Ana Jerozolimski / Directora Semanario Hebreo JAI

Editorial

La invasión rusa a Ucrania y los humanos en el medio


 

Estas líneas no aspiran a hacer un análisis geopolítico de lo que está ocurriendo en Ucrania, no de la pasividad europea que va cambiando, ni de las indirectas nucleares de Putin o los llamados a negociar. Aquí quiero simplemente recordar que en medio de todo esto, hay gente, seres humanos. Desde Putin el autoritario que ya desde niño se sentía humillado por sus compañeros y al parecer de grande decidió que no va más, hasta Zelensky el cómico convertido en un Presidente que representa dignamente a su pueblo. Y sus respectivos ciudadanos que protagonizan una guerra en la que no tenemos plena certeza sobre lo que ocurre en el campo de batalla, por la distorsión de las redes y la guerra sicológica.

En no pocas manifestaciones contra la guerra, personificadas por cierto en la figura del Presidente ruso Vladimir Putin, los participantes levantan pancartas con su rostro combinado con el de Adolf Hitler. No nos lanzaríamos a una comparación de ese tipo por más condenable que sean tanto la invasión como su forma de gobernar, pero sí está claro que toda esta situación trae reminiscencias de la Segunda Guerra Mundial.

No es necesario comparar a Putin con Hitler para pensar en la Europa de fin de los años 30 del siglo pasado, cuando leemos y oímos sobre filas de decenas de kilómetros para pasar la frontera entre Ucrania y Polonia, y entre Ucrania y Moldavia u otros países vecinos. Sobre la angustia de todos esos civiles cuya vida cambió en un instante. Madres con hijos pequeños en temperaturas bajo cero. Personas mayores caminando largas distancias para intentar salvarse.Hombres despidiéndose de sus hijos para salir a defender a su patria, sin saber si volverán.

Claro está que cuando uno piensa en la Segunda Guerra Mundial, todo es mucho más absoluto. Destrucción total. Muy especialmente para el pueblo judío. Pero para quienes están viviendo ahora este drama, eso es lo total desde su punto de vista como seres humanos a los que les cambió la vida en un instante.

Nos consta de sobrevivientes de la Shoá que ante el horror de lo que está sucediendo pensaron de inmediato en la pasividad del mundo ante el siniestro plan nazi de borrar al pueblo judío de la faz de la Tierra. Este domingo escuchamos una entrevista por radio en Israel a un emprendedor que lanzó una iniciativa de conectar entre voluntarios israelíes y ancianos judíos en Ucrania-alguien lo posibilita técnicamente en el terreno-para escucharlos, guiarlos, para que puedan compartir lo que sienten y no se sientan solos en medio de la locura. Y contó que una de las mujeres con la que se comunicaron dijo a los voluntarios por teléfono que cuando oye explosiones se esconde en el mismo rincón de su casa en el que se escondía de los nazis en la Segunda Guerra Mundial.

Pero salvando las distancias, también deben estar haciendo comparaciones duras los ciudadanos de Polonia-que ha abierto sus fronteras sin límites a los vecinos ucranianos-, que recuerdan claramente lo que les hizo el comunismo ruso cuando se comió a su país.

En Facebook vimos una de las iniciativas polacas de hoy, de Maugosia Kol, que trabaja en el departamento de asistencia social, y publica un aviso poniéndose al servicio de “todas las valientes madres” de Ucrania que llegaron a Polonia y necesitan atención pediátrica para sus hijos, sin costo ninguno por cierto. Y el simbolismo es fuerte cuando nos enteramos que su fallecida abuela fue reconocida hace muchos años como Justa entre las Naciones. La solidaridad parece ser a veces cuestión de sangre.

Y esto nos lleva a destacar otra actitud humana, valiente y sacrificada, la de todos los rusos que salieron a protestar contra la guerra en diferentes puntos del país, no sólo en Moscú, la de los alcaldes y actores que se manifestaron públicamente criticando el ataque ruso. Lo hicieron, sabiendo que su osadía y postura moral les puede costar la vida porque así es en la Rusia de Putin.

Y está por cierto la solidaridad, la de todos aquellos ciudadanos de países que limitan con Ucrania, que ayudan a los refugiados que entran para salvarlos de la guerra. Los trasladan, los hospedan, les buscan lo que necesitan. ¿Por qué? Porque se ve que hay muchas cosas buenas en la condición humana.

Eso, como siempre, es notorio también en Israel. A pesar de la distancia, se organizan numerosas iniciativas para ayudar, además por cierto del infaltable anuncio del gobierno sobre la asistencia humanitaria a Ucrania. El hospital Sheba Tel Hashomer envía equipos, civiles juntan lo que la gente pueda precisar, organizan redes de contactos solidarios de todo tipo…como siempre.

La guerra recién ha comenzado. Y aunque se habla de negociaciones, también puede ampliarse la ofensiva rusa. En medio de todo, seguirán estando los pueblos, la gente, que necesita vivir.

Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(27 de Febrero de 2022)

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