Por ROBERTO CYJON
En mayo de 2023 un entrañable grupo de amigos judíos y no judíos visitamos Polonia, sus guetos, cementerios y campos de concentración. El viaje fue tan removedor que me inspiró a escribir un libro: “Los senderos del ocaso: anecdotario de un viaje muy especial a Polonia”. Visitamos Cracovia, una hermosa ciudad medioeval con su antiguo casco amurallado construido durante los siglos XV y XVI. Los nazis no la destruyeron. En ella se conservan varias sinagogas transformadas en museos. Prácticamente no quedan judíos en Polonia, allí los exterminaron. Sintetizaré un tramo del capítulo 8 en el que describí parte de lo que sentí en ese entonces:
“Cracovia es original. La primera capital polaca conserva bellas sinagogas. La más antigua de toda Polonia fue construida en el año 1572: la Alte Shule (la Vieja Sinagoga) de estilo gótico-renacentista. En ella se conservan sesenta y cinco mil objetos recuperados después de la guerra. Sacamos varias fotografías de su interior. Una en especial me conmovió y deseo compartirla.
Este cuadro se llama: Shylock y Jessica. Fue pintado en el año 1887 por Maurycy Gottlieb (1856-1879). El exhibido es una copia del original perteneciente a Marcin Gottlieb (1867-1936). Me detuve a apreciarlo y dejarme llevar por la admiración, proyectada a mi angustia permanente sobre este personaje Shylock. Cuando Shakespeare lo concibió en su obra El Mercader de Venecia, jamás había conocido un judío en su vida. Estos fueron expulsados de Inglaterra en el año 1290, siglo XIII, y se les permitió regresar recién en 1657, siglo XVII. El magnífico e insuperable Shakespeare escribió la obra entre los años 1596 y 1598, siglo XVI. ¿A quién quiso congraciar con el protagonismo de su judío usurero? Fue estafado por un aristócrata que no le devolvió el préstamo. Acaso ¿cumplió con el “precio” de pagarle con una libra de su carne- que significaría su muerte-? ¿Se lo hubiera permitido el honorable jurado? El escritor que nos supo describir con maestría el amor con Romeo y Julieta, la duda existencial con Hamlet, la locura con Ofelia, la culpa devoradora con Lady Macbeth, eligió a un rey Moro para demostrar el poder destructivo de los celos en Otelo, habiendo sido engañado por su íntimo amigo Yago. ¿Necesitaba ser moro- léase: “turco y negro”- ese rey celoso? ¿Estaba obligado a presentar sentimientos o “créditos antisemitas” inventando a Shylock? ¿No alcanzaba con su pecado de usurero?, ¿debía además sufrir porque su hija amaba a un no judío -en esa época-? ¿Para qué, querido William…para qué? Gracias a ambos Gottlieb por expresar en ese cuadro con tanta lucidez el amor que Shylock sentía por su divina hija, su identidad judía y, probablemente, reivindicar el oprobio que padecía al ejercer la usura dadas las múltiples y dignas ocupaciones que le eran prohibidas.”
¿Por qué era judío el usurero de Shakespeare?
Recurramos a un gran historiador para entenderlo. Jacques Le Goff (Francia 1924-2014), socialista y agnóstico, fue uno de los mayores especialistas en la Edad Media occidental. En 1986 publicó el libro: “La bolsa y la vida: economía y religión en la Edad Media.” Adelantamos que la usura está prohibida en el Antiguo Testamento y también el Nuevo Testamento. Le Goff explica que el usurero fue tan odiado como imprescindible, y está asociado con uno de los pecados capitales: la codicia. Aun durmiendo su dinero lo hace más rico. En la Edad Media cristiana, el usurero se manifiesta como “un ladrón de tiempo”. “¿Acaso no roba a Dios, en la medida que el tiempo es un don divino y gratuito?” Y también les roba a los cristianos, “ya que prestar a interés está vedado en una comunidad fraternal.” Por esa doble razón, la usura es más que un “crimen”, es un “pecado”, y quien la practicaba “estaba condenado al infierno”.
A esa figura la inventaron, pues, los cristianos, para no ser ellos quienes cayesen en tal desgracia. ¿Cuándo? Hasta parte del siglo XII, eran los monasterios los que daban crédito acorde a las necesidades cotidianas. Pero “cuando la economía monetaria se generaliza durante el siglo XII y la rueda de la fortuna gira más rápidamente para los caballeros, los nobles y los burgueses de las ciudades cuando el comercio se emancipa, la Iglesia se subleva y trata de contener la inundación usuraria.”
El judío fue “la salvación” para el cristiano que pretendiese incurrir en tal pecado. La Iglesia lo reivindicó en sucesivos Concilios de Letrán: años 1139, 1179, 1215, Lyon en 1274 y Viena 1311.Con esa insistencia fue suficiente, dos siglos de prédica alcanzaron. Durante el “protocapitalismo” de la Edad Media, el judío, impedido de realizar otros trabajos, poseer tierras y cuánto menos alcanzar a las élites cristianas y ser, quizás Noble o Caballero fue el candidato perfecto para ser el usurero que terminaría en el infierno, salvando así a sus congéneres cristianos. Recibir dinero con usura “era injusto” y la Justicia estaba en manos de los Reyes.
¡Qué tragedia para el pueblo judío! Se burlan de Shylock hasta nuestros días sin contemplación y sin culpa, porque así lo entendió Shakespeare hace cinco siglos.
¿Shakespeare fue antisemita o “discriminador” acorde a nuestros criterios actuales?
Edimat Libros, en su colección de Obras Selectas, publicó en Madrid en el año 2000 parte del extraordinario legado que Shakespeare otorgó a la humanidad, entre ellas: Otelo y el Mercader de Venecia. ¿Qué deduce el prologuista sobre Otelo y el Mercader de Venecia?
“El africano ama a la mujer blanca. Otelo es grande, augusto, majestuoso, tiene por cortejo la bravura, la batalla, la fama, la gloria…pero es negro. Y ¡qué pronto el héroe se convierte en monstruo y el negro en salvaje!”
“Shakespeare fue un erudito, profundo, magníficamente documentado, creador de Shylock el judío rico, personaje antológico, descrito de mano tan maestra que bien pudiera tomarse como ejemplo vivo de toda una raza.”
Reflexión final
¿Hasta cuándo será el negro “un monstruo salvaje”? ¿Hasta cuándo será “ese judío” un ejemplo vivo de todo un pueblo? No es feliz ni justo llevar al tablado barrial con tal fidelidad esa imagen antisemita, e infectar al público con una ofensa milenaria. Shakespeare se merece que le rindamos innumerables y permanentes homenajes. La creación artística bien puede utilizar dicha vía para hacernos reír y, a la vez, educarnos. Transmitir arte y valores sobre los actuales conceptos de derechos humanos.
Los judíos también nos merecemos respeto. Ni más ni menos que el resto de los mortales.