Foto: Fundación por el legado del Kotel
En estos momentos en los que está por llegar el nuevo año judío, el 5784, se mezclan las emociones de las reuniones en familia , lo que compartiremos alrededor de la mesa con nuestros seres queridos, con los temas que nos preocupan más allá de nuestro entorno personal.
Judaísmo es vivencia en comunidad y por ende, cuando algo afecta al grupo del que somos parte, nos toca a nosotros mismos. Sea la comunidad, la colectividad, el país. Y no es secreto que por la crisis que vive Israel, el mundo judío todo está preocupado. Unos estarán por la política del gobierno de Israel y otros por las protestas en su contra. Pero ciego habría que ser para no captar lo grave de la situación.
La pregunta central que muchos se plantean es si las colectividades judías en la diáspora tendrían que participar en la discusión o intervenir con opiniones y protestas. A mí personalmente, me molesta que se manifieste en el exterior por ejemplo cuando ministros israelíes van de visita a tal o cual país. Es legítimo indudablemente, pero no me parece lo adecuado.
Pero en cuanto a las comunidades judías, siento cierta ambivalencia. Por un lado, no tengo duda que si varias de las propuestas de la coalición en temas religiosos prosperan, eso afectará negativamente también a la relación con la diáspora. Creo que las colectividades aún no lo saben o captan debidamente. Por otro, no creo que afuera se pueda adoptar posturas contundentes como si se estuviera viviendo en Israel. Y además, mientras Israel sigue siendo foco de injustas acusaciones de tinte antisemita, de enemigos que lo demonizan y acusan de horrores – aunque ni una palabra tienen para criticar a Irán y otros regímenes asesinos – el énfasis tienen que ser a mi criterio en la defensa de Israel.
Y ahora, mi postura, Semanario Hebreo y el tema económico
Esto me lleva a la polémica que tuvo lugar en los últimos tiempos y que aún se mantiene, circulando por los grupos de whatsapp de gente en la colectividad y cabe suponer también en conversaciones de salón. El tema: mi posición, o sea la línea editorial de Semanario Hebreo, crítica respecto a distintos procederes del gobierno actual de Israel, y no solamente por la reforma judicial.
Cuando hice circular, como siempre, mi exhortación a la gente a sumarse al número especial de Rosh Hashaná, alguien de mi extrema confianza me contó al respecto, sobre gente molesta en la colectividad por mi línea y que por eso optaba por no publicar.
Una primera aclaración, obvia evidentemente: no hay ningún problema en discrepar con lo que escribo y considerar que estoy equivocada. Muy necia y poco profesional sería si pensara que todos deben creer que tengo razón.
Pero el tema “estalló” cuando resultó que algunas personas decidieron que no van a publicar en el Semanario Hebreo por mi postura respecto a la situación en Israel. Algunos habían publicado en otras oportunidades y otros nunca lo hicieron. Y ahora, como critico al gobierno, consideraron que no lo merezco.
Cada uno decide qué hace con su dinero, pero esa actitud me pareció una bajeza total. Si bien creo que en general sería digno que el único medio de prensa de la comunidad tuviera más publicidad de las empresas judías, nadie tiene obligación de publicar en Semanario Hebreo ni en su portal Semanariohebreojai. Pero decidir no hacerlo o dejar de hacerlo por mi postura en la crisis israelí, me pareció aberrante.
¿Por qué? Porque aquellos que lo hacen, pierden el norte. Olvidan que la columna vertebral del Semanario Hebreo es la defensa de Israel por su legítimo derecho a vivir en paz y seguridad. Flaco favor le haría a la legitimidad de mi defensa de Israel si estuviera al servicio del gobierno de turno, si pareciera que soy un vocero del gobierno. Es clave saber distinguir entre el Estado y el gobierno , sea quien sea que esté en el poder. Si defendiera automáticamente todo lo que hace el gobierno, toda mi actitud a favor de Israel perdería fuerza.
Esto, además del hecho que mis críticas, aunque firmes, nunca son con las tripas, siempre de forma respetuosa y no desbocada.
Cuando estaba preparando este número especial, hice circular un llamado a la gente, empresas e instituciones, a sumarse, señalando que los espacios pagos son claves para todo medio de prensa que quiere seguir trabajando. No es mendigar, como dijo algún desubicado, sino hacer lo lógico en este campo.
Y no, no “tengo que saber”, como dijo alguno, que si tomo parte en la crisis israelí tendré repercusiones económicas. Muy poco serio sería mi trabajo si no tuviera una línea editorial clara, que a mi criterio es en defensa pura de lo que siempre fue Israel, un Estado judío y democrático.
Aclaro que nadie osó tratar de extorsionarme ni de boicotearme sino que simplemente hubo particulares que optaron, por esa razón aquí planteada, no publicar. Afortunadamente, la reacción de muchísima gente fue impresionante, tanto desde Uruguay como en Israel, con enorme cantidad de mensajes de solidaridad y apoyo, y también saludos para el número especial que algunos quisieron poner como adhesión.
Gracias a todos los que se movieron para apoyar a Semanario Hebreo y a mi trabajo también por cierto en este portal, para expresar su repudio a las actitudes antes descriptas y señalar que la línea que hemos adoptado, representa a muchos.
Para el nuevo año, deseo que todos tengamos cosas que agradecer. Y más que nada, que Israel recupere la cordura, que se termine la profunda división actual y se pueda limar asperezas como se debe. Que se halle la fórmula para resolver la crisis actual, escuchándose las partes y sin avsallamientos de nadie . No queremos una victoria pírrica de nadie. El pueblo todo debe ganar.
¡Shaná Tová!