Un año y medio transcurrió desde aquel terrible sábado 7 de octubre en el que miles de terroristas llenos de odio y armados hasta los dientes irrumpieron al territorio soberano de Israel violando la frontera en decenas de puntos, atacaron numerosos blancos civiles y algunos militares, masacraron a 1200 personas, la mayoría civiles, y secuestraron a 251 a la Franja de Gaza, entre ellos casi cuatro decenas de menores de edad. Fue la mayor matanza de judíos desde el Holocausto, en la que también asesinaron a musulmanes, cristianos y budistas, a árabes que trabajaban en Israel, incluyendo un gazatí, a beduinos ciudadanos israelíes y a extranjeros que trabajaban o estudiaban en el sur del país.
Fue el peor atentado en la historia moderna del terrorismo mundial. Una catástrofe que tomó por sorpresa a Israel y estremeció al país a todo nivel.
El Israel de hoy es otro país. El dolor de aquel horror destrozó familias enteras, destruyó físicamente comunidades y creó una profunda crisis de confianza en el Estado. La población afectada directamente se sintió abandonada, desesperada al quedar a merced de los terroristas durante horas.
Por otro lado, las Fuerzas de Defensa de Israel, tras las serias fallas iniciales y la demora en responder, se levantaron con enorme energía y desde entonces no cesan de luchar. El Servicio General de Seguridad Shin Bet, que debería haber captado claramente lo que estaba por suceder y no logró advertir a tiempo, realiza desde entonces una imponente labor de Inteligencia y lucha anti terrorista que ha sido clave en todos los frentes.
Nada de eso devolverá la vida a las víctimas ni curará a todas las heridas, pero en gran medida, el heroísmo de tantos combatientes ha devuelto la confianza a la ciudadanía. Esto, sin olvidar que el pueblo exige que todos los responsables paguen por los errores cometidos, desde el Primer Ministro hacia abajo, a todo nivel relevante.
El 7 de octubre dejó varias lecciones.
- Nos enseñó que si un año y medio después todavía no han sido recuperados 59 secuestrados, es porque la “victoria total” es muy difícil de conseguir. Y si bien los enemigos a los que Israel tuvo que golpear son hoy mucho más débiles que hace 18 meses , por los éxitos militares israelíes, no se podrá hablar realmente de victoria y de rehabilitación de las víctimas, hasta que no hayan vuelto todos de los túneles.
-Dejó en claro que al enemigo siempre hay que creerle y nunca subestimarle. Si su líder llama a su gente a arrancar corazones de los judíos y comerse su hígado-sí, así, literalmente, lo dijo una vez Yehia Sinwar jefe de Hamas- pues hay que dar crédito que eso es lo que tratará de hacer.
- Israel debe, indefectiblemente, ser fuerte y poderoso. De lo contrario, no existiría. Es en gran medida como aquella frase conocida desde hace tiempo: si los árabes depusieran las armas, habría paz, pero si Israel las depusiera, no habría Israel.
- Nos enseñó que un enemigo que no sólo odia a Israel sino que hace caso omiso de las necesidades de su pueblo, que está dispuesto a ponerlo en peligro y abusar de él para dañar a Israel, es especialmente peligroso.
- Políticos y comandantes soberbios que creen saberlo todo y subestiman opiniones adversas, son un peligro nacional.
- La calma es sin duda una bendición, cuando es auténtica. Pero no se la puede comprar artificialmente. Se alterará indefectiblemente si del otro lado hay alguien cuyo interés es romperla.
- Está claro que con el terrorismo no se convive sino que se le combate. No se puede permitir en absoluto que terroristas sean el poder el territorios contiguos a Israel.
- Pero tampoco con la población palestina se puede convivir hasta que no haya un cambio de fondo en la educación que recibe. Demasiado odio fue inculcado, demasiada demonización de Israel y demasiadas mentiras nutrieron también a los civiles palestinos de conceptos y percepciones que no permiten la buena vecindad. Eso no significa buscar la guerra, sino procurar estar bien separados. Y lo principal, con los ojos bien abiertos, desconfiados, con extremos cuidados. Esta probablemente sea una de las lecciones más dolorosas de aquel día horrendo.
- El pueblo de Israel tiene un espíritu singular. Si bien la sociedad israelí es hoy mucha más individualista que años atrás, tiene una enorme capacidad de entrega al prójimo, es solidaria y generosa. El pueblo en armas, a raíz del 7 de octubre, no fueron solamente los muy numerosos reservistas que se hicieron presentes en sus unidades ya antes de ser convocados, entendiendo que el país los necesita. No sólo sus familias que viven situaciones extremadamente difíciles durante tanto tiempo. También aquellos que se “reclutaron” para ayudar donde podían, presentándose como voluntarios por doquier para poner el hombro, viajando a veces largas distancias para comprar sus frutas y verduras en un lugar donde vendían producto del sur o del norte, cuyos agricultores estaba en una dura lucha, aunque podían hacer sus compras por teléfono al supermercado de la esquina de su casa. Y los israelíes que salieron a las calles con una bandera y los ojos llorosos, a dar el último adiós a un soldado que había caído, al que no conocían, al paso de la procesión fúnebre en camino al cementerio.
- El 7 de octubre nos enseñó que el pueblo judío no está solo, que tiene amigos que lo comprenden, lo apoyan y defienden su derecho a vivir en paz y seguridad.
Pero también nos enseñó que son muchos los enemigos llenos de odio, los antisemitas por convicción o ignorancia, que repiten todo lo que dicen los terroristas y lo convierten en palabra sagrada.
Nos enseñó a distinguir entre amigos y enemigos. Entre quienes defienden el derecho de Israel a cuidarse y responder a un ataque, también cuando es incómodo, y quienes se enarbolan en frases vacías sobre preocupación por los palestinos pero no criticaron los crímenes de Hamas contra Israel y contra su propio pueblo.
- El 7 de octubre dejó en claro que Israel perdió aquel día una dura batalla al ser sorprendido. Pero que no se puede permitir perder la guerra, porque le va la vida en ello. Literalmente. Y la nueva página en el libro por la existencia nacional de Israel, debe ser escrita con los 59 secuestrados de vuelta en casa. Y con legítimas diferencias entre posturas políticas, pero no abismos que lleven a enfrentamientos que sirven a algunos y dañan al pueblo todo. Y con la sociedad toda participando del esfuerzo nacional por seguir adelante. Porque Israel los precisa a todos sus ciudadanos para mantenerse de pie.
Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(7 de Abril de 2025)
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