Israel, entre Iom Hazikaron y Iom Haatzmaut
Escribo estas líneas un rato después de sonar la sirena recordatoria en todo Israel, lunes de noche, víspera de Iom Hazikaron, el día más solemne del calendario israelí, en recuerdo de los 23.816 caídos en la lucha por la defensa de Israel y las 4.166 civiles víctimas del terrorismo. Esto incluye a 120 ciudadanos extranjeros muertos en Israel, 100 israelíes muertos en atentados en el exterior, entre ellos 16 diplomáticos, como los asesinados en la explosión terrorista en la AMIA.
Detrás de los números, están las historias desgarradoras sobre las familias destrozadas, sobre los padres para los que nada ya fue igual, los hermanos que crecieron a la sombra de sus hermanos muertos, los hijos que quedaron huérfanos y las novias o esposas que perdieron al amor de su vida.
Están los relatos terribles sobre el momento en que recibieron la noticia tras la cual todo cambió. Como Miriam Peretz, que perdió a dos hijos en combate, y nos contó hace dos años que cuando vio por segunda vez a los soldados bajar la escalera hacia su casa y detenerse junto a su puerta, cerró todo para que no puedan entrar. Y cuando finalmente les abrió, les tapó la boca y antes de que alcancen a decir algo les dijo “mientras ustedes no pueden hablar, mi hijo todavía está vivo”.
Y Ruti Levi que perdió hace 27 años a su hijo Eyal y recuerda lo bueno, hermoso y grande que era….y piensa en sus nietos que no lo vieron jamás, pero lo conocen igual.
Y al padre de Ale Hoffman que cuando se despidió aquel domingo de su hijo sintió que sería la última vez…y lo confirmó el viernes siguiente por la noche, 4 de febrero de 1997 al informarse que dos helicópteros de la Fuerza Aérea de Israel habían chocado, uno entrando al sur libanés, el otro saliendo, cobrando la vida de 73 soldados y oficiales.
Se fueron antes de tiempo, cuando tenían aún una vida entera por vivir. Permanecieron jóvenes por siempre…y los niños que nacieron después de su muerte, llevan sus nombres y su legado. Pero por la vida, no por la muerte.
No estoy segura que fuera de Israel y el mundo judío todos entiendan cabalmente la centralidad del día recordatorio en la vida de Israel. Y más que nada, no sé si se puede captar realmente el por qué de la centralidad de las Fuerzas de Defensa de Israel. Es que el tema va más allá del hecho que son soldados los que combaten y caen. Lo central es que son, aunque suene a frase hecha, los hijos de todos. De la nación. El país se tiene que defender, siempre tuvo que defenderse y es por eso que hay servicio militar obligatorio.
Los chicos crecen en Israel sabiendo que a los 18 años, tendrán que enrolarse. La enorme mayoría, lo ve como un orgullo, aunque no todos lo planteen en grandes términos patrióticos. Lo encaran en general con una sencilla naturalidad. Son los hijos del pueblo los que se enrolan. Y si no vuelven, la vida destrozada es la de su familia, pero para todos es motivo de duelo.
Israel dedica mucha energía y tiempo a la memoria. Pero no la canaliza hacia el rencor y la venganza. Se muere defendiendo, no porque se busque matar. O sea, se recuerda a los muertos, para poder mirar al futuro y seguir viviendo.
Puede haber discusiones sobre cómo resolver temas de carácter político, pero de fondo, siempre está la santidad de la vida. Los propios terroristas de Hamas lo han dicho: “Ellos santifican la vida, como nosotros santificamos la muerte”. No se educa al odio ni a la muerte, sino al imperativo de seguir viviendo y desarrollando a Israel. Ese es el mejor homenaje a los caídos.
Y en este momento, a pocas horas de comenzar los festejos de un nuevo cumpleaños de Israel, es clave recordar por qué Israel sigue luchando, por qué tiene que estar alerta, por qué debe estar en guardia.
A quienes piensan que es porque conquistó territorios en los que los palestinos quieren un Estado independiente, es oportuno recordarles que Israel fue atacado cuando aún ni existía formalmente, al intentar sus enemigos impedir su fundación. Fue atacado cuando no había conquistado nada. Y años después, conquistó cuando se tuvo que defender y repeler ataques en su contra, ataques lanzados cuando no había ni “asentamientos” ni “colonos”. Fue atacado para que no exista. Si no pudiera defenderse, simplemente no existiría. Es muy sencillo: no se puede permitir lo contrario.
Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(27 de Abril de 2020)
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