Por Bryan Acuña
El 20 de febrero de este año, como parte del intercambio de rehenes por prisioneros entre Israel y Hamas, se recibieron los cuerpos de cuatro israelíes fallecidos en el cautiverio, los niños Ariel y Kfir Bibas, Oded Lifshitz, así como un cuarto cuerpo de una mujer que inicialmente se creyó que era la madre de los niños Bibas, Shiri, sin embargo los análisis forenses determinaron que no calzaba ni con ella ni con los registros de ninguna de las rehenes reportadas, increíble, Hamas había entregado el cuerpo de una palestina en lugar de la rehén israelí y fue hasta dos días después que se intercambió este cuerpo sin identificar con el de la joven madre israelí.
En este punto mi cabeza empieza a divagar y cuestionarse, no solo en cómo fueron capaces de entregar un cuerpo de manera equivocada aumentando las tensiones y la desazón por la muerte de Shiri y los rehenes que fueron sacados forzadamente de sus hogares en octubre de 2023, sino en cómo era posible que Israel tuviera el registro de sus ciudadanos, que cada persona tuviera un nombre más allá de un número, una historia de vida y que para los efectos israelíes un valor. Pero, por el contrario “Fátima” (nombre que le he dado a la palestina anónima) no estuviera en ninguna parte, no se reveló ni se supo nunca de quién se trataba y cómo pudieron confundirla si incluso los forenses coincidían en que a simple vista se notaba que sus características físicas diferían de Shiri.
Era surrealista y hasta imposible de creer, las autoridades palestinas que han llevado un supuesto control sobre los miles de palestinos que han fallecido en este conflicto, donde inclusive nombres, edades y géneros para confirmar quiénes son las personas que han muerto, con la lista que envían al mundo para acusar a Israel de la cantidad de muertos que hay hasta hoy. Pero Fátima solo era un cuerpo inerte, sobre el que no había un reclamo formal de su familia, sobre el que nadie se preocupó hasta ese momento y por el que simplemente se pidió hacer el intercambio por la “Shiri” correcta.
Hay hadices islámicos que prohíben maltratar los cuerpos de los difuntos y hasta muestran la obligación de tratarlos con respeto incluso en tiempos de guerra. Pero Fátima no, ella al parecer fue el reflejo de un gobierno envenenado por el odio hacia el otro, aunque esto los lleve a deshumanizar a sus propios ciudadanos y tratarlos como un producto tasable y a irrespetar la santidad de su cuerpo muerto.
Por el contrario, Shiri no, ella siempre tuvo un nombre, tuvo un rostro y junto a sus hijos se convirtieron en los símbolos del actual conflicto donde si hay algo que ha quedado claro es que los palestinos merecen algo mejor que su actual liderazgo, porque si no sus futuros se verán privados, destruidos y empeñados frente a un festín necrofílico por parte de los grupos radicales.
Para los israelíes (y para el pueblo judío en el mundo) también ha quedado más claro que nunca que quien dice que te va a matar lo debes tomar en serio y evitarlo a toda costa. El 7 de octubre trajo muchas enseñanzas, pero esta es crucial.
También ha quedado claro que para los islamistas sus mejores símbolos son aquellos que se transforman en figuras del martirio, de caso contrario, no tienen rostro, no tienen nombre y tampoco tienen historia, solamente son una cifra más con la que pueden generar réditos en su lucha armada.
Así pues, Shiri sin quererlo se convierte en el símbolo de las mujeres israelíes que luchan por convertir su tierra en un lugar mejor para todas las futuras generaciones, de judíos y no judíos que viven dentro de lo que cabe, bien, en la tierra de Israel, aunque esto les cueste sus propias vidas, pero que aun en el camino hacia el más allá es capaz de abrazar a sus hijos, volviendo con ellos a la tierra por la que trabajan y luchan.
Por su parte, Fátima es el símbolo de las palestinas que de manera anónima intentan hacer lo mismo con sus hijos como las mujeres israelíes, pero son otros factores los que los llevan a un camino de muerte y destrucción, inclusive engañándolas para que voluntariamente entreguen a sus descendientes a este culto a Moloch como un acto heroico donde están destinados al odio eterno y a transformarse en una estadística más, cuando en verdad Fátima debería tener la misma oportunidad que Shiri para darle un mejor futuro a las nuevas generaciones y gestar una historia constructiva que como sociedad merecen.
En el Día Internacional de la Mujer corresponde reflexionar nuevamente si los palestinos necesitan más mujeres como Fátima, destruidas en el anonimato del odio del radicalismo o si, por el contrario, pueden también formar más mujeres como Shiri que aun en la muerte son acompañadas por todos aquellos que la sienten como si también fuera su madre y que saben que si no fuera por la irracionalidad, seguiría formando hijos valiosos, que buscan aportar en el desarrollo de la humanidad.
