Ana Jerozolimski / Directora Semanario Hebreo JAI

Editorial

Israel y los palestinos no desaparecen, aunque el tema no sea el central de la visita de Biden


 

Esta vez está claro: el Presidente de Estados Unidos Joe Biden no llega a Israel a impulsar la reanudación del proceso de paz con los palestinos. Hablará al respecto, como visión de fondo, pero sabe que hoy no hay hacia dónde avanzar.

Aunque Biden se reúna con el Presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abbas en Belén y formule  declaraciones sobre la necesidad imperiosa que israelíes y palestinos vuelvan a negociar, el tema palestino no sólo no es el central en la agenda del viaje, sino que parecería que la propia administración norteamericana sabe que no es algo en lo que ahora se pueda lograr algo concreto. A decir verdad, los propios palestinos no esperan nada al respecto.

Y la pregunta es por qué se ha llegado a esta situación.

Quienes responsabilizan a Israel por esta situación, dirán que es por los asentamientos y la negativa a la creación de un Estado palestino.

Nosotros les responderemos con hechos históricos.

En primer término,  recordaremos que no había ni un asentamiento israelí en el territorio en disputa cuando los árabes se lanzaron a atacar a Israel en la Guerra de los Seis Días en 1967 en la que conquistó Judea y Samaria al repeler el ataque de Jordania . Por supuesto que tampoco en todas las ocasiones anteriores en las que trataron de borrarlo del mapa.

Y en segundo lugar, les recordaremos que mucho antes del momento actual en el que está claro que la posición formal oficial de Israel no favorece la creación de un Estado palestino debido a la gran desconfianza acumulada, fueron varias las propuestas presentadas que incluían precisamente la noción de “dos Estados para dos pueblos” , pero absolutamente todas fueron rechazadas por los palestinos.  El encare del “todo o nada” fue lo que se impuso, aunque hubo propuestas en las que se ofrecía más del 95% de Cisjordania (Judea y Samaria, la zona en disputa) y a cambio del porcentaje restante se sugería dar territorio dentro del Israel soberano. También a eso los palestinos dijeron “no”.

Esta situación, el terrorismo y la negativa del liderazgo palestino durante mucho tiempo a sentarse a negociar, optando por hacer “diplomacia” internacional a través de apelaciones ante el Tribunal Penal Internacional en La Haya  y condenas en la ONU, no aportó por cierto a la confianza del lado israelí.

Es muy cierto que hoy en día, la política oficial de Israel dejó de lado la visión de los dos Estados.  El público israelí está dividido al respecto. Sigue habiendo una parte de la ciudadanía que apoya en principio esa fórmula, o sea la creación de un Estado palestino que viva en paz con Israel, pero inclusive en el centro izquierda hay serias dudas acerca de lo realista que es concebirlo ahora.  Por otra parte, indudablemente también hay un amplio sector que se opone en principio a la creación del Estado palestino, que considera que Judea y Samaria son parte integral de la tierra de Israel y que los palestinos pueden vivir allí pero no con soberanía e independencia.

En este punto, los propios israelíes están divididos en el encare de fondo.

El hecho que tras la retirada israelí de Gush Katif en la Franja de Gaza en setiembre del 2005, no vino la paz sino que por el contrario se intensificó el disparo de cohetes desde allí hacia la población civil israelí, no aportó por cierto a la confianza en el “riesgo calculado” –como lo llamaba el Primer Ministro Itzjak Rabin- de retiradas en aras de la paz.

En general, la sensación es que del lado palestino no hay un interlocutor válido. El Presidente Abbas carece de legitimidad ya que fue electo democráticamente en enero del 2005 pero desde entonces no llamó a elecciones. Evidentemente él sigue al frente e Israel mantiene coordinación con sus servicios de seguridad. El Ministro de Defensa Beni Gantz mantiene contacto directo con él y en los últimos días también lo ha hecho el nuevo Primer Ministro Yair Lapid, que encabeza al gobierno de transición, tras años sin conversación ninguna entre Abbas y el jefe de gobierno de Israel. Pero Israel lo critica duramente entre otras cosas por su apoyo constante al sistema de pagos a terroristas responsables de atentados contra Israel y a las familias de terroristas muertos, con tarifas ascendentes según la cantidad de muertos o heridos del lado israelí. Esto, sumado a la incitación al odio y la demonización de Israel en los medios palestinos, es visto en Israel como motivo de duras condenas a Abbas, aunque por otro lado no se corta el vínculo con él.

La alternativa es la organización terrorista Hamas que gobierna la Franja de Gaza desde junio del 2007 ,hace ya 15 años, con puño de hierro, usándola cada tanto, según sus intereses, como base de lanzamiento de cohetes hacia la población civil israelí.

Con esta situación, es hoy en día prácticamente imposible pensar en un regreso a las negociaciones que pueda conducir a un acuerdo que requiera concesiones de Israel.

La inestabilidad de la situación política interna en Israel, tampoco hace posible entrar en situaciones que lleven a decisiones dramáticas. El actual Primer Ministro Yair Lapid, que encabeza el gobierno de transición, no tiene legitimidad para ello. Y nadie  tiene certeza que tras las elecciones del 1° de noviembre se logre formar una coalición que pueda hacerlo.

 

El problema es que de fondo, se perpetúa el potencial explosivo de la situación. Esto no cambia aunque Biden no haga nada al respecto. Para Israel, el desafío de resolver este tema debe ser primordial. Es por su propia seguridad y su futuro como Estado judío y democrático. Si nos alejamos de la visión de dos Estados separados, nos acercamos a la de un solo Estado, un peligro para Israel.

Lo interesante es que aunque no osan salir a decirlo asiduamente ante las cámaras y micrófonos, son muy numerosos los palestinos que preferirían claramente ser parte integral de Israel y no estar gobernados por la Autoridad Palestina. Nos lo han dicho personalmente palestinos de Cisjordania en distintas ocasiones, aunque nunca aceptaban ser citados con nombre y apellido y claro que no con fotos ni filmaciones. La razón de la cautela, es obvia.  Preferirían vivir como parte de Israel, por el trato al ciudadano, por los sueldos y derechos laborales, por los servicios médicos, por el respeto a la ley y muchos otros motivos que hacen la diferencia en la vida diaria entre un país ordenado-aunque no exento de problemas- y un régimen autoritario. De más está aclarar que muchos otros preferirán la identidad nacional separada y no ser parte del estado judío.

Pero el problema está en que aunque muchos quisieran ser parte de Israel porque reconocen sus ventajas, tan distintas de la imagen que sus enemigos intentan presentar continuamente, esa situación no es positiva para Israel. Lo sano es que cada uno viva en su lado, en paz y seguridad. Mezclarse totalmente, cuando de fondo hay un conflicto nacional con no pocas aristas religiosas, no es un experimento que haya funcionado bien en ningún lado.

Por eso quisiéramos ver la creación de un Estado palestino independiente y soberano que respete la integridad y la seguridad de Israel y también sea respetado. Nos alegramos cuando comenzó hace décadas el proceso de paz y pensamos que conduciría a ello, por el bien de ambas partes. Mucha agua turbia corrió desde entonces bajo el puente. Hoy, parece imposible.

Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(13 de Julio de 2022)

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