Cultura

Mis libros de setiembre

En septiembre la lectura no fluyó tanto, varios libros quedaron en el camino y algunos me costó terminarlos. ¿Será que hay un libro para cada momento de la vida? Seguro, pero a veces no lo tenemos a mano y nos empeñamos en leer otro que no pega ni con cola con el día que terminó. Yo casi siempre lego por la noche, antes de irme a dormir.. Y claro, cuesta. Ayer en un curso dijeron que está bien dejar libros a medias. Yo soy una abandonadora serial, les hago ghosting, por eso en mi Kindle hay una pila de libros sin terminar. A veces pienso que a muchos ni les di una oportunidad.

Continuidad de Emma Z Ariel Magnus

Esta es una secuela del cuento Emma Zunz de Borges. El cuento de Borges  es redondito, al que no le falta ni le sobra ni una palabra.

Ariel Magnus hace un uso de un humor a veces extraño y mezcla a tantos autores que muchas veces dificulta la lectura si no se los conoce. Su intertextualidad lo caracteriza y es todo un viaje leerlo.

En éste libro, prácticamente todos los personajes están sacados de otros escritores conocidos (Cortázar, Arlt, Onetti, Thomas Mann). En la novela, además, aparecen algunos de los autores de esos personajes, como Borges, Onetti y Martín Kohan (que escribió Erik Grieg, una especie de continuación de Emma Zunz pero desde el punto de vista del marinero). El autor tuvo que esperar a que muriera María Kodama para poder publicarlo, porque le pidió permiso y ella se lo negó.

Es un libro diferente, vale la pena leerlo.

Perder el juicio de Ariana Harwicz

Lisa, la protagonista de Perder el juicio, parece tener todo para ser la víctima perfecta: mujer, madre, extranjera. Es una carrera sin freno de una mujer que sufre y ataca. Harwicz desafía los estereotipos y las convenciones sin caer en discursos feministas.

Pero justamente ella, la que parece estar más desprotegida, rompe con eso y se convierte en quien toma el control y ataca. La acusan de violencia de género “agravada por la presencia de menores” y le quitan la custodia de sus hijos. Alejada de ellos, los espía cuando puede y no para de pensar en ellos. Incapaz de seguir las reglas del tribunal –visitas con un asistente social, charlas vigiladas, todo súper controlado–, Lisa pierde la paciencia y empieza a actuar cada vez más desquiciada, con palabras llenas de furia, como si estuviera en plena batalla. Finalmente, completamente fuera de sí, prende fuego la casa donde viven sus hijos, los secuestra y se da a la fuga.

Perder el juicio muestra, a través del cuerpo y las palabras de su protagonista, a una mujer que, mientras para los demás es fácil de etiquetar (madre, esposa, criminal), para ella misma todo es un caos mental, un terreno donde no tiene claro cuál es el camino. Poco a poco, las señales y los mapas van perdiendo sentido. Harwicz sugiere que en nuestra naturaleza hay un instinto animal que nos domina, mezclado con un deseo fuera de control que no entiende de normas sociales ni leyes.

Siempre es un placer leer a Ariana. Mi primera experiencia fue Matame, Amor Mío, y este libro es un paso más, con otra protagonista femenina que te arrastra. El libro tiene un ritmo rápido y genera en el lector una sensación de miedo e inquietud. Lo recomiendo si estás buscando una novela que te provoque desasosiego y te mantenga alerta.

Ruth de Adriana Rivas

Este es mi segundo libro de Adriana Rivas. El primero fue La Sal, lo compré en la Feria del Libro de Buenos Aires del 2023. Me lo recomendaron allí y es un viaje en todo sentido.

Lo que más me llamó la atención de este libro es como construyó la autora un personaje de ochenta años cuando ella tiene cuarenta. Denota su capacidad de observación precisa y filosa. Esta novela tiene frases memorables. 

