Entre el dolor, la resiliencia y las nuevas vivencias duras

Al celebrarse este año la festividad judía de Simjat Torá,  eso va ineludiblemente de la mano del dolor y el recuerdo, porque hace un año, aquel sábado 7 de octubre del 2023, el sábado de Simjat Torá, miles de terroristas salvajes atacaron el sur de Israel, masacraron a 1.200 personas, violaron, hirieron a miles y secuestraron a más de 250, de las que 101 aún están en su poder en la Franja de Gaza. La contradicción entre la alegría de Simját Torá que seguramente muchos judíos vivieron en más de una ocasión y el horror de aquella masacre, es indescriptible.

Pero también lo es la resiliencia del pueblo de Israel.

Es fuerte. Es un mensaje, ya que se sigue adelante no porque se haya olvidado sino porque precisamente se recuerda. Si nos detuviéramos, los terroristas ganaron. Pero no. 

Por eso, este miércoles de noche, en la sinagoga del kibutz Beerí, el lugar en el que fueron asesinadas 102 personas, el kibutz que aún tiene a 30 secuestrados en Gaza, bailaron con la Torá. En este kibutz que lejos está de ser religioso, les dijeron a los terroristas que no ganaron aunque lleven consigo para siempre el dolor.

En realidad, se lo dijeron hace ya muchos meses, cuando volvieron a plantar el trigo en sus campos.Y tuvimos el privilegio de verlo.

No con ligereza. Al contrario. Sin olvidar, con mucho dolor, pero también con convicción de que esa es la única opción: seguir.

No es fácil cuando Israel está rodeado de enemigos que abrazan la muerte y no la vida, y que por su odio quieren imponerle una tragedia a Israel, sin prestar atención al sufrimiento que con ello causan a sus propios hijos. No les importa.

En Israel suenan las alarmas hace ya más de un año, absolutamente todos los días. Así como sonaban sin cesar en el sur, suenan sin cesar ahora en el norte, donde la vida normal se ha tornado absolutamente imposible. Y suenan cada tanto también en el centro de Israel, incluyendo Tel Aviv y toda el área metropolitana a su alrededor. Y causan angustia, aunque allí se tenga “el lujo” de un minuto y medio para resguardarse.

¿Pero cómo se lidia con el daño que esto causa a los niños, aunque los misiles sean interceptados, aunque no caigan sobre la gente, aunque no haya muertos ni heridos?

¿Cómo se responde a un niño de 5 años que oye los estallidos de lejos y pregunta qué es, y no se le puede decir por cierto “son los vecinos que quieren matarnos”? Y aunque no se le hable de misiles ni de nada duro, aunque sus padres sepan explicarle que hay que ir a la pieza blindada porque allí están protegidos, capta solito que hay algo de lo que es necesario protegerse. Entonces…no sorprende que diga al oir nuevamente la alarma que no se quiere morir. ¿Y qué se le dice a la madre que tiene que contestarle?

Israel no quiso esta guerra.

Es indudable que hay muchos temas en discusión, sobre la forma en que se la maneja. Sobre por qué se sigue en el frente de Gaza casi como si no se hubiera logrado matar al jefe de Hamas Yehia Sinwar, mientras hay quienes dicen que ahora hay que buscar un alto el fuego. Sobre cuál es la estrategia para después, tanto allí como en Líbano. Matar la mayor cantidad de terroristas posible es importante, pero ese no es el fin de la guerra, sino una de sus herramientas.

Es legítimo discutir sobre muchos puntos.

Pero lo central es recordar que Israel no quiso esta guerra, que le fue impuesta por el terror, y que no tuvo más remedio que decidir que no va más, que las cosas tienen que cambiar.

Para que ese niño de 5 años que se asusta hoy de las alarmas en el centro de Israel, no tenga que decirle a su hijo dentro de muchos años lo que le dicen hoy a él aún sin explicarle qué son misiles y qué son drones: que el refugio es para cuidarlo y que no se preocupe porque aunque ahora se sienta mal, puede estar tranquilo ya que Israel es mucho más fuerte que “los malos”.

Por siempre, que así sea. Amén.