Aunque con dos semanas de retraso, deseamos honrar aquí la memoria del querido Isaac (Chito) Goldfarb (z”l) fallecido en Montevideo. Chito era una persona muy querida en la colectividad judía uruguaya, a la que aportó como destacado dirigente comunitario durante muchos años.
Su esposa y compañera de toda la vida, Giza, nos comentó de las sentidas palabras que el Rabino Eliezer Shemtov pronunció en su memoria. Es oportuno pues reproducirlas. Fueron pronunciadas al darse sepultura a Chito en el Cementerio Israelita de la Paz, el 22 de marzo.
“Estamos aquí reunidos para acompañar a Chito Goldfarb en su último viaje.
Dado que nos encontramos ahora el viernes después del mediodía, vísperas de Shabat, no se acostumbra dar grandes Hespedim, elogios, ya que, presionados por los preparativos de Shabat, sería contraproducente.
Así que me limitaré simplemente a decir gracias, y por dos razones.
La primera:
Fue durante la presidencia de Chito que la Kehilá se dirigió a Jabad para que envíen una pareja para fundar una presencia de Jabad en el país para ayudar a fortificar la identidad judía de los jóvenes. Y fue Chito junto a Abel Bronstein quienes vinieron a visitarnos en el Hotel Ermitage la primera noche de nuestro arribo, para darnos la bienvenida y compartir con nosotros su visión en cuanto a nuestra misión.
Esta semana se cumplieron 39 años desde que esa gestión se concretizó.
La segunda razón:
Chito —o como yo lo llamaba siempre: “Íche”— y yo, siempre disfrutamos de discutir sobre los temas importantes de la vida, especialmente en cuanto a lo comunitario. ¿Por qué discutimos? Discutimos porque nos respetamos y nos valoramos. No nos valoramos a pesar de nuestras diferencias, sino a raíz de ellas. Cada conversación fue una experiencia didáctica. Siempre salimos los dos ganando.
En esto coincidimos. Íche mismo me lo manifestó en el último intercambio que tuvimos, hace muy poco.
El 29 de febrero yo había subido a mis “status” de Whatsapp:
¡Lejaim, uruguayos, Lejaim!
Si el año 1985 fuese bisiesto, hoy sería el 39 aniversario de nuestra llegada al Uruguay, víspera del comienzo de la democracia.
Aterrizamos en el aeropuerto de Carrasco, recibidos por alfombras rojas.
¡Qué privilegio! ¡Qué responsabilidad!
A lo que Íche respondió por mensaje privado: Lo recuerdo perfectamente.
Le pregunté: ¿Valió la pena?
Íche: Por supuesto. Si no, ¿con quién podría discutir? y además: algo aprendí.
Respondí con un corazón.
Esa dinámica de discutir las ideas con y por respeto a la gente es lo que va a asegurar que el pueblo judío y la comunidad judía sobrevivan.
El “pluralismo” falso, que es nada más que un disfraz por la indiferencia, es nuestra amenaza más grave.
Me viene al recuerdo una historia que escuché muchas veces de mi amigo José Jerozolimski, que en paz descanse:
Un barco naufraga y dos de los pasajeros, judíos, llegan a la orilla. Allí se encuentran con un amigo que les pregunta: ¿cómo hicieron para llegar a salvo, si no saben nadar?
—No estábamos nadando; estábamos discutiendo (gesticulando con los brazos en el aire).
Cuando uno entiende algo y le importa, discute. Así que estoy agradecido por el hecho de haber tenido con quien discutir temas trascendentes que nos importaban a los dos, si bien de maneras diferentes.
Entre los jasidim no se acostumbra despedirse. La razón es que las distancias son meramente físicas y virtuales; no relevantes en el plano espiritual y real.
Así que en este momento, también, no se trata de una despedida, sino de un “hasta luego”.
Que su alma esté unidoaa la fuente de la vida y que sea un eficaz y eficiente intercesor ante el trono celestial para generar consuelo y abundancia de bendiciones especiales para su familia, su comunidad y su pueblo. Y que junto a las almas que se encuentran en esa dimensión, además de todos los esfuerzos nuestros en esta dimensión terrenal, logre que tengamos las fuerzas para superar los desafíos y amenazas y lograr un mundo de equilibrio y armonía en el cual nadie deberá vivir con miedo y conflicto”.