Me sorprende que muches vean Ruth como una novela sobre la vejez. Para mí, desde el minuto uno, esta novela de Adriana Riva es una reflexión filosa y feliz sobre la familia como invento social, con sus luces y sombras, sus dramas, sus absurdos y sus cosas sin sentido. Es ese espacio donde puede pasar cualquier cosa, incluso el mal con buenas intenciones (acá pienso, obvio, en la hija de Fanny). Filosa y feliz, así la definiría. Porque Ruth no se guarda nada, te pega donde duele, pero está tan bien hecha que se siente como una creación feliz.  La protagonista tiene ochenta años, le gusta la ópera, sus amigas, sus hijos que los describe de manera muy específica “el que tiene perro” y el abogado.

Se destaca de ésta novela el gusto por la vida de la protagonista, ella disfruta de sus clases por zoom de salir a cenar, de las conversaciones con sus nietos.

Ruth no quiere ser joven ni volver atrás; ella es como ese cuaderno donde anota cosas que después nunca más lee. En su mundito medio raro, con la cocina como centro, y el cuadro de la artista de Tierra del Fuego de fondo, Ruth es una especie de personaje zen: “Llevo años achicando el mundo”, “Me obligo a menos, y así estoy bien”. Y de ahí sale una forma de pensar nueva, una forma libre de ver la vida, al revés de lo que dicta la costumbre. Tiene una claridad tan distinta que dice cosas como: “A veces pienso que mi hijo sería genial, si fuera otro”. 

Lo que hace a Ruth tan entrañable es su sed de ver lo diferente, la curiosidad que le despiertan las otras personas, sus ganas de mirar el mundo como si lo viera por primera vez. Su mirada del arte, del cine, de sus vínculos, sus comunicaciones por teléfono, por mensajes. Su vida es finita, y quiere disfrutar lo máximo de ella. Sus mensajes con su amiga Fanny me mostraron un mundo de mujeres mayores inimaginable. Es la primera vez que veo el mundo desde el lugar de los adultos mayores con sus hijos acomodando la vida de ellos para su comodidad.

Fue el libro que más me gustó de este mes.

Una casa llena de gente de Mariana Sandez

Es la historia de un edificio donde viven varias familias, y aunque parece que la protagonista es Charo, el tema central es la literatura. Al principio, el lector se siente un poco perdido entre la madre narradora, la abuela inglesa que tira comentarios sarcásticos sobre su hija, la vecina Gloria y su hija Vicky. Todos estos personajes cuentan su versión de lo que pasó en el edificio.

Leila, la madre de Charo, le deja a su hija sus diarios y una colección de fotos y películas familiares. Charo es presentada como una dramaturga exitosa. Después de la muerte de su madre, tiene la tarea de reconstruir la historia de los habitantes del edificio donde vivieron cuando ella era chica. Leila, que nunca llegó a ser escritora y siempre trabajó de traductora, le deja a su hija este rompecabezas que revive su propia historia y le da información que Charo no conocía.

La novela está dividida en cinco partes: Cimientos, Andamiajes, Exteriores, Interiores y Escombros y reconstrucción. La primera parte cuenta la mudanza al edificio y los primeros encuentros entre los vecinos. La segunda muestra cómo empiezan a relacionarse. La tercera narra los momentos compartidos en las áreas comunes, como el jardín. La cuarta trata de un escándalo que afecta a todos en el edificio, y la quinta se enfoca en cómo continúan las vidas de estos personajes, los secretos de Leila, los arranques de Gloria, y las complicidades de Martín.

El libro también es una historia sobre libros, lectores y literatura. El edificio parece una metáfora de una obra literaria. Con mucha lucidez, Sández crea un texto que reflexiona sobre el mundo de los libros. Un buen ejemplo es cuando Leila, que organiza su vida alrededor de la lectura, dice: "la única casa llena de gente que vale la pena es la literatura."

Al principio, el libro puede parecer confuso, pero a medida que te sumerges en la historia, te conviertes en un personaje más y sientes la necesidad de descubrir el misterio que se va desvelando poco a poco. ¡De verdad, vale la pena leerlo!

 

Janet Rudman
(04 Octubre 2024 , 19:45)

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