Fotos: Yad Vashem
Escribo estas líneas mientras miro la transmisión en vivo en la televisión israelí del acto central en Yad Vashem que da comienzo formal a la conmemoración de Iom HaShoá, el Día recordatorio del Holocausto y el Heroísmo. Y entiendo nuevamente lo que sentimos en la vida diaria pero no siempre se sabe poner en palabras: el secreto de la continuidad del pueblo judío, está en su apego a la vida. La lucha contra la adversidad no es sencilla , pero cuando se busca la luz y las razones para seguir adelante, apostando por la superación y la vida, el resultado puede ser una absoluta maravilla.
Esta es la única forma en que se puede entender el testimonio de los seis sobrevivientes de la Shoá, que acompañado cada uno por un hijo o nieto, encendieron una antorcha recordatoria, como es tradición todos los años en el acto en Yad Vashem.Una antorcha por cada millón de judíos asesinados. Sobre la pantalla central proyectan videos de algunos minutos en los que cada uno cuenta un resumen de su historia personal. Detallan las penurias, lloran recordando a sus padres de los que los separaron cruelmente, explican cuál fue el sufrimiento…pero agradecen lo que la vida les dio después de la guerra. Todos se dicen felices por lo que lograron experimentar y hacer desde que llegaron a la tierra de Israel.
Y aparecen en pantalla las fotos ya típicas de enormes familias, de los hijos, nietos y bisnietos que llegaron al mundo gracias a que ellos se salvaron.
Y cuentan sobre lo que hicieron, en qué trabajaron, cuánto aportaron al país en el que construyeron sus vidas, a su seguridad y desarrollo.”Esta es mi venganza de Hitler”, dijo uno de ellos al contar sobre toda su descendencia.
Y es inevitable pensar en ese espíritu y contrastarlo con lo que motiva a nuestros enemigos, a los islamonazis de Hamas que el 7 de octubre irrumpieron a Israel con intenciones genocidas.
Y no es interpretación nuestra. Años atrás quien era en aquel momento ministro del Interior en el gobierno de Hamas, Fathi Hamad, declaró explícitamente: “Nosotros santificamos la muerte como ellos santifican la vida”.Está filmado. Estremece. Y explica todo.
En la primera fila en el acto en Yad Vashem, entre los asientos reservados a las personalidades y dignatarios participantes, hay una silla amarilla, simbolizando la espera del regreso de los secuestrados.
De una trompeta en manos de un soldado de la orquesta de las Fuerzas de Defensa de Israel emana un sonido solemne y triste, que acompaña a la bandera de Israel mientras es bajada a media asta en el mástil central. El acto se lleva a cabo, como todos los años, en la así llamada Plaza del Ghetto de Varsovia, junto al monumento a la rebelión,casi idéntico al que se encuentra en la capital polaca.
Los paracaidistas de las Fuerzas de Defensa de Israel que forman la guardia de honor, se ponen firmes y hacen la venia en saludo al pabellón nacional. Los miramos, sentimos el orgullo que irradian y que ellos inspiran en nosotros, y pensamos : hubo problemas, horrores, atrocidades, y durante varias horas, los judíos en el sur sintieron que estaban solos, que el Estado no los cuidaba, pero no puede haber otra Shoá. Y se agrega una dimensión especial al saber que entre los secuestrados hay nietos de sobrevivientes de la Shoá que esperan alcanzar a verlos regresar.
El Presidente Itzjak Herzog recordó lo que le dijo Naftali Hirst (91), sobreviviente de la Shoá, a su nieta Mica que el sábado negro estuvo horas y horas en el refugio en Kfar Aza sin agua ni comida, con su pareja y su hijo pequeño :“Es parecido, da miedo, no hay palabras para describir esa crueldad, pero no es lo mismo. No fue una Shoá. No habrá una segunda Shoá”.
Pero es importante recordar: el 7 de octubre no fue una Shoá no porque Hamas no lo haya querido sino porque no lo logró, porque el ejército finalmente llegó, reaccionó con fuerza, luchó. Y lo sigue haciendo hasta hoy.
La aclaración no apunta a minimizar nada del horror del 7 de octubre. Durante las horas que duró la masacre, fue el máximo horror, que para quienes lo sufrieron , se sintió como su Holocausto personal. Y claro que hubo muchas escenas que recordaron lo vivido por el pueblo judío bajo la ocupación nazi en Europa: madres tapando la boca de sus bebés en los refugios para que los terroristas no los oigan, como hacían los judíos mientras se escondían de los nazis; familias separadas, testigos de asesinatos de algunos de sus miembros, torturas, horror.Y lo peor, la sensación de desamparo que embargó a la gente en los refugios, preguntádose cuándo llega el ejército.
Pero el Estado volvió. Y las Fuerzas de Defensa de Israel se hicieron presentes y siguen combatiendo hasta hoy para proteger al pueblo.
Por eso, no puede haber otra Shoá.
Pero hay que estar atentos, porque el antisemitismo levanta cabeza en todo el mundo. Y cada víctima es un mundo entero. Como dijo el presidente de Yad Vashem en un zoom con la prensa este domingo, lo más apropiado no es hablar del asesinato de seis millones, sino de seis millones de asesinatos, cada uno de un judío.
El antisemitismo no precisa razones. Sólo busca oportunidades,agregó.
Y los judíos no pierden oportunidad de mirar hacia adelante . Lo volvieron a dejar en claro este lunes, cuando un día antes de la tradicional Marcha por la Vida de Auschwitz a Birkenau en Polonia, una multitud de judíos nacidos en Hungría marcó presencia en Budapest junto a sus familias, al señalarse 80 años desde la expulsión y exterminio de más de medio millón de judíos húngaros. No fue una marcha triste, aunque sí recordatoria. Fue un despliegue de vida y orgullo de haber podido demostrar que Hitler no logró borrarlos de la faz de la Tierra . Y el clamor principal que se oyó por las calles de Budapest fue elocuente y firme: “Am Israel Jai”.