Gran parte de este texto ya la hemos publicado en años anteriores. Hoy queremos reiterarlo.
Estos días siempre son muy especiales para mí. Lo son antes de las fiestas centrales del calendario judío, tanto Pesaj como Rosh Hashaná.Recuerdo con especial fuerza a papá, de bendita memoria, embargado de felicidad cuando veía la mesa larga bien puesta, engalanada para recibir a la fiesta y a la familia. Lo recuerdo con su noble sonrisa allí parado, a la cabeza de la mesa, con la Hagadá en una mano y la copa de vino en la otra, disfrutando de ese “juntos” que tanto significaba para él. Dentro de poco se cumplirán 20 años de partida física y aún lo vemos allí, no olvidamos jamás su sonrisa y todo lo que nos dejó.
Papá reía cuando yo le decía que tiene pinta de profeta.Y yo lo miraba, y sentía que él simbolizaba la cadena de continuidad del pueblo judío…porque aunque sin ser una persona religiosa, era un enamorado del judaísmo, de su historia, de sus tradiciones, y más que nada, de sus valores. Esos valores se manifiestan también hoy, en múltiples expresiones de solidaridad, donaciones al prójimo para que todos puedan festejar dignamente Pesaj…y tanto más, hacia adentro y fuera de la colectividad.
Menciono siempre a papá cerca de las grandes fiestas del calendario judío, aunque siempre está en mí y en el corazón de la familia toda, porque amaba profundamente las reuniones alrededor de la mesa de Pesaj y Rosh Hashana.
Hace muchos años que no está físicamente con nosotros. Pero está siempre cerca nuestro. Y también este Pesaj, como Eliahu HaNavi, habrá un lugar para él. Y una silla para los secuestrados, cuya tragedia- que es de todos nosotros- le desgarraría el corazón, que siempre latía al compás de Israel.