gobiernos. En Uruguay nada de eso pasa, por eso Uruguay está junto con Costa Rica como los dos primeros países en la lista de países de América Latina con mayor libertad de prensa.

P: Eso es un gran orgullo.

R: Pero es desde 1985 un gran orgullo.

P: Claudio, claro que no alcanzamos en esta vuelta a abarcar ni la décima parte de lo que amerita plantearte...pero para resumir al menos esto...¿hay algo que quisieras agregar?

R: Te quería decir una cosa que me quedó colgando cuando me preguntaste cuando me dicen de derecha. Yo tengo muchos amigos frentistas, pero hay algunos que ligeramente hacen esas afirmaciones y que no los entiendo. Como te dije, no fui torturado ni preso pero sí viví la militancia en un partido marxista en Uruguay en la dictadura y vi cómo llevaban gente presa y después me contaban algunos de ellos cómo fueron torturados y todo eso.

 Yo no entiendo cómo pueden defender un régimen como el de Venezuela, y no lo entiendo sobre todo si son de mi generación o aún más viejos. Habiendo vivido lo que pasó acá, viviendo las mismas cosas: tanques en las calles, represión a tiros, muertos, estudiantes muertos porque piensan distinto nada más y salen a manifestarse como es su derecho, el derecho a manifestarse está consagrado en la Constitución, en la Declaración Universal de Derechos Humanos, ¡hasta en la Constitución venezolana de (el ex presidente venezolano) Hugo Chávez! Hasta ahí está consagrada. Por supuesto que está consagrado en Uruguay el derecho a la libre expresión, a manifestación y a reunión, está consagrado en todas las Constituciones republicanas del mundo, y hasta en la de Chávez, que no es republicana. Sin embargo, en un régimen que está hace ya muchos años en el poder, cuya legitimidad está muy en tela de juicio porque las elecciones fueron protestadas porque ganó por 200.000 votos en 16 millones, supongamos que ganó, pero la mitad del país votó otra cosa y sale a protestar porque no tiene papel higiénico en los supermercados, jabón, pasta de dientes, comida básica, hay escasez de todo, la inflación está en el 70%, la gente está enojada. Y salen los estudiantes, como salían los estudiantes de acá en el pasado, a pedir libertad además, porque en Venezuela no hay televisión independiente, no hay radios independientes y a los diarios los están ahogando no dándoles las divisas para comprar el papel para que se ahoguen financieramente.

Como hicieron los dictadores acá, que a los semanarios de alternativa los cerraban, o no, pero además los intentaban ahogar económicamente, te hacían imprimir toda la edición y había un tira puesto allí en la boca de la rotativa y decía: "Imprima todo", y le decían: "No, mírelo antes de imprimir porque si me lo va a prohibir dígamelo antes así no me hace gastar". Se imprimían todos los ejemplares y decía: "La página 9 no puede salir". Entonces o cortabas la página 9 de a uno de los miles de ejemplares o no salías, era para ahogarte financieramente. Lo mismo que está haciendo Venezuela, a mí me sorprende cómo viendo el espejo, lo siguen apoyando. Porque se puede ser autoritario diciéndose de derecha o de izquierda-aunque para mí no es de izquierda ningún gobierno autoritario, pero se dice de izquierda- pero por el simple hecho de ser apoyado por Cuba, que encabeza una dictadura desde hace decenas de años, y porque se dice de izquierda entonces a esos los vamos a contemplar. Y eso es de izquierda y ahí no hay que protestar, ¿cómo es? Yo no los entiendo, realmente creo que es una contradicción flagrante con lo que hicieron, hicimos, durante los años en los que luchamos por la libertad en el Uruguay y es una contradicción flagrante con lo que Venezuela hizo por nosotros.

Porque cuando secuestraron a la maestra Elena Quinteros de los jardines de la embajada de Venezuela Carlos Andrés Pérez rompió relaciones con la dictadura uruguaya, y las reanudó recién en 1985 cuando asumió Sanguinetti, porque no iba a reanudar relaciones con un gobierno dictatorial. Y refugió a una cantidad de uruguayos que se fueron a vivir a Venezuela porque sino los metían presos en Uruguay. Y a ese país que hoy está sufriendo prácticamente las mismas cosas que sufríamos nosotros durante la dictadura, y ahora nosotros como se dice de izquierda y es amigo de Fidel miramos para el costado cuando matan a estudiantes en la calle, cuando reprimen la libertad de expresión, cuando copan el Poder Judicial, cuando no hay jueces independientes, no hay garantías individuales y no hay respeto por los derechos humanos. Yo creo que soy mucho más coherente que ellos, que los que me critican cuando critico eso.

P: Otra de tus magistrales columnas...en vivo. Gracias Claudio. La seguiremos.

R: Claro que sí. Gracias a vos Ana.

 

Otra de las entrevistas  con las que nos enriqueció. Aquí, en mi escritorio en Jerusalem.

 

Ana Jerozolimski
(23 Octubre 2021 , 18:14)

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La decepción y la esperanza de un médico israelí que atendió a miles de niños palestinos

29 Diciembre 2024


Con el Dr. Sagi Assa, del programa humanitario “Salvar el Corazón de un Niño” 

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2024-12-30T12:57:04-03:00