Nuevamente Israel se dispone a celebrar Iom Ierushalaim, el Día de Jerusalem. Este domingo 29 de mayo se estará festejando -según el calendario hebreo- 55 años de la reunificación de Jerusalem lograda el 7 de junio de 1967.
Cuando de fondo tenemos las amenazas de Hamas a Israel si “osa” permitir la así llamada Marcha de las Banderas- tratando de presentarse como “defensor” de Jerusalem- y la reiterada tensión de los últimos meses en la ciudad, quisiéramos ante todo concentrarnos en la historia. No porque importe más que el presente, sino porque es importante entender qué pasó, cómo llegamos al momento actual.
Este aniversario redondo recuerda la liberación de la Ciudad Vieja de Jerusalem, que había sido ocupada por Jordania en la guerra de independencia en 1948 y había quedado dividida en dos partes, división que antes jamás había existido y que fue producto únicamente de la agresión del mundo árabe contra el entonces naciente Estado de Israel.
Al repeler el ataque de Jordania, aquel día histórico hace 55 años, los paracaidistas de las Fuerzas de Defensa de Israel fueron conquistando diferentes partes de la ciudad , llegando finalmente al Kotel, al Muro de los Lamentos y luego al Monte del Templo, donde ya siglos atrás los musulmanes habían construido las famosas mezquitas del Domo de la Roca y Al Aksa, en el lugar en el que habían estado siglos antes los dos primeros Templos sagrados judíos. Un tema complejo que continúa haciendo problemas también hoy.
La amplia explanada que existe hoy junto al Muro de los Lamentos, no existía en aquel momento. Los paracaidistas se agolparon frente a las piedras milenarias y también quienes no eran religiosos, no podían menos que emocionarse. El entonces Rabino Jefe de Tzahal, Shlomo Goren, tocó el Shofar y agradeció a Dios “por habernos permitido llegar a este momento”.
No es sencilla Jerusalem. Varios mundos conviven en ella. Y no faltan tensiones que cada tanto también estallan en forma violenta. Su dinámica diaria es mucho más normal que lo que se puede captar de las noticias difundidas a nivel mundial. Es que los titulares salen cuando se encendió la mecha. Y la pólvora, claro está, existe. Al mismo tiempo, cabe recordar que la normalidad de la vida diaria nunca ocupa lugar central en ningún noticiero. Pero también es parte clave de la vida de Jerusalem.
Demasiado a menudo se oye en los noticieros y se lee en los diarios sobre las medidas de seguridad israelíes, sobre las acusaciones islamistas de que “Israel quiere destruir Al-Aksa” y sobre la negación árabe del vínculo histórico judío con Jerusalem. También sobre las quejas palestinas sobre la “opresión” israelí en Jerusalem . En ningún lado oímos nunca a nadie contar lo que vimos con nuestros propios ojos tiempo atrás en la ciudad Vieja amurallada, por dar sólo uno de miles de ejemplos: en la calle Hashalshelet, que conduce a una de las entradas principales a la mezquita de Al Aksa, dos policías israelíes junto a una verja que bloqueaba el paso, anunciado que “acá está cerrado”. “Aquí pueden pasar solamente musulmanes, porque esto lleva a la mezquita”.
Subiendo por las coloridas calles, un enorme grupo de sacerdotes cristianos de Kenya observaba todo con gran atención. Se cruzaban con los árabes de Kefía blanca y las mujeres con velos de variados colores, con los judíos ortodoxos, los israelíes laicos y las turistas vestidas con ropas ligeras. Todo entra en Jerusalem.
Israel celebra la reunificación, aunque mientras los judíos hablan de liberación, los árabes hablan de ocupación. Al mismo tiempo, es difícil encontrar a alguno que pida para sí que el lugar en el que vive pase a control de la Autoridad Palestina.
En el terreno, el concepto de reunificación es problemático, ya que hay zonas que difícilmente un judío pueda sentir como parte integral de Jerusalem. Indivisible por siempre como capital de Israel, es el lema. Pero nada tienen que ver barrios totalmente árabes con el corazón del pueblo judío y con el legado judío de Jerusalem.
A pesar de los problemas pendientes, es indudable que el Día de Jerusalem tiene su clara razón de ser.
Durante los años en los que Jerusalem estaba dividida y la parte oriental quedó en manos de Jordania, los judíos no tenían acceso al Muro de los Lamentos, su santuario más sagrado. No podían ni acercarse al lugar. Eso se terminó en junio de 1967, cuando el control pasó a manos de Israel y fue declarada la soberanía israelí en la ciudad.
Al entrar nuevamente al barrio judío, Israel confirmó que durante los 19 años de ocupación jordana, habían sido destruidas 43 sinagogas y habían quedado en pie solamente tres, que los jordanos no se percataron eran casas de oración judías. Lápidas de las tumbas en el Monte de los Olivos fueron usadas para pavimentar calles. En 1967,se comenzó a corregir una injusticia histórica, al volver los judíos a la Ciudad Vieja de Jerusalem.
Más allá de discusiones actuales sobre cuál es la mejor fórmula para Jerusalem y en qué medida se puede realmente hablar de reunificación en términos absolutos-mientras haya tensiones con parte de la población árabe-, es un hecho que aquel 7 de junio de 1967, se estaba corrigiendo un error histórico.
Y cuando de errores históricos se habla, es inevitable recordar que días atrás los palestinos señalaron la “nakba”, palabra que en árabe significa “catástrofe”, el término con el que llaman a cada aniversario de la fecha en la que se declaró la independencia de Israel , aquel 14 de mayo de 1948.
Ninguna “nakba” habría ocurrido si al nacer Israel, el mundo árabe le hubiera aceptado de vecino. Si esa ilusión hubiera ocurrido, hace pocos días, en lugar de “nakba”, los palestinos habrían celebrado su aniversario de independencia junto a Israel.
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Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(24 de Mayo de 2022)
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