Ana Jerozolimski / Directora Semanario Hebreo JAI

Editorial

Manifestar contra la revolución judicial es una señal de amor a Israel como Estado judío y democrático


 

Los aproximadamente 130.000 ciudadanos israelíes que participaron este sábado de noche en manifestaciones en distintas partes del país -la enorme mayoría, más de 100.000, en Tel Aviv y el resto en Jerusalem, Haifa, Beer Sheba, Modiin, Herzlia  y otros sitios- no venían de un solo bloque político. Evidentemente no hay que ser adivino para suponer que la gran parte no votó al gobierno contra el que ahora protestan sino a alguno de los partidos hoy en la oposición. Pero entre los manifestantes había también gente que votó a Netanyahu, inclusive judíos religiosos que se declaran de derecha, pero entienden que están pasando cosas nocivas para Israel.

El gran analista Ben Dror Yemini, periodista en “Yediot Ahronot” y conocido desde hace años, entre otras cosas, por sus posturas críticas hacia el sistema judicial, escribió claramente que también si su diario no lo hubiera enviado a cubrir la manifestación central en Tel Aviv, habría ido. Y contó cómo un amigo, cuyas posturas de derecha conoce bien, le dijo que él iría, porque una cosa es haber votado al partido Likud de Netanyahu, y otra lo que está pasando, que deja claramente la sensación de una tromba que viene a arrasar.

Reformas al sistema judicial, sí. Necesarias, imprescindibles, muy demoradas. Lo dicen también destacados juristas que se cuentan entre los grandes críticos del plan anunciado días atrás por el Ministro de Justicia. Pero lo que se anunció, va mucho más allá. No es una reforma, sino una revolución avasalladora, que proclama querer corregir lo que está mal pero parece pretender hacer lo mismo, para el otro lado. Pasar lo que está mal, como un péndulo, al otro lado de la ecuación.

El aspecto más preocupante, según han declarado varios juristas, se refiere al cambio en la forma de nombrar a los jueces de la Suprema Corte de Justicia.  Y según analizan diversos expertos, se está poniendo sobre la mesa una propuesta que amenaza con socavar seriamente la independencia de los jueces, potenciando el elemento político en las decisiones acerca de quién podría asumir como tales.

Eso es peligroso para el régimen democrático y para todo lo que deriva de la eventual percepción de Israel como algo distinto de lo que es hoy, un Estado judío  y democrático, una democracia liberal que ha sabido mantenerse como tal a pesar del lugar que ocupa la religión en el país, un elemento siempre considerado conservador.

De ello derivan las advertencias de dos ex Gobernadores del Banco central de Israel, de destacados emprendedores en alta tecnología, abogados e intelectuales. Cada uno en su ámbito, temen que Israel deje de ser el Israel que conocemos.  En un reporte en el canal N12 de la televisión israelí sobre la manifestación en el cruce Azrieli en Tel Aviv, el periodista Ohad Hemo entrevistó a dos de los participantes, Zohar Levkovich – un gran inversor en emprendimientos de alta tecnología- y al dueño de una de las mayores empresas de high-tech de Israel, cuyo nombre no alcanzamos a captar. La presencia de ambos en la manifestación dice mucho,  y ellos, de todos modos, lo explicaron claramente: si en el exterior se percibe que Israel deja de ser un país ordenado y confiable, con una democracia sólida y firme, indefectiblemente eso también incidirá en las inversiones y el interés de grandes empresas de tener centros de investigación en Israel.

Ohad Hemo entrevistó también a David Mizraji, que creció en “La Familia”, el grupo de hinchas extremistas del equipo de fútbol Betar Jerusalem, ultraderechistas fanáticos que no dudan en recurrir a la violencia como parte de su agenda, y que ahora está del “otro lado”, advirtiendo que a su modo de ver, lo que intenta hacer el gobierno, es peligroso para el país.

En las manifestaciones, como suele suceder, también aparecieron frases y carteles totalmente fuera de lugar. Aunque es legítimo que cada uno piense lo que desee, mensajes que nada  tienen que ver con la protesta – y que a nuestro criterio la manchan- no la representan y son perjudiciales. Lo mismo, con las banderas palestinas, claramente minoritarias, pero presentes.

El mensaje central de la protesta, está en las numerosas banderas de Israel en manos de los participantes. En la presencia de gente de derecha y religiosa junto a la mayoría secular. En la participación de figuras que ocuparon altos puestos en el ámbito de la seguridad, que ya no están en funciones, y observan preocupados la situación.

Y mucho más.

La protesta, con la que es legítimo por cierto discrepar, es una prueba de amor a Israel.

Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(22 de Enero de 2023)

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