Fuente: CCIU
En el marco del 28º aniversario del Atentado contra la AMIA, las distintas embajadas argentinas en el mundo realizaron actos alusivos. En el día de ayer, la Embajada Argentina en Uruguay realizó el acto correspondiente, en el que hicieron uso de la palabra el Embajador Alberto Bautista Iribarne y el Presidente del CCIU, Marcos Israel. En la foto: Secretario General del CCIU, Roby Schindler, Presidente del CCIU Marcos Israel, Embajador de Argentina Alberto Iribarne y Embajador de Israel Yoed Magen.
El acto contó con presencia de autoridades nacionales y diplomáticas, y de representantes de instituciones de la colectividad judía uruguaya.
Las siguientes son las palabras pronunciadas en la ocasión por Marcos Israel, Presidente del Comité Central Israelita del Uruguay.
“Agradezco a la Embajada Argentina y en particular al embajador Alberto Iribarne por la oportunidad de compartir este acto con nosotros, y agradezco también a todos los presentes por acompañarnos
La comunidad judía uruguaya se vio estremecida aquel 18 de julio de 1994 y los días posteriores –a medida que se iban sucediendo las noticias-.
Especialmente afectados por nuestra cercanía, y por los lazos de amistad y hasta familiares que muchos de nosotros tenemos con integrantes de la comunidad judía argentina.
Pero, además, porque fue un acontecimiento tan impactante que, probablemente, todos los que estamos aquí recordemos lo que estábamos haciendo cuando nos enteramos del suceso.
Y fue impactante por varias razones: En primer lugar por La dimensión del atentado. Se trató de un atentado enorme.
En segundo lugar, porque le estaba ocurriendo a la comunidad judía más grande y más importante del continente, con un arraigo en la República Argentina creo que ya centenario en aquel momento.
Y porque, aunque había un antecedente de atentado en la Argentina –el de la Embajada de Israel-, nadie pensó que una colectividad judía sería atacada de esa manera.
De alguna forma, el antisemitismo cobró un nuevo formato, una nueva dimensión, tras ese atentado. Fue como volver a un pasado que parecía remoto y superado, cuando en el mundo campeaba un antisemitismo sumamente agresivo.
Veintiocho años es mucho tiempo, realmente, sin embargo, el acontecimiento está muy presente, como si hubiera sucedido hace muy poco tiempo. Las razones para que esto sea así son varias. Por un lado, la magnitud del atentado –sin duda- es una.
Pero más que eso, el factor impunidad es un elemento central. Es un elemento central porque es sumamente inquietante. Lo es para los familiares de las víctimas por supuesto, porque no tienen paz, no logran cerrar su duelo. Pero también para cualquier ciudadano, principalmente para las colectividades judías de todo el continente.
Porque, en general, para cualquier habitante de la región, la impunidad significa que la amenaza está latente, que nos acecha en forma permanente. Y de hecho, de eso se trata el terrorismo.
Desde aquel lejano 18 de julio de 1994 las colectividades judías de América Latina hemos tenido que tomar y mantener medidas de seguridad costosas, incómodas y antiestéticas, pero imprescindibles.
Y es que la impunidad envalentona y agiganta al perpetrador.
Pero hay algo más de lo cual se sabe muy poco, casi nada.
Al día siguiente del atentado de la AMIA, el 19 de julio del mismo 1994, hubo otro atentado en América Latina.
Sí, en Panamá.
Un avión de la compañía local Alas, que cubría el recorrido Ciudad de Panamá – Colón, sufrió un atentado con bomba en vuelo, muriendo todos sus ocupantes. Doce de ellos empresarios judíos, más otras nueve personas entre pasajeros y tripulantes, y el terrorista suicida.
Demoró en conocerse las causas de la caída del avión, razón por la cual no tuvo el impacto mediático del atentado de la AMIA. La cabeza perpetradora fue la misma.
Lo cierto es que nuestra alerta no es vana ni exagerada, y los designios de este régimen y sus satélites son verdaderamente globales.
En este último mes se puso en el tapete, y ha estado presente en la mayoría de los medios de difusión, el affaire del avión venezolano-iraní que llegó a nuestra región. Affaire que hace aumentar nuestra alerta, y que no surge de la nada.
¿Para qué quiso venir al Uruguay? ¿Por qué querían estar 24 horas en nuestro país?
Y ahora sabemos que vuelos similares han aterrizado en Chile varias veces.
Y digo que este affaire no surge de la nada, porque, más bien, esto que está ocurriendo, es parte de un proceso continuo, que nunca se detuvo –ya no desde aquel lejano 18 de julio de 1994-, sino antes, desde 1979 cuando el régimen islamista tomó el poder en Irán.
Desde un principio los líderes islamistas pusieron claramente de manifiesto su objetivo de exportar la revolución islámica al mundo, y no por las buenas.
Ese proceso Nunca se detuvo ni se detendrá hasta lograr su objetivo hegemónico que alcanza al mundo entero, “desde las entrañas de la tierra hasta el cielo” como les gusta decir-.
No se detendrá salvo que un conjunto de países, con suficiente poder y voluntad política, se decidan a detenerlo.
En este proceso continuo del que hablo, se incluye una gran penetración en diversas dimensiones. En el narcotráfico, con redes cada vez más extendidas por todo el mundo y con gran presencia en América Latina; en el tráfico de armas; en el lavado de activos; en espionaje a diversos niveles; en asesinatos de fiscales y jueces –no sabemos cuántos-; en atentados como este que estamos recordando. Y, por supuesto no puedo dejar de mencionar, el avance geoestratégico impresionante, con grupos armados en diversos puntos del Medio Oriente que tienen en vilo a varios países de la región, con los que de hecho existe una guerra de baja intensidad en curso, que en cualquier momento podría convertirse en algo mucho más grande.
Todos éstos son aspectos de una política consistente y claramente definida.
A todo lo anterior se le agrega el desarrollo, también imparable, en el ámbito nuclear y misilístico. Desarrollo nuclear destinado a la obtención de bombas atómicas. Nadie puede dudar de eso. La Agencia Internacional que se encarga del control del uso seguro y pacífico de las tecnologías nucleares ha denunciado por estos días esa preocupación.
Demás está decir que este desarrollo es parte del mismo plan hegemónico. Si logran su objetivo de obtener armas nucleares, las consecuencias serán gravísimas para la paz mundial.
Creo que este cuadro no estaría completo si no me refiero, aunque sea brevemente, al carácter despótico con claros rasgos de nazismo del régimen iraní. Un régimen profundamente opresivo, misógino, homofóbico y antisemita. Un régimen que detenta el récord de sentencias de muerte con un 50% del total mundial, siendo que su población es del 1%.
Lamentablemente, en la mayoría de los países del mundo ha habido una tendencia a barrer bajo la alfombra todo esto que caracteriza a Irán.
En cambio, se prioriza la importancia del petróleo iraní y todo el comercio que puede generarse alrededor de él. Así, este régimen ha seguido creciendo y volviéndose cada vez más peligroso.
Creo que, en un día de recordación como éste, valía la pena detenerse unos minutos a hacer estas reflexiones. Es el homenaje que desde acá, desde nuestro lugar, podemos hacerle a las víctimas del atentado de la AMIA.
Ojalá, espero, que dentro de un año podamos tener buenas noticias, de avances en algún sentido sobre todos estos temas que nos aquejan.
Muchas gracias nuevamente a la Embajada Argentina y al embajador Iribarne y a todos uds por acompañar.”