Dentro de pocos días se cumplen 6 meses desde la masacre cometida por Hamas en el sur de Israel y está claro hace tiempo que los frentes que ésta impuso a Israel son varios y complejos. En esta nota apuntamos a presentar el cuadro general, pero no a analizar los temas de seguridad – que ameritan una nota aparte – sino en cuanto a lo estrictamente interno israelí.
De hecho, cada tema es un mundo entero.
1) En la masacre fueron asesinadas aproximadamente 1200 personas y cerca de 10.000 fueron heridas. Desde entonces , en el marco de la guerra contra Hamas, han muerto cerca de 300 más. Hasta hace pocos días, el cómputo superaba los 1530 muertos en Israel desde el 7 de octubre inclusive. Y el número de heridos supera los 15.000. La enorme mayoría de los que se agregaron a la lista en los últimos meses son soldados y oficiales en las Fuerzas de Defensa de Israel. Ya son 600 los caídos en el campo de batalla.
Estos números, además del dolor personal y familiar de todos los afectados, constituye un gran golpe a nivel nacional. Para entender la dimensión , basta con recordar que en toda la guerra de Iom kipur en 1973, que hasta el 7 de octubre último era la más traumática en la historia nacional, murieron cerca de 2600 soldados mientras que en la masacre, en un día, murieron algo menos de la mitad de esa cantidad, la mayoria civiles.
Un tema clave y especialmente doloroso, que amerita una nota- varias- aparte , es el de los 134 secuestrados aún en manos de Hamas, los que quedaron en Gaza tras la liberación de otros 124 en noviembre durante el alto el fuego. Lo trataremos por separado .
2) Esta situación impuso a Israel un trauma a nivel nacional. Más allá de matices sobre la forma en que cada uno lidia con la tragedia y del hecho que el horror ocurrió en el sur, la masacre dio a todo el país una sensación de vulnerabilidad. Y más que nada, en la zona atacada, la población civil se sintió desamparada. La gente, escondida en los refugios de sus casas, que en muchísimos casos se convirtieron en trampas de muerte, estaba segura que muy pronto llegaría el ejército a salvarlos. Pero pasaron largas horas ,muchas horas en muchos casos, hasta que llegaron los primeros soldados. Lucharon con valentía y se arriesgaron para cumplir con su deber, proteger a la población, pero en general llegaron demasiado tarde. En el kibutz Nir Oz, en el que casi el 30% de sus 415 habitantes fueron asesinados o secuestrados, los terroristas estuvieron 8 horas sin que nadie los detenga. Se fueron solos en determinado momento, tras haber atacado absolutamente todas las casas del kibutz menos 6. Esta situación dejó en numerosos habitantes del sur una sensación de traición, de abandono, de imposibilidad de confiar ni en el liderazgo político ni en el militar.
La rapidez y contundencia con que se reaccionó, tras unas horas de demora, el gran esfuerzo desplegado por las Fuerzas de Defensa de Israel y el notorio espíritu heroico con que se enfrentó a los terroristas para eliminarlos o detenerlos, devolvió parte de la confianza que siempre caracterizó la relación entre la población y su ejército. Pero el trauma no desaparece.
3) En el plano interno, la masacre y la guerra que ésta desató, tuvieron un efecto doble en cuanto a la forma en que la sociedad lidió con la situación. Por un lado, la gran división interna que se había vivido durante meses a raíz del plan de reforma judicial planteado por el gobierno de Netanyahu y las manifestaciones con las que se reaccionó, parecieron desaparecer al instante. Está claro que no se esfumaron las diferencias ideológicas y políticas entre izquierda y derecha-por usar conceptos un tanto simplistas- pero el trauma vivido el 7 de octubre cambió las prioridades.El lema que abrazó el país y que sigue viéndose en carteles por doquier, tanto pequeños en balcones de casas particulares como otros gigantescos en las calles de Tel Aviv,es “junto venceremos”.
Hubo aquí dos marcos en los que esto se manifestó.
Ante todo, en las Fuerzas de Defensa de Israel, donde todos combaten hombro a hombro, vengan de donde vengan, sea cual sea su opción partidaria cuando van a las urnas. Era tal – de hecho sigue siendo – la profunda convicción sobre lo justo de la guerra contra el terrorismo de Hamas, que eso lo cubrió todo.
Es más: desde el campo de batalla salían voces de reservistas reclutados exhortando a los políticos a no hablar ni comportarse en forma divisiva y a seguir el ejemplo de las tropas en el terreno. Especialmente impactante fue , hace ya varias semanas, la alocución del famoso y muy querido cantante y actor de Fauda Idan Amédi, quien resultó gravemente herido en combate. De hecho, ya desde Gaza hizo circular en sus redes un mensaje filmado dirigido a los políticos,diciéndoles directamente: “si no tienen nada bueno y unificador que aportar,cierren la boca”.
