Al lograrse dar muerte al jefe de Hamas en Gaza Yehia Sinwar, se hizo justicia. No sólo por los versículos de Levítico que hablan de la necesidad de enfrentar al enemigo hasta que sea erradicado sino por los múltiples ejemplos concretos de los crímenes cometidos por la organización terrorista Hamas el 7 de octubre del año pasado , antes y después.
Ninguna celebración por la eliminación de Sinwar-y sí, claro que hay numerosas expresiones de alegría en Israel- devolverá la vida a las víctimas ni el año de tanto sufrimiento a los secuestrados y sus familiares. Pero el responsable de todo ello ha pagado por sus pecados, muriendo solo, como una figura miserable que trata de huir, habiendo sumido a su pueblo en el horror del odio y la destrucción por su deseo de aniquilar a Israel.
“Cruzaremos la frontera y les arrancaremos los corazones”, dijo Sinwar hace unos años en una de sus tantas proclamaciones de odio y violencia, de esas mismas que formulaba también cuando miles de y miles de palestinos de Gaza entraban diariamente a trabajar en Israel.
Nunca me gustó el término “venganza” y estoy convencida que la guerra desatada por la masacre del 7 de octubre no fue para vengar a los muertos sino para impedir que Hamas pueda volver a atacar. Pero sí hay un elemento de hacer pagar a los criminales por los errores que cometieron.
Por eso quiero recordar hoy a los más de 1.200 asesinados en la masacre, la mayoría civiles, ejecutados a balazos en los refugios, padres con hijos, abuelos con nietos, en las formas más terribles de muertes. Familias enteras incineradas, mujeres violadas, niños y jovencitas abusadas , todo en un horror premeditado y bien planeado, concebido en primer término por el archi terrorista Yehia Sinwar.
Otro mensaje que transmite la eliminación de Sinwar es el valor de la perseverancia de Israel, la importancia de tomar sus decisiones en forma independiente según lo que considera importante para su seguridad, sin que presiones internacionales decidan su futuro.
Si hubiera sido por esas presiones, Israel no habría entrado en mayo a Rafah y no habría eliminado ahora a Sinwar.
Es simbólico que tropas “comunes” y no de una unidad de élite especial, hayan sido las que eliminaron al jefe terrorista. Claro que eso se dio porque no fue resultado de un operativo lanzado especialmente para matar a Sinwar, ya que no sabía en forma precisa dónde estaba, sino un encuentro casual. Simbólico decimos, porque sentimos que eso deja en claro que la lucha por la seguridad es constante, que atañe a todo el que está involucrado en el esfuerzo que significa la guerra en curso, y que también jóvenes soldados en el primer tercio de su servicio militar, junto con reservistas, pueden lograr algo de altísimo valor para el país. Es un aliciente para seguir adelante, para que todas las tropas en el terreno sigan teniendo la motivación de combatir al terrorismo.
La eliminación de Sinwar, que no sólo asesinó israelíes sino también palestinos y que impuso el terror en Gaza, es una oportunidad para que la sociedad palestina cambie de rumbo. Claro que ya está indoctrinada en el odio y numerosos civiles colaboraron con los terroristas antes del 7 de octubre, ese día y después. Pero aquellos que quizás eran conscientes de la desgracia que Hamas imponía a Gaza al convertirla en una gran base terrorista, pueden hoy tratar de empujar hacia un nuevo camino.
Claro que la muerte de Sinwar no es aún el fin total de la organización terrorista, pero marca un antes y un después, cambia totalmente la situación. Y la primera oportunidad la deben tomar aquellos que tienen a secuestrados en su poder: que los liberen, que se contacten con Israel para hacerlo a cambio de dinero y partida al exterior, y con ello acerquen el fin de la guerra.
Un mensaje clave de la buena noticia de este jueves, es el que transmite a los terroristas, que sepan que su día llegará, aunque la persecución dure un año o más. Si en algo les importaran sus pueblos, entenderían de antemano que no vale la pena todo el dinero, la energía, el tiempo y los recursos destinados a santificar la muerte en lugar de la vida. No vale la pena porque al final , tarde o temprano, Israel llegará a ellos y les demostrará que no les valía la pena. Pero hasta entonces, perderán mucho más.
El mundo es hoy un poco mejor al no estar ya vivo Yehia Sinwar.
Ahora hay que lograr que su muerte se traduzca en la liberación de todos los secuestrados, para poder empezar de nuevo.
Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(17 de Octubre de 2024)
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