Ana Jerozolimski / Directora Semanario Hebreo JAI

Editorial

Dos Uruguay distintos, opuestos totalmente


Esta mañana amanecimos con las inaceptables fotos del monumento “El abrazo de los pueblos” en Reus profanado con pintura roja que simula evidentemente ser sangre, con un mensaje de odio que lo acompañaba, con una sarta de diatribas-como siempre- contra Israel y hasta contra el Comité Central Israelita del Uruguay. Antisemitismo puro, lo disfracen como lo disfracen.

Ese ataque estuvo dirigido a la colectividad judía uruguaya,  a su homenaje a los inmigrantes judíos llegados a las benditas costas de Uruguay de distintos lares, en general iniciando en nuestro país una nueva vida en libertad. Y también contra la sociedad uruguaya, compuesta por tantas olas inmigratorias de diversos confines del mundo, contra el país, nuestro país, que supo recibir a todos y permitir que con su esfuerzo se conviertan en ciudadanos dignos de su nueva patria. 

Ese ataque infame fue contra “el abrazo de los pueblos”, tal cual se llama justamente esa significativa escultura de la artista Nora Kimelman, concebida conjuntamente con Charna Furman, dicho sea de paso, una judía uruguaya de izquierda, víctima de la dictadura décadas atrás. 

Por otro lado, está la convocatoria a una marcha para este miércoles “por Palestina”. Yo, ingenua, siempre pensé que se ayudaría a los palestinos exigiendo a los terroristas que dejen de envenenar sus mentes, que dejen de lanzar misiles desde sus escuelas y mezquitas, que dejen de esconder armas en hospitales y de cavar túneles blindados debajo de sus casas.

Pero no, lamentablemente hay quienes piensan que ayudar a los palestinos es odiar a Israel.

Perdón, me corrijo. En realidad, no es que piensan que eso es ayudar a los palestinos, sino que la mantra de “por Palestina” sirve para cualquier cosa, y es un membrete perfecto hoy en día para mentir sobre Israel, demonizar, y más que nada, quitarle su derecho a defenderse.

La verdad es que los primeros que tendrían que salir contra la marcha en cuestión, no somos los defensores de Israel, seamos judíos o no, sino los trabajadores de Uruguay. Es que una mujer vestida como si estuviera por salir a una revolución en Cuba, con boina y todo, combinado con una kefía palestina y el cartel del PIT-CNT de fondo, convocó con rostro serio y supuestamente preocupado a la marcha. Tomó un papel y comenzó a leer cifras absolutamente falsas del supuesto saldo de la guerra en términos de muertos, heridos, desplazados y demás.

Y como sabrán los lectores, no es que estoy diciendo ni por un momento que no hay sufrimiento del lado palestino. Claro que sí. Pero sí afirmo que no lo habría si los terroristas no hubieran convertido a Gaza en una enorme base terrorista para ser usada contra Israel , lo cual dejaron muy en claro en la masacre del 7 de octubre.

Claro que esa mujer, al hablar de ambulancias baleadas, no dice nada del uso de las ambulancias por parte de Hamas que los terroristas mismos confesaron. Lo tengo filmado, no es invento. Y de los periodistas y médicos al servicio de Hamas. Claro que no todos, no, pero sí demasiados. Y tantas cosas más.

Por un lado, los que organizan estas marchas se presentan como los paladines de la justicia, cuando en verdad no sólo no hacen nada útil por los palestinos sino que tratan de envenenar a la sociedad uruguaya con antisemitismo. No, no me digan que es sólo contra Israel. Es judeofobia clara y abierta.

Pero por otro, los organizadores, gente despreciable con agendas foráneas de odio, se ve que sienten que no tienen suficiente llegada y entonces mienten. En la gran cantidad de logos que aparecen en la pancarta, hay algunos que ya sé que no dieron su visto bueno a que los incluyan. No daré aquí el detalle, no importa. El hecho mismo es lo que cuenta.

Y tras la circulación de la convocatoria por las redes, comenzó a difundirse una en la que en la parte superior, por fuera de la pancarta misma, aparecían los nombres de Blanca Rodríguez y el Pacha Sánchez como convocadores. Pues me consta que ellos no convocaron. Blanca me lo dijo claramente, luego me aclaró –tras preguntarle- que Pacha tampoco y sabemos por otro lado que Pacha mismo se lo aclaró a una persona muy seria de la colectividad.

No entramos en el análisis de qué piensan ambos de la guerra, es un tema aparte en el que me animo a adivinar tendríamos mucho para discutir. Pero esta convocatoria es otra cosa. Y es importante que particulares, instituciones o partidos que no concuerdan con el llamado pero se ven incluidos, lo digan públicamente. No por quedar bien con los judíos sino para dejar en claro cuáles son sus normas en la discusión pública en la sociedad uruguaya.

Los dos temas, la profanación del monumento y la convocatoria a la marcha de odio, van juntos. Son parte de un mismo fenómeno antisemita que ha levantado cabeza también en Uruguay. Increíblemente, el fenómeno se agudizó justamente después del 7 de octubre, la peor matanza de judíos desde el Holocausto. 

Ese es un Uruguay muy distinto del país que recibió a mi padre y mis abuelos cuando llegaron de Polonia a las costas uruguayas. 

El otro es el del acto del 7 de octubre en la plaza Trouville en el primer aniversario de la masacre, en el que entre las no menos de 4.0000 personas presentes, con banderas de Israel y de Uruguay, había no pocos no judíos. Y las figuras públicas que se hicieron presentes, estoy segura que no fueron sólo porque hay elecciones. No. Fueron porque saben de qué lado de la historia hay que pararse cuando un país se defiende del terrorismo. Aun si no concuerdan con todo, lo cual es legítimo.

Este Uruguay que sigo amando, es el que recibió a mi padre de niño. El que cuando el tranvía llegaba a Goes, donde bajaban muchos pasajeros judíos, inmigrantes, el guarda gritaba “Palestina!”. ¡Ese guarda sí que sabía historia! Palestina era el nombre dado por el imperio romano a la tierra de Israel y en aquel entonces, antes de las campañas de odio financiadas por las fortunas que tienen los enemigos de Israel, todos sabían que eso era “la tierra de los judíos”.

Muchas cosas cambiaron ineludiblemente desde que mi papá, que hace ya 20 años que no está físicamente con nosotros, viajaba en tranvía. Pero yo estoy convencida que ese Uruguay no ha desaparecido del todo. Hay quienes tratan de destruirlo y envenenarlo, está claro. Si no, no estaríamos escribiendo estas líneas.

Pero los uruguayos todos- todos, no sólo los judíos- están a tiempo de frenarlos.

Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(9 de Octubre de 2024)

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