Otra expresión del mismo espíritu se dio hace varios días,cuando nada menos que el Brigadier General Dan Goldfus, Jefe de la Brigada 98 que está jugando un papel central en las maniobras en Gaza, exhortó a los políticos a “ser dignos del sacrificio de los soldados”. La discusión acerca de si un oficial uniformado debe pronunciarse públicamente de esa forma, es legítima, pero es un tema aparte.
Goldfus transmitió ese mensaje en un momento en el que está claro que la calle israelí vuelve a discutir. No es lo mismo que antes del 7 de octubre en absoluto pero vuelve a haber manifestaciones y la discusión interna se agudiza, aunque sin alcanzar los niveles previos a la masacre. Este domingo 31 de marzo tuvo lugar en Jerusalem lo que se presentó como la primera manifestación de una semana entera de protestas exigiendo nuevas elecciones. No participaron sólo tradicionales opositores a Netanyahu sino también familiares de secuestrados y de soldados caídos, evacuados del norte y del sur.
Y esto se debe tanto al hecho que medio año después de la masacre aún no se ha logrado recuperar a los secuestrados pero en gran medida también a que Netanyahu no ha dicho hasta ahora que reconoce su responsabilidad en las serias fallas que condujeron al 7 de octubre. La responsabilidad de las Fuerzas de Defensa de Israel y todos los servicios de seguridad, es clarísima. Pero mientras tanto el Comandante en Jefe del ejército Teniente General Herzi Halevi como el jefe de Inteligencia Aharon Haliva y el jefe del Comando sur Yaron Finkelman reconocieron su responsabilidad y dieron a entender que dimitirán después de la guerra, Netanyahu no se ha manifestado de esa forma aunque siendo él quien conduce el país desde hace 15 años, con una interrupción de un año y medio del gobierno de Naftali Bennet y Yair Lapid, es casi por definición quien lleva sobre sus hombros la máxima responsabilidad.
Esta situación y la percepción de mucha gente sobre errores en la forma de manejarse hoy, sin debatir qué pasará en Gaza después de la guerra, sin plantear alternativas claras, así como críticas a diversas decisiones del gobierno, han devuelto a las calles a ciudadanos que ahora manifiestan contra Netanyahu. Los más duros exigen que dimita de inmediato y los demás protestan exigiendo que se fije de común acuerdo una fecha para ir a eleccione adelantadas.
La gran discusión es qué es más nocivo : seguir con el gobierno actual o ir a las urnas en medio de la guerra. Netanyahu sostiene que elecciones paralizarán al país por muchos meses y darán un premio a Hamas. Sus críticos discrepan.
4) Hay un tema clave para Israel, que nada tiene de nuevo, pero sobre el cual la polémica claramente se agudizó a raíz de la masacre y la guerra. Se trata del hecho que desde hace décadas, los jóvenes del sector ultraortodoxo que están en edad de hacer el servicio miitar obligatorio por ley, quedan exentos del mismo para que puedan seguir estudiando en las yeshivot, o sea los institutos superiores de estudios rabínicos. Eso claramente atenta contra el principio de igualdad ante la ley,pero las quejas al respecto de amplios sectores de la ciudadanía se han agudizado a raíz de la guerra contra hamas al quedar en claro que el ejército precisa más combatientes y que si no logra enrolar a más jóvenes, serán los que ya hacen servicio de reserva los que tendrán que agregar días a ese marco, o los soldados regulares los que tengan que extender su servicio obligatorio. Eso no se mide solamente en alteración de la normalidad de sus vidas sino directamente por el hecho que en el campo de batalla pueden morir.
Los ultraortodoxos sostienen que estudiando las sagradas escrituras del judaísmo no están evadiendo el servicio militar por comodidad sino aportando con sus plegarias a proteger a los soldados y a la población en general, con lo cual recuerdan que “la Torá mantuvo durante milenios al pueblo judío”. El problema no es la sinceridad de su convicción al respecto sino la necesidad del Estado en el que viven y del que reciben presupuesto, en el que una parte de la población arriesga su vida para proteger a todos. Cuando hay guerra, responden los críticos, entre ellos no pocos rabinos, se cierra el libro y se corre a salvar vidas.
Desde hoy al expirar al expirar la ley anterior que regularizaba el tema, el Estado tiene prohibido pasar presupuestos a las yeshivot en las que hay jóvenes en edad de reclutamiento que rehusan ir al servicio militar.
Todos estos temas constituyen desafíos profundos con los que la sociedad israelí seguirá lidiando por mucho tiempo. Para ninguno de ellos hay una solución rápida y tajante.
El espíritu del pueblo de Israel, la convicción que está librando una guerra justa y que no tiene opción que seguir adelante, será un “arma” clave en esta lucha.